«La fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente».Roland Barthes, La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía
Durante estas dos semanas lejos de las obligaciones laborales —y cerca como pocas veces de mis obligaciones intelectuales— tuve oportunidad de ponerme al día con algunos de mis pendientes fílmicos. De hecho, las divagaciones publicadas en la entrada de ayer, fueron desatadas por Amator (El Aficionado, 1979), primer largometraje del cineasta polaco Krzysztof Kieślowski.
Filip Mosz es un empleado que —en los días en que la posibilidad de atrapar un instante en la cámara de un teléfono móvil era no sólo lejana sino inimaginable— queda cautivado por el poder que le brinda una fascinante cámara de 8 milímetros. Filip tiene un don: no fabrica sus imágenes, filma simplemente lo que ya está ahí. Un don difícil de controlar. Su mirada a través del lente constituye el paso a cierto tipo de inmortalidad, de la que hablaba ayer.
Y mientras, del otro lado de la cámara, su mundo se resquebraja. Pero eso difícilmente importa. Como el mismo Filip declara en cierto momento: “Uno puede necesitar algo más que paz y tranquilidad.”
Apunte. Cierto ángulo de la imagen cinematográfica como forma de embalsamamiento o puente a la inmortalidad me fascinó hace años leyendo un texto de Gustavo García en Letras Libres. Este fin de semana, mientras veía El Aficionado, ciertas metáforas del crítico de cine acudieron prontas a mi memoria.
2 comentarios:
Wow! no manches! tu blog quedó bien chingón! FELICIDADES; me encantó, me encantó! soy mas fans más y más!
mi estimado... qué le digo? le agradezco de veras como siempre sus porras, y le mando un fuerte abrazo
Publicar un comentario