El número de películas que vi durante 2008 disminuyó notablemente con respecto a años anteriores por una sencilla razón: la austeridad a la que me sometí durante mi estancia en Barcelona (estancia que ocupó la mayor parte del año) me impedía ir al cine con la frecuencia que hubiese deseado. Lo cierto es que las limitaciones presupuestales me obligaron a ser más selectivo en esta materia. Aún así, el espíritu cinéfilo logró exponerme ante un buen número de películas (número que incrementaba generosamente durante mis breves estancias en México).
Hacer una reseña de todas sería, como con las lecturas y la música, pretenciosamente ridículo. Con muchas reí, con más lloré, con otras reflexioné y con unas cuantas se dio de todo. Entre las que más goce en el cine por diversas razones están It's a Free World, August Rush, Sweeney Todd, Mamma Mia!, The Women... Otras —más "viejitas— las descubrí a través del DVD, como las de Jia Zhangke (The World, Still Life) o la hermosa Elsa & Fred.
Entre tantas películas, cuatro me cautivaron en modo especial, al grado de —al menos mientras escribo esto— merecer el calificativo de mis favoritas de este 2008, por razones varias.
Primero, la ya muy citada Once. Lo dije entonces, lo reiteré ayer y lo renuevo hoy: una película sencilla pero poderosa. Una cinta de una sola pieza. No hay más.
Meses después vino Wall•E, la cual alcancé a ver en la pantalla grande en sus últimos días, después de frustrados intentos. Y sin duda valió la pena. Una joya de animación con imágenes potentes que aún revolotean en mi cabeza.
Poco antes de dejar Barcelona, tuve oportunidad de gozar in situ la maravilla que Woody Allen rodó en esos sitios que recorrí una y otra vez a lo largo de poco más de un año. Y, más allá del escenario, Vicky Cristina Barcelona me secuestró por la síntesis extraordinaria de todas las obsesiones del cineasta neoyorquino, en explosivo coctel con personajes y diálogos que retoman lo mejor de sus mejores momentos.
Y, finalmente, un día antes de que el año se evaporara por completo, vi Australia. El genial Baz Luhrmann —responsable de una de mis all time favorites, Moulin Rouge— construye una épica fascinante a través de esos excesos que en manos de cualquier otro director correrían el riesgo de parecer ridículos. Para muchos, la cinta dura más de lo que debería. Y bajo cierta perspectiva puede ser cierto. Pero yo no sólo goce con intensidad cada cuadro sino que me quedé con ganas de más. Con ganas de convertir esos 165 minutos en una mini-serie completa (pero una mini-serie para verse en pantalla grande).
Apunte a modo de conclusión. Con este recorrido cierro el ciclo de recuentos sobre 2008. Quedaría uno pendiente. El recuento de aquello que realmente cuenta. Eso que hay detrás de mi filiación con cada lectura, con cada nota musical y con cada imagen contemplada en el cine. Eso que no siempre aparece en el blog pero que de una u otra manera le da sentido. Eso que convierte a una canción en un himno o a una página ajena en parte del propio testamento. Dentro de eso seguro estás tú y están muchos. Y posiblemente mientras leías ésta o alguna de las entradas previas alcanzaste a reconocerte. Ese otro recuento es imposible de poner en palabras. Lo atesoro en el corazón y lo convierto en alimento para este 2009 que ya se mueve con velocidad.
3 comentarios:
Que bonitos recuentos... gracias por compartirlos... a traves de los meses, de los post, de estas lecturas que dia a dia nos regalas.. puedo decir, que he aprendido mucho de ti, y espero, creeme, seguir aprendiendo más.. es grato leer a personas como tu.... Ernestito el grande. Un muy fuerte abrazo.
Ernesto, como disfruto cada post, leerte es simplemente un deleite.
Paso por acá a saludarte, bueno más bien a dejar comentario porque aunque frecuentemente leo, casi no dejo opiniones.
Inevitablemente leer tus recuentos me impulsa a crear los propios.
Un saludo grande grande!!!
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