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miércoles, 8 de febrero de 2012

Dos columnas

El "Panteón de los Ingleses", en el pueblo de Real del Monte —muy cerca de Pachuca, Hidalgo—, es un lugar que cautiva desde el primer momento. Uno puede recorrerlo a voluntad y disfrutar de sus recónditos rincones o apostar por la visita guiada. Cuando hace unos meses visité el lugar, vencí mi acostumbrada tendencia a la autonomía y acepté participar en el recorrido que ofrece Doña Carmen, hija mayor de Don Inocencio. "Don Chencho" —como lo conocía la gente del pueblo— cuidó del panteón durante más de cuatro décadas y hasta su muerte, sucedida apenas un par de meses antes de mi estancia en el poblado. Doña Carmen cumple hoy la labor que otrora ejercía su padre, y puede hacer las explicaciones tan completas o veloces, como uno esté dispuesto a escuchar. Nosotros visitábamos el sitio sin prisas, por lo que la invitábamos a contar tantas historias como fuera posible y descifrar tantos símbolos como ella se sintiera capaz. Fue ahí donde escuché por primera vez el sentido de las columnas y obeliscos que coronan algunas tumbas: en los casos donde éstas figuras se elevan cabalmente, se celebra que quien ahí yace vivió una vida plena y cumplió su misión en el mundo como era deseable; por el contrario, cuando la columna o el obelisco se truncan, señalan que la vida en ese caso fue interrumpida repentina y prematuramente.

El viernes hacia medio día recibí una noticia que de inmediato trajo a mi mente la imagen de una de esos mausoleos donde la ruptura del pilar cimbra aún sin saber su significado. César, una gran persona muy cercana a mi corazón y a los corazones de mi familia, había muerto horas antes en un terrible accidente. No viene a cuento aquí entrar en mayores detalles. Sin embargo, desde ese momento no han cesado las ganas (¿la necesidad?) de escribir y compartir lo que uno siente. Tuve la fortuna de viajar ocho horas hasta la ciudad donde parte de la familia se iba reuniendo necesitando un abrazo. Poco más de 12 horas estuve ahí, compartiendo la tristeza y buscando sentido a la tragedia.

Regresé a casa y después a mi tierra, para pasar un par de días cerca de gente que pudiera extender los abrazos en horas como estas. El viaje en carretera en compañía de mi padre me había hecho no revisar ninguna red social en internet desde esa madrugada. Llegando a la ciudad recibí un mensaje de Liz, quien apenas hace unas semanas descubrimos es vecina de mi papá. Liz es también prima de Amaya, y en su mensaje me compartía la triste noticia de su fallecimiento apenas horas antes. Llegué a dejar a mi papá y aproveché la cercanía para conocer por primera vez a Liz y darle un abrazo. Sentí que en ese abrazo estaban presentes muchos otros que jamás hemos visto ella o yo y que a pesar de todo nos sentimos cerca desde hace cuatro años. Sí, gracias a Amaya.


Muchas cosas han pasado por mi cabeza en estos días. Y descubro que solo viniendo a escribirlas consigo darme un poco de claridad. Se me ocurre así que al compartir lo que voy escribiendo, pueda completar significados o, ¿por qué no?, ayudar incluso a otros a construir los propios.


En las historias de César y Amaya hay mucho en común, a pesar de que en uno caso la partida haya sido brutalmente inesperada y en el otro haya sido resultado de un doloroso proceso que en el fondo todos sabíamos tenía cerca su final. De nuevo, no sé si éste sea un lugar para hablar sobre todo esto. Lo cierto es que la ausencia de ambos es irreparable y, si bien reconozco que ambos gozan hoy de una vida distinta y admito que los que acá andamos encontraremos tarde o temprano la manera de confortar nuestras almas, todos sabemos que no es tarea fácil.

Es evidente que el consuelo no se encuentra siempre a la misma velocidad, que cada ser humano vive sus duelos a su manera y que las almas se reconfortan siguiendo muchas veces rutas que para algunos serán incomprensibles. Aquí sí, todo se vale. Aunque para mí ese todo es mejor si el camino que buscamos nos conduce a vivir el presente con la plenitud que merecemos, con el sentido al que tenemos legítimo derecho. En estos días escribí en alguna otra parte que, en estas circunstancias, a los que aquí seguimos nos toca estar a la altura y ser testimonio vivo del amor y la alegría que los que hoy no están nos predicaron con sus acciones. Lo reitero: nos toca vivir, y viviendo honrar a quienes nos acompañaron en parte de este andar.

