domingo, 20 de junio de 2010

Porque sí...

—Porque sí —dijo el joven.
—¿Porque sí? Es una de las mejores razones del mundo. Deja un margen muy amplio a las decisiones.
"En algún lugar toca una banda", Ray Bradbury
Ray Bradbury es uno de los responsables de que la lectura por placer siga siendo parte de mi vida. Estudiaba yo la secundaria cuando sus Crónicas Marcianas me cautivaron. Como suele suceder con todo en mi vida, fueron necesarios varios años para que esa semilla germinara y me hiciera explorar con más dedicación los territorios de la literatura de ciencia ficción. Y como suele suceder con todo en mi vida, esas aproximaciones se convirtieron en coqueteos de temporada, con sus altas y sus bajas.

El primer semestre de 2010 fue un semestre flojo en mis hábitos de lectura, lo cual quizá también ha repercutido en mi desgaje de la realidad y en mi falta de serenidad de cara al mundo. De ahí que en los últimos días me he propuesto recuperar espacios para la lectura, esa lectura que se da nada más porque sí.

En mi más reciente escapada al DF me traje una dosis de esos libros que están en la quasi infinita lista de espera. Y esta semana arranqué con un volumen de Ray Bradbury titulado Ahora y siempre, que llevaba ya varios meses en la fila. Confieso que cuando me topé con esta "nueva obra" del escritor norteamericano, no sabía que aún estaba vivo y menos que sigue relativamente activo. Ahora y siempre contiene dos novelas breves (¿o son dos cuentos largos?) que en realidad constituyen elaboraciones a partir de materiales previos.

Leí esta semana la primer historia: "En algún lugar toca una banda...". Como sucede con los libros que solemos catalogar como buenos, la narración de Bradbury me sacudió inesperadamente. Quizá por colocarme una vez más frente a ese misterio y angustia que llegaban a provocarme algunas de las Crónicas... que le leí en la adolescencia; quizá porque entre sus páginas se escondían algunos fantasmas del pasado que, nomás dar vuelta la página, escaparon irremediablemente decididos a acosarme sin piedad; quizá porque sin sospecharlo me topé con más de una expresión que llevaba días atrapada en mi cabeza, incapaz de convertirse en palabras...

El hecho es que con Bradbury, como hace veinte años, recupero la necesidad de los libros y vuelvo a ese rincón donde, contra todo lo que parezca, realmente habito... entre trenes que nunca se detienen en donde uno los espera, rostros que no envejecen pese a la inclemencia del tiempo, desiertos abandonados encerrando misterios que algún día alguien conseguirá resolver.

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