lunes, 8 de junio de 2009

Re-visitando pelis

Volver a nuestros textos de referencia —libros amarillentos (o no tanto), películas de antaño (o de hace menos), canciones archivadas en un rincón (o simplemente marginadas en el iTunes)— constituye siempre una aventura cuyas consecuencias difícilmente pueden ser anticipadas. Uno puede prever sólo repercusiones genéricas. "Esa rola me pone de buenas." "Con esa peli siempre lloro." "Ese libro me deja pensando en esto o en aquello." Hay cosas que siempre pueden anticiparse. Pero también existen reacciones impredecibles. Una nueva lectura trae siempre nuevas posibilidades, todo es cuestión de atender cuidadosamente a nuestros latidos. Está claro que no digo nada nuevo. Ninguna revelación desconcertante, vale. Es simplemente que durante la semana pasada tuve oportunidad de re-visitar un par de películas y la idea de explorar esos nuevos acercamientos con sus descubrimientos revolotea desde entonces en esta cabeza.

Entre semana fue Cronos (1993), la ópera prima de Guillermo del Toro. Recuerdo que la primera vez que la vi fue en la televisión y por accidente. Mientras cambiaba de canal alguna imagen del siempre impecable Guillermo Navarro me atrapó. En la escena aparecía Ron Perlman. Pocos segundos después entraría a cuadro Claudio Brook hablando en inglés. ¿Qué era todo eso? La curiosidad me hizo suspender el zapping e intentar descifrar qué estaba mirando. Fue así que descubrí la versión mexicana del mito vampírico construida por Del Toro. Alguna vez más tuve oportunidad de toparme con la cinta en televisión. Y nada más. Pasaron los años y los éxitos del cineasta mexicano fueron llegando. El DVD pronto entró en escena y las producciones norteamericanas (Hellboy, Mimic, Blade II) y españolas (El Espinazo del Diablo, El Laberinto del Fauno) de Del Toro se añadieron a los infinitos catálogos de las distribuidoras. ¿Y Cronos? Nada. El año pasado, viviendo en Barcelona, mis frecuentes visitas a la FNAC dejaron ante mi una edición especial de la cinta mexicana que en su momento consiguió 8 premios Ariel, así como el reconocimiento a mejor guión en el Festival Internacional de Sitges, dedicado al cine fantástico. La edición es una auténtica joya, cuyo segundo disco incluye documentales, entrevistas y galerías para deleitarse un rato. Y en México, ¿alguien se acuerda de Cronos? Ni siquiera el éxito internacional de El Laberinto... sirvió para pensar en lanzar al mercado esta cinta.


Y siguiendo con películas a las cuales la historia no ha hecho suficiente justicia, comencé el fin de semana viendo una vez más Dark City (1998) de Alex Proyas. La cinta siempre me ha parecido impecable. Cada encuadre es de una precisión inmejorable. La visión de Proyas hace de cada fotograma una pieza digna de admiración, rindiendo homenaje a un sinfín de cintas míticas de la primera mitad del siglo XX. Las referencias a clásicos del expresionismo alemán son poderosas (ahí están las calles de Metrópolis de F. Lang y "los Extraños" evocando al Nosferatu de Munrau), así como la herencia de la cámara de Orson Wells en encuadres y secuencias extraordinarios. Vale. Más de uno dirá que exagero. Que mi entusiasmo es desbordado. Y quizá sea cierto. Pero así pasa cuando a uno algo le gusta. Recuerdo que poco después llegó Matrix a las pantallas. Me enfurecía la euforia entorno al mundo creado por los Wachowski. Con el tiempo he valorado con mayor justicia la franquicia de la matriz, pero mi corazón se queda con Dark City como metáfora de este mundo que con frecuencia se nos antoja sin duda a creación de alguien que sólo juega con nosotros y nuestros destinos. 

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