Ayer, pensando en todo esto, recordé un pequeño texto que escribí hace poco más de tres años, intentando que fuera un cuento. En ese entonces lo compartí solo con una persona, pues el texto cumplía un objetivo que poco tiene que ver con lo que hoy me trae aquí. Y, sin embargo, al leerlo en estas horas, encontré ahí un mensaje que me ayudaba a dar sentido a la ausencia. Se me ocurrió entonces soltarlo por primera vez al resto del mundo. En las horas siguientes se dieron reacciones de todo tipo, varias completamente insospechadas para mí.

El fin de semana, cada vez que me descubría llorando —lo cual sucedía sobre todo con cada abrazo—, pensaba para mis adentros: "Lloramos por nosotros. Lloro por mí. Ellos están bien. Mi llanto no suma ni resta para ellos. Estas lágrimas son mías, porque me hacen falta." Sí, mucho de egoísmo hay en nuestras reacciones cuando alguien nos deja. Supongo que es un egoísmo natural, parte de nuestra naturaleza. Y ahí las lágrimas están bien. Lo que sigue es encontrar en el fondo de nuestra tristeza la fortaleza para seguir adelante. En ese camino andamos.

domingo, 16 de mayo de 2010

Acabar la prepa

Hace 16 años terminé la preparatoria. En ese entonces la más pequeña de mis hermanas estaba por cumplir sus primeros dos años de vida. Ayer, a poco más de un mes de cumplir su mayoría de edad, fue su fiesta de graduación de prepa. Cuando llegué al salón y la vi, radiante como es, vino a mi mente esta foto de hace 16 años, de la mañana en que recibí mi Diploma de bachiller.

Durante la fiesta pensé tantas cosas. En el tiempo vivido. En lo que, Dios mediante, le queda aún por vivir. En lo que dicen de los días de uno como preparatoriano. En lo poco que eso que dicen aplicó y aplica en mi caso. En lo que podrían significar para ella. En los años después. En los años antes. En "cómo cambian los tiempos". En —a Dios gracias— cómo cambia la moda. En mi papá y mi mamá. En las matemáticas, en la filosofía. En mi "profesión". En lo impredecible que resulta vivir. En lo rápido que a veces nos parece que va la vida. En lo lento que se nos vuelve de pronto. En la imposibilidad de volver el tiempo atrás. En la necesidad de pensar y soñar el tiempo hacia adelante.

miércoles, 13 de enero de 2010

Claridad

"Claridad para este 2010." Esta entre muchas otras cosas escribió la tía Catarina en la tarjeta que me dio en Navidad. Claridad. La palabra aparacía también en los mensajes que envié por diversas vías a mis amigos. Quizá era evidente lo nublado que arrancaría el nuevo año. El hecho es que pese al entusiasmo que he intentado imprimir a mis movimientos en este arranque, las piernas han resultado más pesadas de lo que había calculado. Después de dos semanas de sentir cerca la energía de los 5 herman@s que somos, no tardé en echarles de menos y pensar que no supe aprovechar del todo la inercia de esos días y no supe quizá acumular el alimento suficiente de esa alineación planetaria poco frecuente. Pero estoy siendo muy severo. En todo caso, aunque estemos nuevamente repartidos en distintas coordenadas, estamos cerca. Mientras escribo me doy cuenta lo absurdo que resulta reaccionar viniendo aquí en primer lugar a hablar de mi falta de claridad o de lo mucho que los extraño. Apuro pues el final para enviarles directamente lo que estoy pensando. La benjamina de los cinco nos emocionó hasta las lágrimas la noche del 24 cuando, leyendo unas palabras que había escrito para la ocasión, nos hizo notar que si estábamos juntos nuevamente era quizá porque atravesábamos momentos en los que nos necesitábamos de un modo especial. Lo comprendí entonces, pero creo que apenas voy reaccionando.

lunes, 21 de diciembre de 2009

34

Durante lo 34 años que he andado sobre esta Tierra he recibido muchísimas bendiciones. Todos los días procuro agradecerlas, aunque se entiende que en ocasiones el ajetreo y la carga de cosas lo dificulten. Ayer una vez más tuve oportunidad de celebrar ese agradecimiento en compañía de gente que quiero y me quiere, gente que me ha regalado su afecto a partir de cruces de caminos generados por muy diversas circunstancias y en diferentes momentos de mi vida.

Como es natural, no pudieron estar todos. Pero los que estuvieron alcanzaron para corroborar que soy muy afortunado. La jornada estuvo marcada de significativos detalles. Encuentros con gente que llevo en el corazón y que hace más de dos años no veía en persona. Con gente que llegó a mi vida a través de este espacio (o de su antecesor, que para el caso es lo mismo) y que ha encontrado pronto un lugar en mi vida. Con amigos que por las nuevas condiciones de mi vida laboral no puedo frecuentar tanto como quisiera. Algunos se han ido reportando desde sus coordenadas geográficas en este País, en gringolandia o en Europa, recordándome su afecto.

