lunes, 18 de enero de 2010

Algo de cine

El arranque de este año ha sido particularmente vertiginoso. Demasiadas cosas. Muchas notas acumuladas. Poca voluntad para dedicarme a lo que oficialmente resulta prioritario. Y a ratos incluso falta de energía para un poco de solaz y esparcimiento. Pero estoy ya en proceso de auto-rehabilitación, recetándome una que otra ida al cine, recuperación de alguna peli de mis pendientes en DVD y ratos para leer algunos de los libros acumulados a la lista de espera. También como parte de mi tratamiento para evadirme de las penas y los corajes que me hace pasar el mundo, me he indicado hacer aquí una pseudo-micro-reseña colectiva de algunas pelis del 2009, con el pretexto de la recién entrega de los Globos de Oro, que para variar —y como sucede siempre con este tipo de premios— han desatado las eternas polémicas sobre lo "justo" o "injusto" de los fallos, como si se pudiera esperar de semejantes entregas algo así como el auténtico veredicto definitivo sobre lo que es el "buen" cine.

Así que me voy directo: ni me sorprende ni me enfurece que Avatar ganara como mejor película. (¿Como por qué habría alguien de enfurecerse si no es en todo caso el que se quedó literalmente sin algún premio?) No digo que necesariamente se trate de "la" película, pero ¿realmente es una basura llena de efectos que no merecía ni la nominación? Vamos, estos premios son para lo que son, y esperar mucho más de ellos a estas alturas es por lo menos ingenuo.

De las cinco que competían para mejor película "dramática", sólo he visto dos: la ganadora y la de Tarantino; y ciertamente la segunda me parece una joya. Desde diversos criterios puede incluso calificarse de superior. Y, sin embargo, resulta difícil negar que Avatar ha reinventado al cine como industria del entretenimiento. Y eso es en buena medida lo que reconocen estos premios, como en unos meses harán lo propio los de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas —que más allá de las ciencias y las artes ha dedicado legítimamente su historia a los estados de cuenta—.

Inglourious Basterds me estremeció. Me divirtió. Me reconcilió con Brad Pitt. Me encantó, pues. Y hubiera estado chido que Tarantino se llevara algún trofeo —aunque el de Christoph Waltz representa una suerte de justo reconocimiento a la película—. Quentin se quedó con las ganas, ni hablar. ¿De plano está eso como para quemar la "Meca" del cine o crucificar a los periodistas que dieron el premio a Cameron?

¿Y qué con Avatar? Como le he dicho a los pocos que aún no la han visto: todo lo que escuchen de Avatar es cierto, lo bueno y lo malo. Y al final, con todo eso, para mí la película sigue valiendo la pena. ¿Que la historia es un remix de todos los lugares comunes habidos y por haber? Quizá. ¿Que el guión es un refrito de una trama trillada contada mil veces? No lo dudo. Al fin y al cabo, la historia de la literatura y en general la historia del arte están llena de cosas así. Calma... No quiero entrar en un debate inútil sobre qué es arte y qué no es, ni comparar la obra de James Cameron con alguna pieza de museo —piezas que por cierto no siempre han llegado ahí por la aclamación de sus contemporáneos—. No, no es la obra definitiva en la historia de la cinematografía (¿desde cuándo estos premios reconocen eso?). Simplemente me parece que todos los defectos de la película no alcanzan para restarle brillo a sus pocas —poquísimas si se quiere— pero invaluables aportaciones. Vale, que tampoco pretendo sobrevalorar la película, pero creo que tiene importantes méritos, algunos difíciles de recuperar ante la parafernalia de sus efectos especiales.

Sólo por seguir poniendo desorden, recupero dos categorías más de lo que premiaron los periodistas extranjeros en Hollywood: mejor actor de comedia y mejor película animada.

El premio al payaso de Robert Downey Jr. por Sherlock Holmes me encantó. Me encantó porque su personaje ha sido de lo más divertido y cautivador que he visto en el cine en mucho tiempo. Odio las comparaciones literatura-cine porque me parecen siempre absurdas, sin sentido. Me encanta el personaje que he leído en Conan Doyle y no veo por qué tenga que ser el mismo que sale en el cine. Así que me evité la desgarrada de vestiduras y disfruté de las ocurrencias del detective en la pantalla. Y me la pasé como hace mucho no me la pasaba viendo una película. ¿Acaso el cine no se trata también de eso?

Y en lo de las pelis animadas, como me sucedió en 2008, creo que lo mejor del cine estuvo en manos de dibujos, computadoras y monitos. Mis dos películas favoritas de aquel año fueron Wall•E y Persépolis; esta vez Up y Coraline me cautivaron con secuencias magistrales y guiones impecables que le hacen a uno recuperar el sentido del lenguaje cinematográfico. Y tristemente me perdí Fantastic Mr. Fox, que espero ver pronto.

De lo demás que se premió no he visto casi nada. Independientemente del descenso en mi promedio anual de películas —como en el de libros—, me quedé también con la impresión de que no fue un año muy bueno en las carteleras. Y las pocas que quise ver se me escaparon sabrá Dios a qué hora. Ya habrá chance de irlas viendo aunque sea en video unas, y cuando lleguen a algún cine en este pueblo, otras.

1 comentario:

James dijo...

Ernesto!
Pues como dices, Avatar si es muy buena y todo, pero tampoco es LA película de la historia. En lo personal disfruté más de Bastardos sin Gloria, pero en fin...
De Sherlock Holmes eres el primero que oigo que le gustó... A ver si uno de estos días la veo.
Y sí, tienes que ver Fantastic Mr. Fox, una joya.
Saludos!