domingo, 7 de noviembre de 2010

Relatos de velorios y prohibiciones funerarias

La muerte y yo hemos llevado siempre una relación distante. No me he metido mucho con ella y ella ha sido recíproca conmigo. Esto puede sonar bien, el problema es que con el tiempo esa distancia se ha ido convirtiendo en una peligrosa indiferencia. Peligrosa porque no es real. Porque a ratos me despierto a media noche abrumado por el temor de que todas esas muertes que nunca he tenido cerca terminarán por acumularse y dejarse venir sobre mí de un solo golpe.

Mentiría si dijera que no tengo miedo a la muerte. El problema es que prácticamente nunca la he tenido lo suficientemente cerca. (Como con las reglas, hay una excepción a esta realidad. Una excepción que siempre me recuerda que es real. Intento escribir sobre ella y no lo consigo. Borro cada intento de línea ahora mismo. Y me queda claro que en algún momento tendré que hacerle frente y atreverme a describir esa partida que se llevó tantas cosas y que siempre he querido pensar que también dejó otras tantas.)

Decía, pues, que en general nunca la he tenido suficientemente cerca. De ahí que velorios y funerales siempre me han parecido rituales un tanto de ficción. Mi presencia en estos ha sido siempre ausente. Mi cuerpo asiste a los velorios cuando es necesario, pero mi alma suele quedarse a esperarle en la puerta. Quizá eso explica por qué me cuesta tanto trabajo narrar alguna anécdota funeraria.

Lo pienso y encuentro un funeral en el que quizá mi alma se hubiera animado a entrar, pero un océano estaba en medio y no pudo hacer sola tan largo viaje. Hace dos años y unos días murió la abuela. Yo estaba entonces en Barcelona y no fue posible asistir al servicio fúnebre con que se le despidió. Cuando volví a México visité, en medio de una de mis tantas crisis emocionales, el nicho donde se depositaron sus restos. Al día de hoy no puedo sino asumir como un acto de fe el que son sus cenizas las que están ahí y que no está escondida en algún lado intentando recuperar la soledad con la que vivió durante años.

Esa actitud de evasión que vivo frente a la muerte —actitud que por cierto parece dominar muchas otras dimensiones de mi vida— provoca que difícilmente me atreva a pensar en mi propio funeral. ¿Qué hacer y qué no hacer en él? Francamente me da un poco lo mismo. Me cuesta mucho trabajo hacer prohibiciones pues creo que al final lo que se hace o se deja de hacer en esas ceremonias es más para los vivos que para esos a los que están "despidiendo". Supongo que a través de esos rituales intentamos liberar una que otra culpa o tranquilizar en cierta medida nuestras conciencias. Así, pese a mi aversión a los protocolos, me viene dando lo mismo qué decidan hacer para darme ese "último adiós".

Ahora bien, si me apuran un poco y me obligan a lanzar alguna prohibición, creo que se resumiría así: durante mi funeral está prohibido quedarse con ganas de lo que quieran hacer. Quien quiera cantar que cante, quien quiera llorar que llore, quien quiera aplaudir que aplauda, quien quiera beber que beba, quien quiera gritar improperios a mis restos que no se censure, quien quiera vestir de negro no se oponga a quien elija portar un arco iris, quien busque silencio espero sea capaz de negociar momentos así con quien prefiera el jolgorio...

Quizá el único aspecto donde esta prohibición de no quedarse con las ganas pueda producir conflictos sea al momento de decidir qué hacer con mis restos mortales, pues uno no puede enterrarse de cuerpo entero 10 metros bajo tierra y a la vez ser arrojado en cenizas desde un cerro. Ante este posible dilema, solo puedo decir que preferiría la solución más ecológica posible. Aquello de mí puede reutilizarse, bienvenido un nuevo uso; si algo pudiera reciclarse para producir algo nuevo, adelante; lo que no sirva para un comino, que se reduzca pues a cenizas y ya está.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Soundtrack de mi vida (por si muero mañana)

De entrada me pareció que sería fácil. Mi única complicación inicial era definir un criterio para poner un tope al número de pistas que debería incluir mi banda sonora. Primero pensé en mi referente habitual: 80 minutos. Pero me pasaba por poquito y no quería dejar fuera ninguna de las piezas que ya había elegido. Entonces vino la idea: una por cada año de vida transcurrido hasta el día de hoy. No quiere decir que cada canción corresponda a cada vuelta que he dado alrededor del sol. De algunas épocas apenas tengo conciencia y difícilmente soy capaz de evocar sus sonidos; en cambio, hay años atiborrados de canciones muy concretas.

