viernes, 22 de noviembre de 2013

Un grito en el muro

Hace unos minutos hice algo que creo nunca antes había hecho o al menos no de esta manera: agarrar el muro de Facebook como herramienta para desahogar toda la frustración y furia que he venido acumulando durante largos meses de calvario enfrentando la absurda maquinaria burocrática que tiene a nuestro País postrado y sin posibilidad alguna de salir adelante. No recordaba que justamente para eso sirve también este blog empolvado. Cuando el texto se alargaba, recordé que podía venir también aquí, pero recordé también que por primera vez sentía ganas de que ese grito virtual se escuchara, y hace tiempo que aquí mis gritos resuenan poco. Da igual, así que recupero ese grito arrojado al muro de Facebook y lo comparto acá.

Quisiera pensar que estoy ante cuestiones locales, que solo suceden en el municipio que habito o en la entidad a la que éste pertenece, pero es mucho más que eso. Quisiera tener ejemplos que me demuestren que me equivoco: que realmente contamos con servidores públicos, funcionarios y representantes dignos de tales cargos, que esos buenos son la mayoría y que los corruptos que solo velan por intereses personalísimos son unos cuantos, tan visibles que por eso echan a perder la foto. Pero no encuentro esos ejemplos. Mientras más trato con la gente que tiene en sus manos las decisiones de las cuales depende nuestro devenir, más frustración y más ira siento. Sé que esto no significa que todo esté perdido. Sé que desde donde estemos podemos y tendremos que hacer algo —y hacer mucho—. Sin embargo, repugna corroborar una y otra vez que quienes tienen la posibilidad de hacer algo para que las cosas sean mejores, más se empeñan en mirar solo el pequeño metro cuadrado que les rodea y se construyen impresionantes fantasías que les llevan incluso a defender cuanto hacen como si fuera un auténtico servicio a la humanidad. Me enfurece atestiguar la manera en que las diferentes direcciones del municipio de León han convertido la gestión pública en una verdadera máquina de hacer dinero; la manera en que la Secretaría de Educación de la entidad, en todos sus niveles, justifica cualquier decisión citando la quimera del Guanajuato Educado que jamás será capaz de materializar porque simple y sencillamente no le interesa hacerlo; el modo en que tantos ciudadanos se suman alegremente —a veces con plena conciencia, a veces con lamentable ceguera— a la maquinaria económica del estado que en todos lados ha decidido combatir la corrupción de antes con la extorsión institucionalizada, dejando en el último rincón de sus posibles intereses el bien común. Hace años que he repetido en cuanto foro me lo permite, mi convicción de que cada salón de clases es una trinchera fabulosa para librar la batalla, para hacer la Revolución y derrocar este sistema que nos tiene esclavizados, incapaces de plantearnos siquiera que otro mundo es posible. Hoy como nunca me siento Iwri, el protagonista de Las Catacumbas de Misraim, de Michael Ende. Y no sé qué signifique eso. Respirar. Necesito respirar. No busco consejos, porque no sabría qué hacer con ellos. Claro, sé que al venir a desahogarme aquí, me arriesgo justamente a recibir no una sino muchas sugerencias. Ninguna será mal recibida, solo digo que no hace falta, pues al final sé que tengo que ir a mi propia caverna y decidir en algún momento. Mientras tanto, solo quería gritar, y viendo que tantos lo hacen aquí, me atreví y decidí venir a hacerlo y ver qué se siente.

Respirar.

Ya estoy más tranquilo.

Veremos.

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