miércoles, 27 de enero de 2010

De la memoria

—¿El profesor Ernesto P?

—Servidor...— respondí intrigado ante el sujeto que llegaba mientras yo salía de las oficinas para ir a buscar a alguien.

—Qué tal, vengo de la empresa D., tenemos una cita...

Empezó pronunciando la última parte como una afirmación, aunque —seguramente ante mi mirada de sorpresa— el tono fue convirtiendo la frase en pregunta.

—Perdón pero... no sabía, no lo tengo en mi agenda... Si me permite, atiendo un asunto y estoy con usted en cinco minutos.

Salí a lo que iba y me interceptó la chica que atiende normalmente mis llamadas y agenda mis citas: "Sí le dije profesor, ¿no se acuerda? Desde la semana pasada le dimos esta cita al señor."
Pues no, no me acordaba, lo confieso. Una posterior reconstrucción de hechos me obligó a ofrecer disculpas con la chica y con el señor, pues sí, sí me habían dicho y yo había dado el día y la hora.

Cuando al fin me senté a atender al hombre —vendedor de materiales didácticos— sus primeras palabras nuevamente me sorprendieron.

—¿No trabajaba usted en el Colegio P., en el D.F.?

Entre curioso y extrañado respondí un "sí" más con la cabeza que con palabras. Cuando vi los materiales que me ofrecía recordé que hace más de dos años había comprado algunos en mi empleo anterior, pero el sujeto no me resultaba familiar. Y se lo dije.

—¡Ah, no!— reaccionó de inmediato. —Yo tengo varios años como representante en el Bajío. Pero en una ocasión estando en México fui a recoger unos materiales con el responsable de la zona y lo acompañé hasta el Colegio P.; yo ya no entré a esa cita, pero recuerdo que ahí estaba usted.

—Su memoria es impresionante.— No se me ocurrió decir otra cosa. En el fondo, pensaba en lo envidiable de su capacidad para registrar y recuperar información. ¡Yo no había recordado siquiera anotar en mi agenda que tenía una cita con él!

El incidente puede ser una estupidez. Pero pone sobre la mesa por enésima ocasión el problema de mi pésima memoria. Problema que se ha agudizado en los últimos meses y que intento subsanar haciendo anotaciones por doquier y grabaciones en la memoria del móvil. Ambas cosas, notas y audios, luego olvido haberlas registrado, por supuesto.

El colmo fue el viernes: mientras conducía en la autopista me vino a la mente una idea que —lo juro— era brillante. Mi reacción inmediata fue: "debo grabar esto, para que no se me olvide". En cuestión de segundos saqué el móvil, activé la grabadora y... ¡Diablos! ¡Había olvidado lo que quería registrar!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ups!!! A ver si no me dejan plantada mañana!!!

;)

ADRC