Una vez definida la cantidad de melodías, vino el proceso de selección. Algunas se escogieron solitas, en otros casos tuve que escarbar un poco más con tal de invocar lo que podía estar sonando a mi alrededor, sobre todo en esos años casi borrados de mi memoria. Entre las elegidas, hay piezas de las que puedo asegurar que cambiaron mi vida marcando en sí mismas un antes y un después; otras simplemente fueron testigos casuales de momentos o periodos que marcaron un antes y un después; algunas más ayudan a completar el juego de esas etapas que mi conciencia no tiene muy claras pero que sin duda habrán estado llenas de pequeñas grandes cosas.

Va pues la lista. Intentaré justificar la selección, aunque anticipo que en ciertos casos me reservaré los detalles.

1. "This is my life", Shirley Bassey. Esta canción es algo así como el prólogo de lo que vendrá. Es la primera pero no es una canción de mi infancia, pues descubrí a Bassey hace menos de una década, a través de una compilación que se titula como esta canción. En fin, la letra lo dice todo.

2. "Nosotros", Eydie Gorme y Los Panchos. No sé qué edad tendría, pero sé que no llegaba a los 10 años cuando me topé con esta joya mientras curioseaba la colección de discos de 45 rpm de mi mamá. No me pregunten qué me cautivó de esta melodía, pero lo cierto es que se convirtió de inmediato en una pequeña y secreta obsesión. Mi debilidad inicial por esta grabación era el sonido en sí mismo: la deliciosa voz de Eydie Gorme y la sutil cadencia del ritmo del bolero. Con el tiempo, fue la letra la que se apoderó de mí. A la fecha me pregunto aunque me digan que no me pregunte más: ¿por qué deben separarse si no es falta de cariño?, ¿por qué decir adiós en nombre de ese amor? Sigo sin respuestas que me convenzan.

3. "Todo se derrumbó", Emmanuel. Esta se me atravesó en un acetato de 33 rpm. Íntimamente. A la fecha creo que es el mejor disco de Emmanuel. Lo chistoso es que eso pensara yo a los 10 años. Elijo esta canción en particular porque, igual que "Nosotros", se me grabó en la cabeza muy pronto. Y sigue ahí desde entonces.

4. "On Earth as in Heaven", Ennio Morricone. La historia de mi temprano encuentro con Morrcione y la banda sonora de La Misión, está registrada por aquí, así que no me extiendo más.

5. "La fuerza del destino", Mecano. Descubrí al trío español en primero de secundaria, durante un paseo a Veracruz con compañeros del colegio. Viajábamos en el auto de algún maestro que llevaba puesto el cassette de Descanso Dominical. Me enamoré del álbum de principio a fin. Con el tiempo, eso de "pero la fuerza del destino / nos hizo repetir", se ha convertido en otra de mis obsesiones musicales. La música de Mecano es la música de mi adolescencia. Punto.

6. "Somewhere", Leonard Bernstein & Stephen Sondheim. Aquí puede que esté rompiendo un poco la cronología, no lo sé. No tengo muy claro en qué momento se cruzó el emblemático tema de West Side Story en mi camino. Recuerdo que fue a través de una grabación en vivo de Barbra Streisand. De ahí pasé a la película y el resto es historia. Para mí WSS es la película. Y "Somewhere" me parece una de las canciones más hermosas de todos los tiempos.

7. "Castillos en el aire", Alberto Cortez. De nuevo, ni idea de cómo llegó esto a mis oídos. En su momento me pareció simplemente una canción divertida. Con los años se ha vuelto terriblemente poderosa. (Para el anecdotario: es una de las canciones que más gozo cantar en un karaoke.)

8. "Con los ojos cerrados", Gloria Trevi. Elijo esta porque tengo que elegir una. Como Mecano, la Trevi fue parte clave de mi adolescencia. Pero, a diferencia del trío español, fue una de esas debilidades secretas. Hoy lo admito sin broncas: me encantaba y me encanta. Uno puede tener sus gustos culpables, ¿qué no?

9. "Phantom of the Opera", Sarah Brightman & Steve Harley. Estaba en el primer año de preparatoria cuando compré The Premiere Collection de Andrew Lloyd Webber. Fue mi primer contacto con este musical que un par de años después marcaría mi vida. (Soy de los que cree que el fantasma es y será siempre Michael Crawford, pero cito la versión de Harley por ser la primera que tuve y la que me enganchó en aquel entonces.)

