lunes, 25 de enero de 2010

Varia

Llevo muchos días sin detenerme aquí. Días anotando frases por doquier y grabándome mensajes de voz recordatorios para posibles entradas. Son cerca de las once de la noche y, aunque estoy exhausto —como cada lunes de estos que comienzan a las tres y media de la mañana— me decido a soltar algunas cosas aunque sea en formato de telegrama.

- De libros y moralinos... En esta zona del país hablar de venta de libros es referirse a Librerías Gonvill. El viernes escuchaba una entrevista con Elena Sevilla, quien relataba que en esta cadena se negaban a vender sus novelas De chica quería ser puta y De princesa a perra, por considerar que sus títulos no eran aptos para la gente decente que frecuenta sus establecimientos. Cuando preguntó por qué sí vendían Memoria de mis putas tristes de García Márquez le dijeron que cómo se comparaba con el Nobel. En fin, Gonvill sería algo así como la versión en librería de la Farmacia Guadalajara.

- Del camino... Durante seis meses he recorrido más de 20,000 kilómetros de carretera. Dos cosas me vienen a la mente cada fin de semana que vengo o voy. Primero, este país entero está en obras, en reconstrucción permanente; no deja de ser una potente metáfora de los tiempos que vivimos. Segundo, ¿por qué demonios nadie en México se siente digno del carril de la extrema derecha? (Y hablo literalmente, sin connotaciones ideológicas, por supuesto.) Sucede que cuando uno tiene tres o hasta cuatro carriles de autopista para transitar, el carril destinado a tránsito pesado va siempre vacío: trailers, autobuses y carcachas se rebasan unos a otros ignorando la existencia de ese virgen carril. Y luego se quejan de que uno se desespere y termine rebasando por la derecha.

- De cine... Este fin de semana me eché doble función de cine, con ganas de recuperar el promedio después de un año en que inexplicablemente me mantuve lejos de las pantallas. Gocé plenamente Up in the air: una de esas delicias para recordar que el cine puede ser divertido, inteligente, original y artesanal a la vez. Inevitable por momentos verme reflejado en el solitario protagonista sin hogar para luego volcarse sobre la metáfora de lo que uno lleva en su back-pack. Excelente, pues. Y luego repetí la de Sherlock y me divertí nuevamente como enano, qué le vamos a hacer, esas son las pelis que me gustan. [Por si quieren buscar Up in the air en la cartelera, se exhibe como Amor sin escalas, pero, por favor, hagan como si nunca hubieran leído semejante bodrio de título, simplemente porque no tiene sentido.]

- ... Y de retrogradas... En general, no me gusta meterme en política. Al menos no en este espacio. No me identifico con ninguna corriente en particular y a veces me califican de volátil o inconsistente. Pero hay cosas que de plano me prenden. Como ésta. En días recientes el Partido Acción Nacional del Distrito Federal organizó un sondeo que —sin ningún rigor metodológico, por supuesto— pretende demostrar que la gente se opone a los matrimonios entre personas del mismo sexo y a la posibilidad de que estos adopten hijos. Más allá de lo que la gente opina —cosa que, por cierto, se puede analizar con más seriedad en numerosos sondeos— me encabrita la tercera pregunta de su ridículo ejercicio: "¿Cree usted que un niño adoptado por homosexuales sería víctima de discriminación por parte de sus compañeros de escuela?" Podrán estar a favor o en contra del asunto, y seguro tendrán sus razones. Pero lo que me enoja de la pregunta es que parte de un criterio absurdo: evitar que un niño sea adoptado es evitar que lo molesten sus compañeros. Siguiendo ese criterio, no deberíamos evitar sólo que las parejas del mismo sexo adopten, sino prohibir también que los niños sean gorditos, que a un niño no le guste jugar soccer, que los niños usen lentes... ¡Imagínate! ¡Si permites que tu hijo use gafas corre el riesgo de ser acosado por cuatro-ojos! Me explico: detrás de una pregunta tan pendeja (creo que es la primer "palabrota" en mi blog) está una concepción que niega el respeto a la diversidad y propone en su lugar promover la homogenidad: ¡que todos sean iguales para que nunca los molesten por diferentes!

Me quedo con algunas para más adelante en la semana: algo más de cine, algo más de lecturas... En una de esas, algo más sobre mí.

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