miércoles, 9 de noviembre de 2016

El problema no es Trump

Para mis amigos y familia que viven en Estados Unidos.

Y para Amaya Marichal: tu voz hubiese sido un referente para muchos en estos días y en estos territorios de la virtualidad digital. Sigues con nosotros.

El problema, pienso, no es que el señor Trump haya sido elegido presidente de los Estados Unidos de América. Entiendo los enojos, los temores, la incertidumbre, pero me desconcierta la forma en que lo estamos procesando en este lado de la frontera. Para mí el problema (por el momento) no es Trump, pero sí hay muchos problemas que la coyuntura (una vez más) nos restriega en la cara.

Escuchando (y leyendo) a muchos amigos, conocidos y personas en general me sorprende una suerte de “malinchismo” dominante en nuestras reacciones. Y es que parece que nos gusta debatir con intensidad los problemas de afuera pero nos cuesta entrar a la reflexión sobre los asuntos internos. Supongo que es natural ser selectivo al decidir de qué problemas queremos quejarnos y entiendo que vivimos en un mundo global, pero me impresiona lo intensos que andamos con descalificar y juzgar al electorado gringo con su elección presidencial en contraste con muchas otras cosas que lamentablemente enmarcan nuestra cotidiana tragedia (¿tragicomedia?) nacional.

Lo sucedido nos afecta. Cierto. Apela a nosotros. Sin duda. Tenemos derecho a decir y quejarnos, no lo cuestiono. Lo que me sacude es la forma en que nos clavamos en eso y nos desvinculamos de lo que tenemos más cerca. No es la primera vez. Ya nos hemos criticado unos a otros por ponernos de luto ante atentados en Europa y no sumarnos ante las tragedias cotidianas en nuestro territorio. Y ahí vamos otra vez. Insistimos en ver las tragedias como excluyentes. Me hago (con seriedad, con inquietud) varias preguntas. ¿Por qué no somos capaces de emprender con la misma pasión acciones en lo inmediato? ¿Por qué reaccionamos con el hígado? ¿Por qué soltamos juicios tan ligeros y no nos detenemos a pensar en lo que está en el fondo de los tropiezos que los seres humanos estamos cometiendo en todas las latitudes?

Me gusta la idea de hablar del tema (como de casi cualquier otro, aunque eso también suela ser causa de descalificación para algunos). No pienso que por ser asuntos de otro país debamos quedarnos callados, pero si vamos a hablar del tema, sugiero dos cosas: no banalizar la conversación y no desvincularnos de ella.

Lo primero: no podemos quedarnos en los juicios fáciles, conformarnos con replicar las opiniones de la “comentocracia”. Los memes están bien para reírnos un rato y desahogar un poco las tensiones, pero a través de memes y frases sueltas producto de reacciones viscerales en nuestras redes sociales poco construímos. Discutimos y nos espantamos con el muro de Trump, pero poco hacemos por derribar los muros que nos dividen en el día a día. Nos quedamos con discusiones superficiales sobre las frases y ocurrencias más estridentes de éste como de cualquier otro candidato, pero poco hacemos para desmenuzar y desarmar las bases de una estructura que nos tiene postrados ante la banalidad. Insultamos a los votantes de un candidato (a mi juicio un candidato impresentable, cierto), pero con la misma falta de pensamiento crítico idealizamos a la señora que “pudo ser la primera presidenta de Estados Unidos”. No votar por ella ha sido señalado como sinónimo de misoginia. ¿En serio? ¿Significa que me debo ir preparando para votar por la Zavala en 2018 si realmente creo en la equidad de género? No sé qué hubiese hecho yo en caso de haber sido elector gringo. Seguro hubiera sufrido. Como he sufrido todas y cada una de las elecciones en las que he participado desde que cumplí 18 años. Sé también que conozco poco de la realidad norteamericana y de su historia, por lo que lejos de juzgar de "imbecilidad" o no la decisión de millones, quisiera entender qué lo hizo posible.

De lejos y de cerca tendemos a trivializar las cosas. Nos gusta reducir las cosas a blanco y negro y dejamos de lado la posibilidad de examinar los grises y explorar las raíces de los problemas. El problema no es Trump. Para entender (y nombrar) el problema sería necesario examinar qué ha sucedido en la humanidad para que un personaje así pudiera presentarse a una elección de esta naturaleza y haya encontrado eco en la mitad de los votantes de su país. ¿Qué problemas, qué temores, qué malestares viven quienes encontraron posibles respuestas en su estridencia? El sistema es macabro. Con Trump y sin él, las inercias de la maquinaria estructural sobre la que gira el sistema nos están llevando al diantre.

La banalidad facilita que nos desvinculemos de las reflexiones críticas. Aunque esto resulta más evidente en nuestra lectura de los problemas “ajenos”, sucede también con los propios. Algo anda mal. Lo decimos pero no nos lo tomamos tan en serio. Ahí están esos británicos “suicidas” que deciden abandonar la Unión Europea. Y esos colombianos “irracionales” que no aceptan la paz a pesar de todo lo que han sufrido. O esos europeos que insisten en elegir o reelegir a políticos para los cuales se nos han acabado los adjetivos después de Trump. Personalmente no coincido con las decisiones reflejadas por los mil veces citados procesos de Gran Bretaña o Colombia, ni con lo que sucede en España o lo que se esboza ya en Francia. Para mí la gran pregunta es qué hay detrás de todos esos procesos. Insisto: algo anda mal. Y cuando algo mal no es sencillo encontrar la manera adecuada de reaccionar.

Por algún lado hay que empezar y creo que lo más cercano es lo que más nos conviene. ¿De qué nos sirve a nosotros todo este panorama? ¿Qué nos dice de nosotros mismos? ¿Es posible construir una ciudadanía participativa, responsable, informada, crítica? Lo vivimos en 2000, en 2006, en 2012: confrontación visceral, descalificación irracional, ruptura… ¿Y el pensamiento crítico? ¿Y la capacidad de ver más allá de nuestras narices? Lo hemos vuelto a ver este año con la iniciativa por el llamado matrimonio igualitario (recién rechazada, por cierto, con la bandera de la "movilización de la sociedad civil"): la polarización alimentada desde la raíz y la aparente imposibilidad del razonamiento crítico, de la deliberación auténticamente democrática.

El problema no es exclusivamente Trump, pero me interesa hablar del problema que Trump representa si eso nos ayuda a dejar atrás la conversación banal y a vincularnos con los problemas que tenemos en lo más inmediato, sin ignorar los demás que por supuesto no son pocos.


¿Qué haremos diferente en México de cara 2018? ¿Y qué haremos diferente hoy, aquí y ahora, en nuestro radio de acción más inmediato?

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PD. Hoy más que nunca recomiendo una lectura de Zygmunt Bauman: Modernidad y Holocausto. Se los dejo de tarea para sumar a la reflexión y el debate crítico. Aquí las primeras páginas para abrir boca.

PD 2. Vaya paradojas. Leo a muchos mexicanos que insultan a Trump y celebran que no se aprobara hoy miércoles 9 de noviembre la iniciativa en favor de los matrimonios igualitarios: si vivieran en Estados Unidos hubieran votado probablemente por el candidato al que desde este lado insultan. A veces conviene revisar nuestro regulador de creencias políticas si no queremos caer en esta doble moral.