miércoles, 10 de diciembre de 2008

I get wings to fly...

Otra noche memorable. Hace un mes, cuando se anunció el concierto y las entradas se pusieron en venta, me costaba trabajo creerlo. Era una de esas presentaciones que yo daba por hecho nunca sucederían en México por ene mil razones. Y evidentemente me equivocaba. El caso es que compré cuatro entradas para el gallinero, la sección más alta del Palacio de los Deportes. Fuimos M y yo con mis papás, a quienes invité como parte de sus regalos de cumpleaños (aprovechando que el evento caía entre uno y otro aniversario). La noche fue simple y sencillamente maravillosa.

Hace un par de años cumplí uno de mis anhelos asistiendo al impecable A New Day que se presentó a lo largo de cinco años en el Colosseum del Caesars Palace. En aquella ocasión salí fascinado. Esta vez esperaba un buen concierto y pasar un buen rato, dándome el gusto de ser parte de este "acontecimiento". Pero algo inesperado sucedió anoche. 

Desde que la introducción en las pantallas gigantes anunciaba "Tonight... Mexico City", la piel se me puso de gallina y así se mantuvo el resto del concierto. Canté, grité, bailé... y lloré. Interpretaciones que me enloquecen como I Drove All Night, Taking Chances o It's All Coming Back; algunas que me emocionan hasta las lágrimas por diversos motivos, como Because You Loved Me; otras que simplemente no me esperaba como All By Myself, I'm Your Angel o The Prayer; y, por supuesto, el mágico himno que representa I'm Alive. Vamos, ¡hasta la trilladísima My Heart Will Go On me motivó! (El repertorio cubrió tantos momentos de mi vida, que le perdoné que el set de canciones para México no incluyera su homenaje a Freddie Mercury con The Show Must Go On.) 

En fin: una noche extraordinaria. Lo sé: soy un cursi. Y me encanta.


Interrogante. ¿Por qué la gente se empeña en racionalizar todas sus percepciones y emociones? ¿Por qué la gente se aferra a analizar cualquier tipo de experiencia y no se limita simplemente a abrir los sentidos y atender? No deja de sorprenderme la paradoja en que nos encierra la lógica racional del mercado, cuyos imperativos terminan haciendo que la gente valore sus experiencias más subjetivas a la luz de criterios económicos o dictados por la "objetividad" de las mayorías, marginando o incluso silenciando la voz de sus interior.

2 comentarios:

James dijo...

Yo quería ir jajaa, únicamente me sé la de My Heart Will Go On, pero por esa hubiera valido la pena jajaa...

Luna Quisan dijo...

ya me lo imagino, todo un espectaculo, realmente vale la pena....me encanta tu cursileria!!! nos contagias!! un abrazo!