martes, 9 de febrero de 2010

Twitter, medios y redes...

La última vez que vi a León Krauze en persona fue hace ya más de diez años, cuando él se graduó uno o dos semestres antes que yo. Durante la segunda mitad de la licenciatura, compartimos algunas clases y estuvimos metidos en algunos proyectos que nos hicieron coincidir. Quizá lo que más me liga a él en esa etapa fue cuando a un puñado de "intentos-de-líderes-estudiantiles" —entre los que me contaba yo, por supuesto— heredamos por un par de semestres la organización de los celebérrimos premios KROLBA —celebérrimos, claro está, entre los que los conocíamos—. (Vale, es una referencia local, pero escribiendo en mi blog supongo se me disculpa.) El caso es que nos graduamos y punto. Como con tantos —hasta con mis más cercanos compañeros—, cada quien su vida.

Así que no diré que es o era mi amigo: primero, porque no lo es ni lo era; segundo, porque para lo que me interesa decir eso es irrelevante. Sin embargo, lo conocí lo suficiente como para afirmar que es un tipo inteligente y educado. Con este segundo adjetivo no pretendo decir que sea estudioso —que sí lo es—, sino que tiene modales, que es respetuoso, que sabe discutir. Eso implica ser educado. Dejé de verlo y hace un par de años supe que llegaba a la W; eran los días posteriores a la salida de Aristegui, días en que yo andaba todavía instalado en Barcelona —¡cómo pasa el tiempo!—. Me alegró saberlo, como siempre que uno sabe que le va bien a alguien por quien siente aprecio o piensa simplemente que lo merece. De ahí a entonces, por azares del destino, poco lo he seguido, aunque siempre que le escucho en la radio o le leo en algún medio impreso, me da gusto.

Traigo esto a colación porque esta mañana, cuando entré al Twitter nomás por pasar lista, me encontré una interesante polémica sobre el texto que León publicó hoy en su columna de Milenio. Más allá de los que, como en cualquier controversia, sólo debaten consigo mismos —esos que no escuchan, sólo hablan y se rasgan las vestiduras; esos que, digo yo, me dan "ternurita"— me pareció interesante la argumentación de otros twitteros en mi línea de tiempo. Me refiero a sujetos articulados que, como el mismo León, respondían educadamente y con ganas de construir algo, y no sólo aferrarse a una idea estableciendo un monólogo disfrazado de debate.

Cuando hablamos —escribimos— esperando solamente reforzar nuestras posiciones, incapaces de otorgarle al otro el lugar de interlocutor y atender a sus razones, la "conversación" resulta estéril. Cuando nos reconocemos como participante del diálogo, suceden cosas. Y haciendo que sucedieran, León llevó el asunto a su programa de radio el mediodía. Y gracias a que en este pueblo es posible escuchar la W en la amplitud modulada, conseguí escuchar la charla en la que David Aponte y Gabriela Warkentin expusieron puntos de vista que ayudaron a complementar el cuadro. Con ganas de sumarme al asunto —total, aquí puedo decir cuanto quiera, alimentando al menos mi diálogo imaginario con las perspectivas de otros— me puse a escribir algo sobre el tema.

El disenso se generaba desde la premisa de partida: ¿es Twitter un medio de información o es una red social? Argumentos de un lado y argumentos del otro. En mi perspectiva, el problema radica justamente en que es ambas cosas a la vez. Y lo es de una forma que ninguna otra herramienta lo había sido hasta ahora.

Me explico.

Primero. Cuando hablamos, por ejemplo, de la televisión, usamos la palabra "medio" para referirnos a dos realidades: al medio en general —la televisión— o a un medio en concreto —Televisa, Azteca—. En radio, en prensa, sucede lo mismo: están la radio y la prensa, pero están la W, MVS, Fórmula, El Universal, La Jornada, Reforma... En los tres casos que refiero —televisión, radio, prensa— los generadores de contenidos son unos que están —todavía, pero quizá no por mucho tiempo— de un lado, mientras los consumidores, del otro, reciben lo que los otros, unilateralmente —bueno, con la guía de los estudios de mercado— deciden. Ahí están ellos y de esta lado —insisto, todavía— nosotros. ¿De acuerdo?

Segundo. En las llamadas redes sociales, convive un universo de usuarios que colocan —que colocamos— parte de sus vidas en internet, al acceso una inmensa cantidad de personas. Ahí, desde identidades reales, ficticias o —la mayoría de las veces, consciente o inconscientemente— híbridas, se cuenta lo que se piensa, se describe lo que se hace, se comparten imágenes de uno y de sus amigos, se comparte música, se juega al granjero y se abren galletas de la suerte. Todos en igualdad de circunstancias. Hasta hace poco esto era así. Con la llegada de Twitter —ciertamente definido por su creador como un "medio de información"— las cosas empezaron a cambiar cada vez más rápido.

Con lo dicho hasta aquí, tenemos que yo, por más que quiera, no tengo capacidad de emitir un noticiario por televisión abierta en horario estelar; no puedo generar un debate de profundidad el domingo en la radio, mientras otros transmiten un partido de soccer; no puedo sacar mañana una revista "de contenido" para que sea distribuida en todos los Sanborn's del país.

Pero sí puedo twittear. Y ellos también. Y el canal en el que ambos —ellos y nosotros— lo hacemos, es el mismo. Estamos, de alguna manera, en igualdad de condiciones. Podemos respondernos. Podemos replicarnos, retransmitirnos. Remitirnos unos a otros, involucrar contenidos de aquí y de allá. De alguna manera tenemos, entonces, un medio de información y una red social. Hablar de someter la dinámica de una red social a los principios del periodismo o de sojuzgar su poder informativo a los usos y costumbres que nacieron con las redes sociales me parece, al menos, un sinsentido. Lo único que veo es que necesitamos nuevas categorías para debatir estos asuntos. Y por eso creo que discusiones como la que se desató mi ex-compañero esta mañana, son bienvenidas... y necesarias.

Apunte. Toda esta cuestión, sumada a una conferencia que escuché ayer —también gracias a Twitter—, pone sobre la mesa muchas cosas que más me vale atender. ¡Me urge retomar la tesis! Hablando de medios y redes, hay una idea de McLuhan que necesito seguir explorando. A ver a qué hora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

The medium is the message.
Me encantó la claridad . MUY.
Lupe