Quizá uno de los detalles más significativos ha sido la oportunidad de celebrar mi cumpleaños teniendo físicamente conmigo a mis herman@s. L@s cinco hemos coincidido esta vez como hace varios años no sucedía. Así será esta Navidad. Estando cerca. Y eso es algo que no ceso de agradecer.

En fin, que agradezco lo que tengo y lo que viene. A mi madre y a mi padre, que ayer una vez más se volcaron de entrega para hacer del pequeño festejo un éxito. A M, que también estuvo al pie del cañón, cuidando hasta el más mínimo detalle para que se cumpliera mi manía de tener una fiesta como hace 30 años. A los que estuvieron físicamente y a los que me están acompañando desde donde estén. A muchos ni tuve tiempo de convocarlos, pero sé que se habrían apuntado.

A todos, gracias por ser parte de mi biografía. Sin ustedes, estas páginas no tendrían sentido.

Al pie. Los mensajes que ya llegan por Facebook, Twitter o SMS. Descubre uno la amplitud de la red afectiva con la que cuenta. Y, para no dejar de ser yo y racionalizar todo un poco, me cautiva la forma en que estos medios establecen una trama sincrónica y diacrónica a la vez. Ya me pondré a dar vueltas a esto, mientras aprovecho también estas dos semanas de desenchufe laboral para avanzar en la Tesis un poquito y en la larga lista de lecturas pendientes.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Recuperar la posibilidad (II)

«Si pudieran concederme riqueza, no pediría riqueza ni poder, sino el sentido del apasionamiento hacia lo que puede llegar a ser, por el ojo que, siempre joven y ardiente, ve lo posible. El placer defrauda, la posibilidad no lo hace nunca. ¿Qué vino es más aromático, más incitante, más embriagador que la excitante posibilidad?»
Søren Kierkegard
Son muchas, para variar, las cosas que quisiera traer hoy aquí. Y al mismo tiempo es tarde y no debería dejar que la media noche me alcance despierto. Pero la necesidad pesa hoy más que la conciencia de madrugar mañana. Y aquí estoy. Queriendo escribir sobre exploraciones y hallazgos recientes en las profundidades de mis confusiones cotidianas. Queriendo compartir de nuevo algunas estampas musicales que ayudarían a ilustrar mis paradójicos sentimientos de cara a tantas cosas. Queriendo poner sobre la mesa mis más recientes expediciones literarias y la forma en que me han tocado.

Pienso en una idea que pueda hilar todo lo que me gustaría escribir esta noche. Y me viene nuevamente la idea de «posibilidad». Hace poco más de un mes escribía sobre la recuperación de lo posible. El subir y bajar de todos los días ha hecho desde entonces que esa extraña idea funcione unos días con más solidez que otros. Pero no he querido abandonarla. Y hoy, por una infinidad de asuntos, me vuelve a atrapar. Explorando algunos materiales que quiero compartir mañana con mi equipo de trabajo, me topo con el texto que aparece aquí de epígrafe y que a su vez cumple esa función en un capítulo de El arte de lo posible, de Roz Stone Zander y Benjamin Zander. Llegué a este libro hace ya varios años, tras asistir a una conferencia del segundo. El texto puede ser tomado como material de desarrollo personal, literatura de segunda, dirán algunos. Pero aún en esa categoría, la obra me parece de primera. Y en este momento me está ayudando a reorganizar mucho de lo que quiero desencadenar mañana en mi trabajo.

Descubro, con la claridad absoluta de algo que siempre se ha sabido pero que se aprende siempre como por primera vez, la urgencia de creer que las cosas son posibles para poder dar un nuevo paso. Me descubro y me observo haciendo ese esfuerzo cada mañana, a veces con más éxito que otras, pero siempre logrando hallar un destello de esperanza. Las subidas y bajadas recientes han sido tan pronunciadas que quizá de ahí venga mi necesidad de tanto énfasis en algo que para muchos puede ser tan trivial. Pero lo subrayo porque si, como dice sabiamente alguien que quiero y admiro, no está bien "proclamar esperanza cuando no la vives", es casi una obligación moral hacerlo cuando estás convencido y tus actos pueden hablar por ti.

Decía al inicio que quería explorar música y textos. Lo de mis lecturas recientes tendrá que esperar, pero algo diré de música. Esta tarde recibí de una de mis hermanas un correo que me cimbró. Me hizo ver que, en medio de mi pequeño caos cotidiano, siempre es posible encontrar un intenso rayo de luz para recordar aquello que merece la pena. Me hizo pensar en los que quiero y tengo lejos. Me hizo valorar tanto la posibilidad de, aunque sea a través de bits informáticos, recordar a quienes amo lo que significan.

