viernes, 7 de agosto de 2009

Varia

Se ha ido la semana y yo sin cumplir mis compromisos en este espacio. Sé que esto no le quita el sueño a nadie, pero confieso que me enoja un poco conmigo mismo. Porque en cierto modo el abandono es reflejo de una desidia que me incomoda; este pequeño territorio virtual se ha venido convirtiendo en representación de mí mismo a tal modo que descuidarlo ejemplifica en buena medida el olvido del que soy.

Ya decía en la entrada anterior que mi ausencia no está relacionada con la falta de ideas. En buena medida ha sido al contrario. Y ahora, nada más llegar y abrir una nueva entrada, es polemizar conmigo sobre qué ha de entrar hoy y qué puede esperar a mi próxima visita. Esta tarde tengo poco tiempo para divagar aquí, pero aprovecho que ya empecé para soltar entonces algunos apuntes varios.
  • En los últimos días el Gobierno de la Ciudad de México ha estado inaugurando nuevas rutas y modalidades en la red de transporte colectivo. Algunas de esas decisiones me han entusiasmado, al menos de inicio, por una razón: avanzar en ese ámbito es generar posibilidades en muchos otros para una ciudad que vive en el caos permanente y donde muchos invertimos largas horas para trasladarnos de un lugar a otro. El tema tiene que ver con vialidad, sí, pero también con medio ambiente, con corrupción, con respeto de la legalidad, con educación. Los intentos de las autoridades son insuficientes, por supuesto, pero casi cualquier cosa que se haga en el escenario actual lo es. La clave para que esto tenga futuro y abra realmente nuevos escenarios, está en nuestras manos. Las nuevas rutas expreso y los transportes eléctricos suponen paralelamente la construcción de una cultura vial distinta para los usuarios de estos medios. En la medida que demos preferencia a estas alternativas, perderán peso específico las opciones desordenadas. Como en tantos otros temas, es cuestión de dejar sentir el peso real de los ciudadanos.
  • Después de un par de semanas de lectura intermitente terminé de leer La Catedral del Mar, de Idelfonso Falcones. Ya muchos me habían señalado que era casi una herejía no haber leído esa novela después de vivir más de un año en Barcelona. Y reconozco que tenían razón. No por los méritos literarios de la obra, que sin duda pueden ser cuestionables. Pero sí por su reconstrucción de una atmósfera que por muchas razones me resultó entrañable. La iglesia de Santa María del Mar, en el barrio gótico de Barcelona, tiene sin duda un poder especial sobre mí. Lo tuvo desde la primera vez. Cada ocasión que tuve oportunidad de pasear amigos o familiares en plan de turista, ese templo tenía que estar en la ruta. En su interior pasé varias tardes. Y de cara a su altar viví el inicio de algunas de las transformaciones que todavía operan en mí. La historia de Arnau Estanyol es una telenovela, sin duda. Pero eso no le resta poder a las experiencias que evocó en mi interior. Dios mediante, en poco más de un mes estaré viajando nuevamente a Barcelona. Y, una vez en tierras catalanas, sin duda una jornada estará dedicada a recorre los escenarios donde Arnau se transformó una y otra vez, sin dejar de ser él mismo.
  • Tiene un buen rato que no voy al cine. Pero ese déficit ha sido cubierto con una buena dosis de cine en casa y unas cuantas salidas al teatro. La única salida reciente a una sala cinematográfica fue hace una semana a la Cineteca Nacional, para presenciar la proyección de un clásico del expresionismo alemán, Metrópolis, musicalizado en vivo por Yokozuna. El recinto era un hervidero de gente, pero la inmensa fila y la lucha por una butaca bien valieron la pena. Metrópolis ha sido siempre una de mis películas favoritas. La proyección utilizó la versión más limpia y completa disponible hasta ahora (editada en DVD por KinoVideo). Una joya por un sinfín de razones. Verla por primera vez en una pantalla de cine fue muy poderoso. Si no me canso de verla es porque siempre resulta una experiencia nueva en donde las conexiones con las incontables herencias que Fritz Lang legó al cine que hoy tanto maravilla a los espectadores del séptimo arte. Por un momento, me puse a imaginar cuántas películas de nuestros días están en deuda —algunas con plena consciencia, otras sin siquiera imaginarlo— con el maestro del cine alemán —como con tantos otros, claro está—.
  • Entre pelis en video, funciones de teatro, lecturas... y crisis laborales. La crisis vocacional sobre la que inútilmente he intentado explayarme aquí, está cruzándose ya con vaivenes inesperados en mis proyectos profesionales. El futuro es incierto. Pero en medio de la incertidumbre, una que otra roca para no quedar a la deriva. Por lo pronto, los viernes por la noche y sábados por la mañana estoy impartiendo una asignatura en el programa de Maestría de Ciencias de la Educación para directivos de la Universidad ICEL. Como siempre, toparse con un grupo demandante y exigente es uno de los mejores incentivos para quienes nos gusta esto de la docencia. Y en el marco de tantas decepciones, las sesiones están resultando un oasis en el desierto.

3 comentarios:

Diliviru dijo...

Dios! Ya vi que no soy la unica! :O) Tu puedes Ernesto... creo que me inspiraste jiji

La "Y" dijo...

Oye es cierto, yo también ando igual, bueno aunque últimamente me inspiro, prendo la Pc y escribo, creo que empiezo a tomar el camino.....Mi querido ernesto, no te desesperes, pronto tus ideas irán tornándose mejores.....te mando muchos besos y abrazos¡¡¡¡
yuri

ErnestoPC dijo...

Gracias niñas por su visita y sus comentarios!
Besos hasta Coatza con mucho cariño ;)