viernes, 24 de agosto de 2012

Buscando palabras

Sin palabras. Así ando. ¿Existe una palabra para describir esta condición? No, no una frase: una palabra. Busco un adjetivo, está claro. Y no dudo que exista, pero en congruencia con el estado que lamento, no la encuentro. Como tampoco encuentro las que necesito para contar tantas cosas. Pasa esto, pasa aquello, y me digo siempre: "Voy a escribir algo acerca de esto" o "de aquello". Pero cuando el momento llega... nada: las palabras se escabullen y me dejan ahí, solo, perdido, abandonado (evocando a Manon Lescaut, quizá justamente porque no encuentro palabras mías).

Cierto: he tenido mucho trabajo. O me lo he inventado y me lo he creído. Da lo mismo. El hecho es que mi cuerpo y mi espíritu terminan cada jornada en un estado de agotamiento que no alcanzo siquiera a pensar con claridad. Trazo algunos garabatos, leo lo que otros comentan por aquí o por allá, y me quedo dormido para despertar cinco horas después a reiniciar el bucle en el que llevo atrapado varios días. (Con dignas excepciones los fines de semana, es verdad. Pero son excepciones tan intensas que termino refugiándome en ellas igual que en el trabajo, dejando de lado eso que palpita en un rincón intangible de mi alma.)

En fin. Son tantos los temas que he querido compartir acá (o en alguna otra libreta, de papel o digital), que pronto los he ido olvidando. Regresan a veces, a recriminarme que no les haya dedicado siquiera un par de párrafos. Están ahí muchas lecturas (en particular dos libros de Guadalupe Nettel), muchas películas (destacando las más recientes de Woody Allen y Christopher Nolan), mucho teatro (de todo género), mucha música (aquí la lista parece infinita...). Está, por supuesto, la impresionante función de ópera, el pasado domingo, en mi refugio espiritual de esta ciudad zapatera. Y hay tanto que decir de esa bohemia, que sin las palabras que me parece incluso indigno mencionarla en este soliloquio que parece trasnochado y que escribo en este paréntesis que he abierto antes del ocaso... Porque con la oscuridad llegan las ansias de escribir, pero se acentúa la ausencia de palabras. Y no tarda en anochecer.

Espero, pues, volver pronto. Recuperar las palabras. Recuperar lo que prometí al inicio de este año. Porque esa promesa es una deuda conmigo que se vuelve implacable cada vez con más frecuencia. Cada vez con más fuerza.

miércoles, 1 de agosto de 2012

El "error" de Elenita

Aquí sigo. Lidiando con largas jornadas y viendo cómo se acumulan numerosos temas e ideas que me gustaría compartir en alguna de mis libretas digitales. Ya ando preparando varias cosas para actualizar la mayoría de ellas. Pero mientras eso sucede, me topo con un tuit sobre el más reciente traspié de Elenita, como le dicen a la Poniatowska. Quise responder en uno o dos trinos, pero me di cuenta que el límite de caracteres no me permitía desarrollar con claridad mi argumento. Así que aprovecho la pausa de comida para acudir a esta plataforma.

Entiendo que la octogenaria señora Poniatowska no cuente ya con la lucidez que pudo caracterizarle siendo más joven, pero no veo de qué modo eso pueda justificar que sucediera lo que sucedió. La anécdota en un par de líneas: en un texto dedicado a la vida y obra de Jorge Luis Borges, la mexicana atribuyó al argentino un texto que hace años circula en correos electrónicos como si hubiese sido escrito por éste. El comentario de Poniatowska, por lo que entiendo, logró librar algunos filtros pues el libro en cuestión se editó y llegó a las librerías pasando por alto esta torpeza.

Leí por primera vez el texto "Instantes" hace por lo menos década y media. Fue uno de los primeros llamados "forward" que saturaron mis tempranas cuentas de correo electrónico. En aquellos días un profesor de literatura en la universidad compartió con nosotros, sus alumnos, los motivos por lo que costaría trabajo creer que ese texto podría haber sido escrito por el célebre poeta argentino.

Hace tiempo se insiste en el carácter apócrifo del material en cuestión —bastante cursi, si me permiten un juicio personal al respecto—. Se supone es traducción de un texto de la estadounidense Nadine Stair —cosa que tampoco me consta, pues no conozco el original—. Ni en forma ni en contenido habría motivo para justificar la creencia de que Borges pudiera haber escrito esas líneas. Tan absurdo creerlo como aceptar que Gabriel García Márquez hubiese escrito aquel tristemente célebre "poema" del comediante Johnny Welch que durante años se ha adjudicado al Nobel colombiano, en otro de esos correos que hace años nos dejaron ver el potencial viral de las plataformas digitales —y que todavía circula por ahí, no tengo duda.

Leo más notas sobre el "error" de Elenita y más me enfurece. No fue una declaración casual. Tampoco un texto redactado con alguna presión editorial. Se trata, según parece, de la revisión de una entrevista que ya antes había sido divulgada. Es decir: la escritora "corrigió" su texto incorporando falacias. Eso es más que una confusión: es mentir y manchar un documento que de suyo poseía un determinado valor histórico y periodístico.

Sin afán de hacer de éste un asunto político, no puedo evitar reírme de quienes insistían en querer convencerme de lo acertada que era la propuesta del candidato de las izquierdas al proponer a Elenita como parte de su gabinete, para dirigir los esfuerzos culturales del posible gobierno. En mucho coincido con la plataforma de la izquierda, pero no somos pocos los que siempre señalamos lo ridículo que resultaba aquel planteamiento, por más homenaje que quisiera simbolizar ese gesto.