No sé bien cómo fue, pero pronto dos canciones me vinieron a la mente. Quienes me conocen de hace tiempo, sea personal o virtualmente, saben de mi eclecticismo musical, así que se sorprenderán menos que otros al escucharlas. Canciones que, en su cursilería, tienen un significado especial en mi piel. La primera, me traslada cada vez que la escucho a diciembre de 1996. Yo cumplía 21 años y mi hermana 15. Cuando en nuestra fiesta-doble bailamos esta canción yo no paraba de llorar. (Así como no paro de llorar mientras lo narro.)


Hoy, mi hermana es mamá de un ser lleno de luz, un niño que ha crecido quizá demasiado rápido, dejándonos a más de uno con las ganas de eternizar el tiempo. Pronto serán dos años de la llegada de ese hermoso niño al mundo. En aquellos días, estando yo con un océano de por medio, mientras escuchaba por enésima vez la segunda canción en cuestión, encontré en su letra un significado que hasta ese momento me había permanecido oculto. Vamos, sé que es otra cursilería, pero también de eso está uno hecho.



Aniversario de una posibilidad

Hace un par de días se cumplió el primer aniversario de este espacio. Quise venir y festejarlo, pero se me escapó el chance. A reserva de lograr dedicar una entrada íntegra al asunto, celebro agradeciendo tus visitas, tu compartir silencioso. Las huellas del paso de otros por aquí han disminuido notablemente en los últimos meses, pero sé que por ahí andas: tú que me sigues desde hace poco y tú que me lees desde hace mucho, tú que conoces mi voz y tú que aún no tienes rostro para mí, tú que llegaste buscándome y tú que apareciste aquí por accidente. Lo he dicho antes y lo repito, tú, con o sin nombre, estés donde estés, eres quien termina de dar sentido a esas ocurrencias. Un año de este espacio equivale, también, a un año después de la aventura en Barcelona. Y si has leído el alfa y omega con que inició este blog, sabes que eso no es sólo aniversario de un viaje, sino de un completo renacimiento. Renacimiento que no termina y del que eres parte. Gracias por eso y por tanto. Y cerrando en línea con las ganas de recuperar lo posible, celebro este primer año (y casi segundo en la blogósfera) con una maravillosa rendición al "sueño imposible".

domingo, 4 de octubre de 2009

Varia

Siguiendo una ya casi tradición involuntaria, la primer entrada del mes será un poco de chile, mole y pozole, a fin de no dejar saldos pendientes y, además, no correr el riesgo de que el ajetreo de la semana produzca una mayor acumulación de ideas por compartir.
  • París. Hay sitios ante los que la indiferencia es prácticamente imposible. La capital francesa es uno de ellos. Es algo en el aire, algo en la energía acumulada en sus calles a lo largo de siglos de historia. De ninguna manera pretendo idealizarla. Ya alguna vez he hablado sobre las paradojas que encierra para mí la Ciudad Luz. Más allá de los casi inevitables lugares comunes, París es una provocación. Esta vez fueron menos de 48 horas. Y la ciudad no fue la protagonista, por supuesto. Pero sí fue silencioso y poderoso testigo de un entrañable encuentro con mi hermana J, quien a su vez me permitió reencontrarme con parte de mí, con una de esas dimensiones que uno archiva e incluso llega a olvidar, pero que brota con intensidad en cuanto se roza la fibra adecuada. Me cuesta mucho poner en palabras lo que significó ese par de días, pero he de decir que ahí se sembró al menos uno nuevo de esos puntos de inflexión en la gráfica de mi vida. Nunca alcanzará para agradecer, como siempre, a J como al resto de mis herman@s, lo mucho que me enseñan y alimentan todos los días. Es difícil describir la experiencia de aprendizaje que día con día me brindan l@s cuatr@, haciendo que la edad se desvanezca, convirtiéndome —a pesar de lo que digan las actas de nacimiento— en un bendecido «hermano menor» que gracias a ell@s crece un poco más cada día.
  • Montserrat. Me refiero a la montaña que alberga a la patrona de Catalunya. Esa montaña que he tenido la suerte de recorrer ya varias veces. Esa montaña que en dos años se ha convertido ya en un referente indispensable en mi vida. Hablaba hace unas líneas de puntos de inflexión. Los seguidores más «antiguos» de mis blogs han leído ya al respecto. En verano del año pasado publiqué una entrada sobre el agradecimiento, donde hacía referencia concretamente a la experiencia legada por esa mística montaña. Pronto será un año de mi primer ascenso a la cima. Poco después, regresaría con J a ese lugar, semanas antes de volver a México. En estos días difíciles por los que atravieso, no está nada mal reencontrarme con mis propias palabras, como mensajes enviados hacia el futuro, para momentos como éstos. Cito un fragmento:
«[...] pensé en esa imagen ante la que me rendí a las pocas semanas de mi llegada a este país... la imagen del sol en la montaña [...]... Ahí, en Montserrat, viví una de las místicas experiencias con las que iniciaría esta travesía. Ahí, hice un resumen de mí mismo y agradecí a Dios (mirándolo de frente bajo ese resplandeciente sol) el sinfín de bendiciones que ha puesto en mi camino a lo largo de toda mi vida. Aquellas que he comprendido a tiempo y también las que no he sido capaz de reconocer en su momento. Aquellas que habrían de venir (y han seguido llegando) y las que seguro están todavía en el camino.

