martes, 16 de febrero de 2010

Omara

Para variar, el cansancio y el exceso de pendientes compiten y me arrebatan el tiempo de venir y contar todo lo que quisiera. Para salvarle de morir en el tintero digital de mis buenas intenciones, apuesto por compartir aquí la experiencia del sábado por la noche en la Calzada de las Artes de León, Gto., donde estuvo la mismísima Omara Portuondo.

A sus 79 años, la mujer es una auténtica diosa. Ya un par de veces la había visto en vivo, acompañada primero por la alineación original del Buena Vista Social Club y después en una gira del mismo colectivo cuando éste ya mostraba algunas bajas. Esta vez era ella sola, con toda su inmensidad. En un foro abierto —al aire libre y con entrada libre—. Llenando la noche con nostalgia y energía.

La mezcla de su sangre cubana con el espíritu del jazz que la habita, hizo de la velada una experiencia única. La primera hora se la echó sin descanso, con un repertorio dominado por su más reciente producción, Gracias. Cedió luego unos minutos el escenario a sus maravillosos músicos para regresar una última media hora con un par de encores incluidos.

No me alcanzan las palabras para describir lo que me provocó su voz, su presencia. Baste decir, como escribí al día siguiente en Twitter, que si llego a los 80 con la mitad de esa energía, me doy por bien servido.

Aquí dos pequeños ejemplos de lo que vivimos esa noche. Los videos corresponden a su participación en el Northsea Jazz Festival en 2008; así estuvo aquí el sábado y así cantó ambas canciones: con esa calidad, con esos músicos, con ese entusiasmo.


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