10. "Holiday", Madonna. The Immaculate Collection fue uno de mis cassettes predilectos siempre. Pero mi casi devoción por la reina del pop nació el día que la vi en vivo por primera vez, en el entonces provisional escenario del Autódromo Hermanos Rodríguez (hoy, Foro Sol). No hay forma de describir cuando en la recta final del concierto sonaron las primeras notas de "Holiday". Mi piel aún recuerda ese momento. (La liga manda a la versión del Girlie Show, la gira de aquel mítico concierto.)

11. "Como hemos cambiado", Presuntos Implicados. Llegan años donde la secuencia se me pierde. Estoy ya en la licenciatura. Y este tema de Presuntos era nuestro tema. En cierto modo lo sigue siendo.

12. "Iremos juntos", de Vaselina. Quienes conocen la historia no necesitan detalles. Verano de 1995. Con el tiempo, un periodo que ha ido tomando su justo lugar en mi biografía. No sería el que soy sin ese verano.

13. "Las mil y una noches", Flans. La canción era ya un clásico en esos días. Una canción que acompañó quizá mis mejores momentos como universitario.

14. "Because you loved me", Celine Dion. Sí, soy fan y no tengo por qué negarlo. Pero esta canción no está en la lista por la cursi debilidad que siento por esta mujer, sino porque fue el tema que bailé con mi hermana MJ el día que celebramos sus 15 años. Solo describirlo me arranca nuevamente una lágrima y me recuerda lo difícil que es crecer.

15. "I will survive", Gloria Gaynor. Como con tantas canciones, me cuesta trabajo explicar cómo surgió mi fascinación por ésta. Por más trillada que esté, nunca me cansaré de escucharla. Es además una canción llena de momentos. Para fines de mi banda sonora, es además la representante de mi lado discotequero, ese lado que ya dos veces he tenido la dicha de celebrar brincoteando acompañado en vivo y en directo por la voz de la mismísima Gloria.

16. "Il dolce suono", de Donizzetti. Concretamente, en la versión que aparece en la película de El Quinto Elemento. Cuando vi la peli de Luc Besson no sabía que lo que escuchaba en la épica escena de la Diva era un aria de Lucia de Lammermmoor. Tendrían que pasar años para que me atreviera a explorar el mundo de la ópera, pero la ciencia ficción había ya sembrado esa semilla. (Hoy, la escena de locura de Lucia es sin duda una de mis grandes obsesiones, al grado que vivo coleccionando versiones.)

17. "Vesti la giubba", Luciano Pavarotti. La semilla que depositó Besson germinó poco después con Pavarotti y sus amigos. Compré un par de sus discos por "borrego", lo confieso. Y con el tiempo agradezco a esa serie de grabaciones el haber derrotado mis prejuicios y haberme atrevido a explorar sin temor el mundo del bell canto. Sobre la pieza en particular, el canto del payaso que antes de salir a escena descubre la traición de su mujer es para mí casi un himno.

18. "Para vivir", Pablo Milanés. Otro giro. No sé el momento, pero esta canción se me coló a las venas desde la primera vez. Hoy, la escucho y confieso que me estremece su sentido casi profético.

19. "I saw no shadow of another parting", Kiri Te Kanawa. Se trata de una sencilla pero poderosa aria compuesta por Patrick Doyle para la película Great Expectations, de Alfonso Cuarón, basada en la obra de Charles Dickens. La letra está tomada literalmente de un pasaje de la novela. Su valor para mí es infinito pues encierra muchas cosas: libro, película y banda sonora son de mis favoritas cada una en su respectiva categoría. Además el disco representó para mí el hallazgo de Te Kanawa, a quien desde entonces admiro y sigo fervientemente.

20. "Favola", Eros Ramazzotti. Sigo atrapado entre 1995 y 1999. En esos años, esta fábula, inspirada en un texto breve de Hermann Hesse, era para mí una especie de micro-biografía musicalizada con la que solía torturarme a ratos.

21. "Balada para un Loco", Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Se acercaba el final del siglo XX y yo descubría el folclor argentino a través de un espectáculo llamado Forever Tango. Hacia el final del show aparecía esta obra maestra del poeta Ferrer con música del genial Piazzolla. "Ya sé que estoy piantao..." Y así, a ritmo de tango nuevo, de nuevo cambió mi vida.

22. "Bésame mucho", de Consuelo Velázquez, en todas las versiones de músicos callejeros, particularmente en las plazas y transportes públicos de París, Roma, Florencia, Barcelona... En distintos viajes durante los primeros cinco años del nuevo milenio, eso de "como si fuera esta noche la última vez" se aparecía con inesperada magia en los momentos y lugares más imprevistos. Y siempre conseguía arrancarme una lágrima de nostalgia.

23. "The way you look tonight", Frank Sinatra. Lo que escriba sobre el sentido de esta pieza será insuficiente. Baste decir que dejarla fuera de mi banda sonora sería excluir una de las partes más valiosas de mi vida.