En general, toda mi vida he intentado tener presente ese sentido de agradecimiento. Seguro que hay días en que el ajetreo me hace pasarlo por alto. Pero siempre es buen momento para hacer una pausa, echar un vistazo atrás, agradecer... y continuar.
  • Abuela. Y siguiendo con aniversarios, mañana se cumple el primero de la partida de la abuela. Hoy particularmente la eché mucho de menos. Cosas de la vida. Fueron simplemente unas ganas de ver su rostro. De recibir una dosis de la fortaleza que siempre le admiré. ¿De qué estaba hecha esa mujer? Igual que mis abuelos maternos que todavía se acompañan uno al otro en esta tierra. Ahora que cada semana cruzo unos cuantos centenares de kilómetros de carretera, la recuerdo dándome su bendición antes de cualquier viaje. Sé que en mis nuevas travesías me acompaña. Igual que a tod@s sus niet@s y bisniet@s.
  • Creer. Murió Mercedes Sosa. Alguna vez tuve la suerte de escucharla en directo. Una de esas presencias poderosas, que irradian una energía peculiar. Y una voz sobre la cual no tiene sentido decir gran cosa. Basta volver a escucharla. Fue en aquel ya lejano concierto donde me enamoré del credo compuesto por Silvio Rodríguez. La trova no es muy lo mío, lo reconozco, pero algo encontré en esa canción que hasta entonces me era desconocida. Algo que a la fecha me hace estremecer cuando la escucho, particularmente en la voz de la Negra cantora.

viernes, 19 de junio de 2009

Algunas piezas

En estos días me he sentido con unas ganas y una necesidad inmensa de escribir. Aquí, allá, en cualquier parte. Y no he logrado hacerlo. Por unas u otras razones he terminado evadiendo semejante llamado. Puedo argumentar muchísimo trabajo, cansancio, mala organización, falta de inspiración. Todo ello es cierto, pero no sé si sean suficientes motivos. Sé, sin embargo, que lo he intentado sin éxito.

Hoy estoy más sereno. Muchas cosas, muchas ideas, muchas posibilidades, se acumulan dentro y a mi alrededor. Pero me siento sereno. Agradecido. Con ganas de descansar, pues la semana ha sido ardua, intensa, demandante. Pero al mismo tiempo ha resultado gratificante, estimulante, alentadora. 

Los cables se están cruzando mucho en esta cabecita. Pero no puedo dejar de decir que varias cosas han sumado notas enriquecedoras a las páginas intangibles del diario registrado en mi alma. Decía arriba que me siento agradecido. Y es que, pese a ciertas contrariedades, estoy obligado a reconocer una vez más que la vida me ha tratado bien. Más que bien. Agradecer que en mi camino ha puesto a gente de un valor inconmensurable. 

Comparto dos piezas del rompecabezas de esta semana. El miércoles cenaba con un querido ex-alumno, hoy amigo, cuyas palabras y reconstrucciones en torno a su propia biografía cimbraron nuevamente las raíces de todo lo que me ha mantenido en el mundo educativo a lo largo de una década. 

Un segundo componente de las jornadas recientes: mi repentina entrada como relevo de un chico de preparatoria en el montaje de una adaptación al Scapin de Moliére. El lunes recibí el libreto; tres días de ensayo y hoy una gran función. Por unos días, en medio de aplicar exámenes, calcular promedios finales y atender las demandas ordinarias —y extraordinarias— del colegio, me convertí en uno de estos chicos. Me divertí horrores con ellos. Y el resultado fue una deliciosa comedia callejera que sin duda se suma de inmediato al archivo de la historia personal de este individuo en construcción permanente.

Si alguien sigue ahí, leyendo las barbaridades que aquí se publican, gracias también, pues de una u otra manera, eres parte de esta historia.

