«A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el solo hecho de existir.»
De Al sur de la frontera, al oeste del Sol, Haruki Murakami
Durante 2008 me reconcilié con la narrativa. Hablar de una reconciliación puede sonar fuera de lugar pero creo que es la palabra que mejor describe mi reencuentro con la literatura y, en particular, con la novela. El hecho es que los últimos años mis lecturas se habían venido concentrando cada vez más en textos argumentativos: materiales vinculados con mi profesión y mis intereses académicos. El mundo laboral me tenía tan absorto que no había lugar para historias. La esperanza de recuperar las letras de la ficción me llevó a acumular numerosos volúmenes en mis libreros: ya llegaría el momento de leerlos con calma. Pero lo cierto es que ese momento se postergaba indefinidamente. Así, aunque acumulé muchas y apasionantes páginas, pocas —muy pocas— pertenecían a la narrativa.
Partí a Barcelona llevando en el equipaje muchos de los libros pendientes. Y paulatinamente comencé a saldar mis deudas literarias. Comencé devorando el primer volumen de la antología de cuentos completos de Isaac Asimov y poco después Canta la hierba, cuando Lessing fue galardonada a fines de 2007 con el Nobel de Literatura. 2008 comenzó con Mirror, Mirror y Jekyll & Hyde (ambos puntualmente comentados en el blog de aquellos días). En particular, el mítico relato del científico que busca separar el bien del mal representó una experiencia de peculiar intensidad, sembrando en mi interior, con fuerza y claridad, el apasionante tema de la identidad.
Así, pronto se desencadenó un año lleno de memorables momentos literarios. Mis ocurrencias para el colegio, por ejemplo, me traerían la oportunidad de reencontrarme con títulos que marcaron mi adolescencia, como las Crónicas Marcianas de Bradbury, un texto con momentos aterradoramente brillantes. El mismo proyecto me ayudó a ponerme a mano con autores de referencia a los que no me había acercado con suficiente cuidado —como Agatha Christie o Conan Doyle— y a explorar textos que tenía pendientes de antaño, como Drácula, que reseñé aquí hace poco.
Sería imperdonable dejar fuera el descubrimiento de Murakami que J me regaló a través de Sputnik, mi amor; hallazgo que me llevó a cerrar el año con otra novela del autor japonés: Al sur de la frontera, al oeste del Sol. Como pronosticó mi hermana, la pluma de Murakami resultó adictiva, al grado de verme obligado a beber las más de 250 páginas del texto de un trago, como si leyese un cuento. El relato de Hajime, el narrador-protagonista, se convirtió pronto en uno de mis referentes literarios indispensables.
Otros muchos textos fueron parte de esta reconciliación. Pero sin duda son más los que se sumaron a la lista de lecturas pendientes. Y yo estoy entusiasmado con la posibilidad de perderme largas horas de este 2009 en sus letras.
2 comentarios:
Justamente ayer comentábamos P y yo cómo puede uno reconstruir su vida a partir de lo que ha leído, de las películas y la música... Es hermoso ir descubriéndose a uno mismo en esas páginas que nos atraparon en determinada etapa de nuestras vidas.
¡Feliz 2009!
Leer es bastante divertido. Creo que siempre aprendes algo de cada libro, claro, además de que aumentas tus conocimientos...
En el 2008 no leí bastante jaja, sólo recuerdo haber leído Donde Termina el Arcoiris y Crepúsculo... Bueno leí más pero por obligación y esos no cuentan.
Pero este año lo empecé leyendo, así que espero superar mi marca de dos libros por año jaja...
Saludos!
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