«Hoy que Dios me deja de soñar...»
Horacio Ferrer
Me cuesta tanto trabajo pensarte, muerte. No sé si decir que tengo miedo fuese la forma más adecuada de referirme a ti. Es sólo que, cuando se da la ocasión, prefiero no pensarte. Te siento tan lejana y tan cerca, siempre. Quizá porque al mantenerte tan distante todos estos años, me recuerdas inevitablemente que estás allí.
Cuando Jacka y Rodo convocaron este año a la segunda edición de la Semana Mortuoria, decidí que quería sumarme nuevamente. Diversas circunstancias me hicieron creer que esta vez no lograría siquiera cumplir uno de los retos. Pero aquí estoy. Comenzando con el que más trabajo me significa. Reflexionar sobre ti, que tanto me cuestas.
Hace unos minutos que me decidía a escribir unas líneas sobre ti, vinieron a mi memoria unos versos de Sabines en el largo y entrañable poema que escribe a la muerte de su padre... «Morir es retirarse, hacerse a un lado / ocultarse un momento, estarse quieto / pasar el aire de una orilla a nado / y estar en todas partes en secreto».
Hace poco más de diez años que un par de colegas y yo preparamos un video documental/experimental sobre la forma en que has sido vista desde la poesía mexicana. Viajábamos desde textos míticos de poetas nahuas, hasta uno que otro autor contemporáneo. En ese entonces me topé en la biblioteca de mi padre con un puñado de libros de Elías Nandino, que pronto me cautivó; en uno de ellos escribe: «Morir es / alzar el vuelo / sin alas / sin ojos / y sin cuerpo».
Ya se ve que, ante mi incapacidad para referirme directamente a ti, muerte, he terminado acudiendo a otros, que han sabido acercarme un poco a ti.
Curiosamente en estos días me ha rondado una pieza de Piazzolla con letra del poeta Horacio Ferrer: Balada para mi muerte. Dice ahí que la muerte le llegará de madrugada, «que es la hora en que mueren los que saben morir». En eso creo estar de acuerdo.
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