Envío. Me adelanto por cuestiones de horario, pues en el viejo mundo es ya 20 de junio y amanecerá pronto. Envío, pues, un abrazo amoroso a la hermosa Tía Catarina, que cumple años. Te amo hermana. Aquí estamos, soñando y explorando un mundo saturado de bellezas en espera de ser disfrutadas.

viernes, 15 de mayo de 2009

Reflejos

En las últimas 48 horas el sol que venía aquejando a esta ciudad ha brillado por su ausencia. (Vaya paradoja.) A diferentes horas, el cielo se ha convertido en escenario perfecto para filmar alguna secuencia para las películas apocalípticas que se avecinan. Las tormentas eléctricas en la madrugada han resultado una aterradora banda sonora para una que otra de mis pesadillas. 

En medio del gris panorama, hay momentos de indescriptible luminosidad. Salir a caminar un rato después de un chaparrón resulta una experiencia siempre reconfortante. Los charcos evidencian el paso de un Tláloc enfurecido, o quizá la catarsis de un Indra que ya cargaba demasiado, o tal vez la celebración de un Chaak eufórico. Pese a su oscuridad, el agua acumulada en ellos permite que uno lancé una mirada apurada y encuentre algún rastro de su propio reflejo. 

En una de estas tardes, justo la tarde que las lluvias de mayo comenzaron a dejarse sentir, salí a caminar un rato por el barrio. Me topé con un parque de aquellos que se "amueblaron" en la década de los 1970 a lo largo y ancho de la Delegación Benito Juárez. Me refiero a pequeñas plazas en las que se instalaron juegos infantiles y piezas de concreto representando animales, todo ello entre caminos de piedras y círculos de colores. En un parque de estos R y yo jugábamos los domingos en que tocaba ir a misa cerca de la casa de abuelita. Aquellos gigantes de acero y concreto se convertían en toda clase de escenarios para nuestros juegos. 

La nostalgia se apoderó de mí por enésima vez en la semana. Saqué el móvil y tomé tres fotos para colgarlas aquí. No es el parque de mi infancia, pero sí son tres de las piezas que formaban parte de nuestra escenografía dominical. El paso previo de la tormenta por el barrio, acentúa sin duda el tono melancólico de las imágenes. Se parecen a mi reflejo en las charcas. Las observo. Cierro los ojos. Y me pongo a soñar unos cuantos juegos.



domingo, 3 de mayo de 2009

Atrapar el tiempo (III)

Desde que mi hermano y yo éramos todavía muy pequeños... Bueno... Desde que éramos más pequeños, el cine se hizo pronto parte de nuestras historias. A unas cuadras de casa estaba el imponente Cine Bella Época —en donde hoy está la librería Rosario Castellanos, del Fondo de Cultura Económica—. En esa sala llegamos a ver infinidad de películas. Recuerdo en particular, Travesuras de una bruja (Bedknobs and Broomsticks me entero que es su título original) y puedo vernos caminando con mi papá de regreso a casa, planeando la forma en que habríamos de recrear las escenas que más nos habían gustado. 

Un día, a través de unos vecinos, descubrimos un peculiar invento: los videocasetes. Nosotros aún no disponíamos de semejante tecnología, pero en la casa de enfrente pudimos, por ejemplo, descubrir y disfrutar varias veces Willy Wonka y la fábrica de Chocolate, otro clásico de nuestra infancia. Llegó cierto día la ocasión de tener nuestro propio reproductor beta en casa, lo cual no confinó la experiencia fílmica al cuarto de papás, pues las invitaciones a ver películas seguían teniendo anfitriones en sedes externas: la extravagante vecina de atrás de la casa, con quien vimos una y otra vez la versión animada de Robin Hood, y mi tía Y., con quien ir a quedarse un fin de semana era toda una aventura —era necesario ir "hasta" Tlalpan—. (Por cierto, en su casa vimos un montón de veces otra de mis all-time-favorites, The Sound of Music o La Novicia Rebelde, como le conocemos en México.) 

La videocasetera iba ligada a otra creación de aquellos tiempos: el video club. Además de alquilar películas en Video Centro, éramos socios en un video club más austero, cerca de casa de abuelita. Ahí encontrábamos con frecuencia películas menos conocidas, al menos para nosotros. En ambos casos, lo cierto es que llegábamos a rentar la misma película en varias ocasiones. (Eso cambió un poco cuando, ya entrando en la adolescencia, un compañero del colegio lograba copiar películas de un casete a otro, iniciando tempranamente su negocio de piratería.)

Pero más allá de la experiencia del cine en casa, siempre estuvo la asistencia a las grandes salas, para presenciar desde los taquilleros estrenos de aquellos días, hasta películas que a veces ya no sé si existieron o si fueron imaginadas por mí. 

