martes, 21 de julio de 2009

Intento fallido

¿Existe realmente algo así como lo que solemos llamar "vocación"? ¿Existen realmente esos llamados en los que se revela una misión personal que sólo en manos de uno encontraría su efectiva realización? ¿Tiene sentido eso de "escuchar al corazón"? ¿Qué códigos utiliza el alma y cómo se aprende a descifrarlos? ¿Las decisiones que tomamos tienen algún sentido o son sólo parte de una simulación en la que ingenuamente —y aprovechando sus beneficios— participamos? ¿Esos "llamados", si es que existen, son consistentes o caprichosos como nuestros deseos? ¿Cuando el corazón dice "qué", por qué no dice con igual claridad "cómo"?

Son sólo preguntas. No esperan respuestas. No creo sinceramente que las tengan. Pero el hecho es que una mil circunstancias se han ido acumulando en torno a mi ya de por sí atribulado camino. No ha habido de mi parte mucha voluntad para venir aquí y vaciar los pensamientos. El juego se ha mantenido oculto en la mano de este novato e ingenuo jugador. Pero las cartas se han ido poniendo sobre la mesa y no podré mantener la apuesta mucho tiempo más. Se requieren decisiones. Y, como sugería, la voluntad no se ve precisamente sólida. Más bien al contrario. Le noto flaquear. Temerosa. A ratos con suficiente claridad sobre los llamados que la interpelan. Pero incapaz de definir rutas o caminos para materializar aquello que anhela o cree anhelar.

Vaya manos caprichosas. Una vez más, en complicidad con la mente inconstante, se han encargado de desviar las cosas y han enredado todo esto, alejándome de mi intención original. En las últimas semanas he anunciado intermitentemente uno que otro tema. Reseñas. Ocurrencias. Inquietudes. Y curiosamente anoche me di cuenta de que ese material que originalmente habría derivado en al menos tres o cuatro entradas, podía conjuntarse en una sola. Una entrada introspectiva que podría ayudar a canalizar lo que corre aquí dentro.

Vano intento. Ya se ve que la ansiedad ha decidido hacer de las suyas y me ha llevado a enredar las cosas a grado tal que contar aquí lo que pretendía hace unas horas, ya no viene a lugar. Lo empezaré a armar, desde fuera, en un archivo del procesador de textos. Para evitar así cualquier golpe de estado del capricho o la incertidumbre. Y, en una de esas, igual logro ir poniendo orden. Y tomando decisiones.

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