24. "Huapango", de Moncayo, con la OSN. Y un día me fui a Barcelona, sin saber naturalmente lo que implicaría esa aventura. Allá, entendí por qué hay quien dice que esta obra de Moncayo es como el segundo Himno Nacional Mexicano. Y sobre eso escribí desde Catalunya algo que aún puede leerse por acá.

25. "When your mind's made up", Glen Hansard y Marketa Irglova. Una canción tremendamente poderosa, inevitablemente asociada a un periodo que terminó provocando nuevos giros imprevistos en la gráfica de mi existencia.

26. "Esta madrugada", Amaral. Sucede con este dúo algo semejante a lo que me ocurre con la canción anterior. Son piezas que quizá por estar aún tan cerca en mi biografía no consigo traducir con claridad. Pero ahí están.

27. "Vuelvo al Sur", Astor Piazzolla. Y un día regresé al Sur... distinto, en cierto modo distante. Por momentos incapaz de incorporar los sueños recuperados a la realidad circundante. (De nuevo, Piazzolla: el primer compositor —creo que será el único— que se repite en esta lista.)

28. "Camins", Sopa de Cabra. "Mai no es massa tard per tornar a començar..."

29. "Two out of three ain't bad", Meat Loaf. Jim Steinman tenía que aparecer en algún momento de mi soundtrack. Cronológicamente parece que la canción debería ir mucho antes. Si bien hace años que es parte de mi fondo musical, recientemente ha tomado nuevos significados. Y cambia todos los días.

30. "Nice 'n' easy", Frank Sinatra. Es muy pronto quizá para hablar sobre por qué meter de nuevo a La Voz y por qué con este tema. Pero me pareció que no podía dejarla de lado.

31. "La longue route", Yann Tiersen. Era necesario incluir a este músico francés. Muchas eran mis opciones y elegí una a modo de sintetizar todo lo que representa su música en mi vida desde hace una década. Esta melodía fue una de las que escogí para anclar una reciente escapada a Peña de Bernal. Es una anécdota larga que quizá convendría recuperar en otro momento. Para fines de este ejercicio, diré solo que la música de Tiersen me ayuda a registrar esos momentos que no puedo permitirme olvidar.

32. "E lucevan le stelle", Plácido Domingo. Otro que no podía quedarse fuera en la banda sonora de mi vida al día de hoy es Giacomo Puccini. Elegir una pieza me resulta particularmente difícil, pues casi podría contar mi vida con una una antología basada exclusivamente en arias de este compositor. Escogí este momento casi final de Tosca por el sentido que a estas alturas de mi lista producen sus versos finales: "L'ora è fuggita... E muoio disperato! E non ho amato mai tanto la vita!"

33. "La Martiniana", Susana Harp. La letra del poeta Andrés Henestrosa explica por sí misma el sentido que cumple esta pieza. "No me llores, no, porque si lloras yo muero. En cambio, si tú me cantas..."

34. "Somewhere over the rainbow / What a wonderful world", Israel Kamakawiwo'ole. Sí, para cerrar mi lista hago trampa y cuelo dos en una. Dos canciones que podrían ir en cualquier momento de mi cronología. No sé cuándo las escuché por primera vez. Sé que tengo muchas versiones de ambas. Y en esta grabación no solo se combinan sino que lo hacen de una manera que siempre me arrebata una sonrisa (y de vez en cuando una lágrima). Dentro de ambas melodías están el que fui, el que soy y sin duda el que seré... Están mi familia, mis amigos, mis amores, mis dolores, mis esperanzas, mis sueños...

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Reviviendo de entre los muertos

Hace dos meses baje la cortina de este changarro, no por falta de cosas por decir, sino por una inmensa y creciente dificultad para utilizar las palabras al intentar referirme a mí mismo y a mi vida. Además, por diversas razones sentí que el espacio no respondía más a mi presente. En algún otro rincón empecé a liberar una que otra palabra, sin conseguir mucha continuidad, al menos hasta ahora.

Paradójicamente el Día de Muertos me ha traído una oportunidad para dar nueva vida a este espacio. La 3a Semana Mortuoria, convocada este año por mis queridos Jacka y JuanPa, me da el pretexto para desempolvar el teclado e intentar decir dos o tres palabras. Así pues, empiezo hoy a compartir algunas ideas a partir de esta convocatoria que ya se convierte en tradición. Veremos si después de esta pequeña resurrección, sucede algo más con esta libreta virtual. Por lo pronto, en un rato cuelgo mi primer texto mortuorio de 2010.