Lo cierto es que algunas películas, ya fuese en la pantalla grande o en el televisor de casa, marcaron especialmente nuestra infancia. (Y digo "nuestra" pues aunque las huellas dejadas seguramente han sido distintas, estoy seguro que en algunos casos esa marca es igual de significativa.) Mientras escribo, vienen a mi mente muchos títulos por distintas razones. Desde hits ochenteros tan míticos como Cazafantasmas, hasta películas casi de culto en la historia de nuestra infancia, como F/X Efectos Especiales; producciones fantásticas como Regreso a Oz o íntimas como Milagro en la Calle 8; producciones atrevidas como Las aventuras del Barón Munchaussen o entretenidas a morir como Los Muppets toman Nueva York; clásicos como La Historia Sin Fin, o cintas hoy olvidadas, que no lograron ese registro en la historia y cuyos títulos ahora no soy capaz de evocar (¿te acuerdas una de extraterrestres?). 

Papá y mamá fueron obviamente responsables de todo esto en buena medida. Siempre estimularon mucho nuestro interés en cualquier cantidad de cosas, entre ellas el cine. 

Y toda esta cascada de recuerdos viene hoy porque ayer vi después de muchos años una de esas películas de nuestra infancia. Una que recuerdo sobre todo porque le encantaba (y seguramente él me pedirá que lo diga en presente: le encanta) a papá: Los dioses deben estar locos. La compré en DVD hace tres navidades, pensando en regalársela... y por alguna razón me la quedé. Nunca la abrí. Y ayer se dio la oportunidad de revivir la locura de esos dioses que arrojaron una botella de Coca-Cola al profundo desierto del Kalahari. Recordaba imágenes. Pero al mismo tiempo dudaba si realmente la había visto o sólo creía haberlo hecho. Lo cierto es que ayer sentí que la veía por primera vez. Y me encantó. Una película vista con otros ojos. Vista desde otra historia. Vista a ratos con nostalgia, casi escuchando al pequeño Ernesto a un lado, compartiendo ingenuos recuerdos. 

Una película que tiene un poco de todas las nostalgias que aquí he referido. Y que me deja con ganas de viajar en busca de muchas otras en las que permanece atrapado el tiempo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Varia

  • Muchos proyectos se conjuntan en el trabajo. Algunos más atractivos que otros, sin duda. Todos demandantes. Todos exigiendo su espacio, su tiempo. El martes pasado presentamos la obra de teatro de los chicos de secundaria y preparatoria; el resultado me pareció digno, y para algunos fue un avance con respecto a los dos años anteriores. Comienza la cuenta regresiva para la open school de pre-escolar y el Modelo de Naciones Unidas con los mayores; entre ambos, clases abiertas de inglés en la primaria y un par de proyectos que no sé en qué hora se me fueron a ocurrir, para los chicos de 5o y 6o de primaria. Cuando me doy cuenta, estoy más que involucrado en todo ello. Así que habrá que apechugar. Y mientras tanto, sigo metido en un par de lecturas que, entre tanta ocurrencia, avanzan pausadamente. Me urge acabar para compartir algunas reflexiones y arrancar con algunos de mis tantos libros pendientes. Al mismo tiempo, me he comprometido conmigo mismo a retomar esta semana mis proyectos de investigación. Más me vale llegar al viernes con un avance significativo para enviarlo a mis tutores en la UB.

  • Esta mañana nos escapamos Mariana, Monch y yo a San Ildefonso para recorrer la exposición Delirios de razón, del fotógrafo David LaChapelle. Cuesta trabajo encontrar palabras para describir las impresiones que sus imágenes pueden producir en uno. Habremos quienes nos identificaremos más que otros con la estética de este polémico artista, pero lo cierto es que resulta muy difícil quedar indiferente ante las provocaciones que lanzan sus imágenes. Todo muy bien. Sólo un reclamo, que con las exposiciones en este bello museo se está volviendo tradición: ni una postal, ni un afiche, ni un catálogo... nada que uno pueda llevar como evidencia de su paso por ahí.



  • Ayer celebramos 75 años sobre este mundo del querido tío Henry, hermano de mi padre. Ayer mismo tuve oportunidad de dar este abrazo en persona, pero hoy lo envío a través de bits, con mucho cariño y especial agradecimiento por ser uno de los más fieles seguidores de mis ocurrencias digitales. Qué mejor modo de celebrarte —a ti, más que digno representante de una generación de inmigrantes digitales que ha sabido ir a la vanguardia tecnológica, superando a muchos que según el calendario son y somos un poco más jóvenes— que enviando este abrazo a través de la Web 2.0, cuyas redes han venido a acercarnos más que los mismos átomos.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Con los aromas de la chimenea...

Mi Navidad está cargada de aromas y sonidos. El olor y el crujir de la leña en la chimenea. Aromas y sonidos que producen sensaciones paradójicas: huele a viento frío pero suena como un cálido abrazo. Aunque aquí no hay chimenea, el olor y el crujir de la leña son intensos. Cierro los ojos.

Faltan pocas horas para la nochebuena. Y Ernesto niño-adolescente se sienta un rato en la sala de la casa, cerca del árbol de navidad —árbol cargado de adornos un año, minimalista otro, antes lleno de muñequitos de todo tipo acumulados con el paso del tiempo, después con figuras temáticas y monocromáticas, otrora rodeado por luces de colores una fundida y dos no, ahora siempre con series de luces blancas que se encienden y se apagan a diferentes ritmos—. A lo lejos puede escucharse algún disco con música de la temporada. Desde la cocina se desprenden aromas que hipnotizan —¿cómo puede uno esperar hasta la medianoche para cenar? ¿cómo aguanta el estómago ese mágico tormento?—. En un rato papá estará presionando justamente al resto de la familia para salir a Misa —el resto, que primero era sólo mamá y más tarde eran mamá y R, después mamá, R y MJ, más adelante serían mamá, R, MJ y J, para finalmente ser mamá, R, MJ, J y M—. Y mientras el resto termina de prepararse, Ernesto contempla el árbol y se pierde en sus figuras y sus luces y sonríe y se llena de nostalgia y de pronto llora un poco. Y platica con Dios. 

Y le da gracias por la familia que le dio y por su hermano con quien ha creado historias y que ha crecido y ha seguido creando sus propios mundos llenos de magia y por sus hermanas que han sido su público y la materia prima de sus locuras —la primera que fue parte de sus juegos infantiles hasta antes de aquel verano en que a él se le fuera la fantasía y la segunda que fue y es motor de su hemisferio derecho últimamente apagado pero recién resucitado y la tercera que a veces es un poco su clon y cada vez más es un ser cuya magia le supera con creces— y por sus abuelos y por sus tíos y por sus primos y por sus pocos pero buenos amigos y por las cosas que tiene y las que no tiene porque seguramente no le conviene tener y por los dones que ha recibido y por los talentos aunque a veces y cada vez más se pregunta si ha sido capaz de aprovecharlos y hacerles justicia y compartirlos suficientemente con los demás y se da cuenta de que nunca es suficiente pero al mismo tiempo eso lo alienta a seguir adelante y por eso vuelve a dar gracias por tantas y tantas cosas... 

Y de pronto ya está el resto listo y es hora de salir a Misa. Y salen y Ernesto no deja de pensar en su lista de agradecimientos que cada año es más grande.

A ti, que indudablemente eres parte de mi lista este año, muchas felicidades.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Imágenes pendientes

Hace una semana Y alías K cumplió un año. Aquí algunas imágenes de la tarde en que festejamos su bautizo y su primer aniversario.


























Todo vestido de blanco...


























Bellísimo...


























¿Qué podían regalarle sus tíos Ernesto y M?...


























Cautivados por la marimba...


























Sobrino y Tío...



























Arrullado con la música de la marimba.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Diciembre 7

Se acerca el último minuto de un fin de semana que tuvo de todo. Bautizo. Cumpleaños. Comida. Cine. Lecturas. Más comida. Reencuentros. Y... más comida. 

Cada momento de estos tres días merece una ocurrencia por separado. Ahora mismo no creo tener suficiente cabeza como para dedicarle a cada cosa las palabras justas. Quizá en el transcurso de la semana tenga oportunidad de compartir divagaciones sobre algunas de tantas cosas. 

Por lo pronto, me preparo para un lunes más. Un lunes que me propongo dedicar a organizar un poco lo mucho que me espera para esta nueva semana. Y en ese proceso ir decidiendo qué diablos haré para festejar mi pronto arribo a los treinta y tres inviernos.

Es curioso, pero tengo la impresión de que diciembre solía ser un mes tranquilo, de asentamiento de lo que se fue procesando a lo largo del año, cuya serenidad sólo se veía violentada por las desatadas y enfermas compras navideñas. Pero este diciembre está resultando distinto. Gratamente distinto. Y sólo han pasado siete días. 

Envío doble. Esta vez la felicitación pudo hacerse en persona. Pero, ya que es la única de mis herman@s a quien no había festejado a través de la blogósfera, envío un cálido abrazo digital a MJ, que ayer cumplió años. Ayer celebramos, además, el bautizo de Y alías K. Y hoy compartimos la felicidad de haberlo recibido en este planeta hace 365 días. ¡Feliz cumpleaños a los dos, hermosa madre y luminoso hijo! 

[Es increíble cómo pasa el tiempo. Hace exactamente un año escribí el texto que días más tarde utilizaría para inaugurar mi blog barcelonés.]