martes, 31 de marzo de 2009

Pausa

Is this a blessing or is it a curse?
Does it get any better? Can it get any worse?
Will it go on forever? Or is it over tonight?
Does it come with the darkness? Does it bring out the light?
It's a stairway to heaven or a subway going down to the pits
I don't know what it is but it just won't quit

Jim Steinman, It just won't quit

Tres meses que se han esfumado así, de pronto. Y por momentos pareciera que uno caminara sobre una ciénaga. Falta tiempo, falta espacio, falta aire. El tiempo corre dejando a su paso un sinfín de luces con sus respectivas sombras. Preguntas. Preguntas. Preguntas. Seguro las respuestas andan por ahí, vagando. Vagando yo, incapaz de hallarlas, de hacerles frente. Por momentos las ganas de arrojar todo por la borda se apoderan de mi débil voluntad. No todo, miento... exagero. Pero sin duda hay piezas del equipaje cuyo valor y necesidad uno se cuestiona. Y más cuando el destino por momentos resulta tan difuso.  Ea, pues. Andemos que, según dice el poeta, se hace camino al andar.


sábado, 28 de marzo de 2009

"... the deeper I go..."

when i allow it to be
there’s no control over me
i have my fears
but they do not have me

Peter Gabriel, Darkness

Más allá de la desorganización de Ocesa y el Foro Sol. Más allá de las reubicaciones originadas por la baja entrada. Más allá de la mala sonorización hacia las gradas laterales. Más allá de los borrachos inoportunos y la ausencia de vigilantes o guardias de seguridad. Más allá de la larga espera para que iniciara el concierto. 

Más allá de eso y de lo mucho que digan, a mí, Peter Gabriel anoche me encantó. Hipnótico. Delirante. Sublime.

sábado, 21 de marzo de 2009

Pequeñas memorias

«A veces me pregunto si ciertos recuerdos son realmente míos, si no serán otra cosa que memorias ajenas de episodios de los que fui actor inconsciente y de los que más tarde tuve conocimiento porque me los narraron personas que sí estuvieron presentes, si es que no hablan, también ellas, por haberlos oído contar a otras personas.»
José Saramago
El asunto de la memoria es uno de esos que se ha vuelto obsesivos en mí de un tiempo para acá. Alrededor de hace un año —primero a partir de una antigua fotografía y después a raíz de mi encuentro con una caja plagada de pasado— dediqué algunas líneas al asunto.

Ahora, diversos acontecimientos a lo largo de los últimos días —quizá semanas— han vuelto a poner el tema en primera línea. Encuentros, evocaciones repentinas, imágenes traídas de la mano de un destino obstinado en hacerme reconstruir mi propia historia —una historia que a ratos parece haber perdido todo rastro de unidad— y que parecieran empujarme a recuperar alguna idea de futuro.

En medio de estor ires y venires en el tiempo, hace un par de días me tope con uno de esos volúmenes que, pacientes, esperan ser leídos algún día. Su espera, lo reconozco, fue menos larga que la de muchos otros que han acumulado ya años con silenciosa serenidad. Se trata de Las pequeñas memorias, donde José Saramago recorre su infancia y temprana adolescencia a través de un vaivén de evocaciones en las que, como posiblemente nos ocurre a todos, de pronto aparecen recuerdos aparentemente irrelevantes en el lugar de aquellas cosas que uno desearía ser capaz de invocar:
«Muchas veces olvidamos lo que nos gustaría poder recordar, otras veces, recurrentes, obsesivas, reaccionando ante el mínimo estímulo, nos llegan del pasado imágenes, palabras sueltas, fulgores, iluminaciones, y no hay explicación para ello, no las hemos convocado, pero ahí están.»
Cuestiones como estas que — inmejorablemente— describe Saramago al explorar su infancia, me han perseguido siempre y a veces con más fuerza. Así las cosas, ando en pleno recorrido al pasado, como es natural, con emociones encontradas; a veces con ganas de acurrucarme en un recuerdo y perderme ahí; otras, con ansia de volver al presente utilizando la memoria como combustible; todas, entusiasmado con cada diminuto descubrimiento, anhelando seguir con la proyección de un futuro que, con el tiempo, se sume dignamente a la humilde cadena de pequeñas memorias que la vida me permite ir conservando.

Apunte. Uno de los acontecimientos que se han encargado de sumergirme en estos viajes al pasado, fue el estreno de la obra que la "pequeña" Monch y sus compañeros están presentando esta semana. Una auténtica delicia. Al final de la primera función, cuando salió de camerinos, no pude evitar abrazarla y ponerme a llorar. ¡Qué sentimentales somos, hermana! Ambos sabemos lo mucho que este nuevo éxito significa para cada uno. ¡Te quiero muchísimo!

jueves, 19 de marzo de 2009

Diez años...

Cuando los lustros y las décadas se vuelven unidades frecuentes para referirse a lo que uno ha vivido, se tiene la certeza de estar realmente envejeciendo. Pero —a diferencia de lo que sugiere alguna canción ranchera— no lo digo como un lamento; lo afirmo con la satisfacción que representa crecer, hacerse viejo, acumular experiencias. 

Hace un decenio cursaba el último semestre de mi carrera. Y entre los recuerdos de aquel periodo, está imborrable la mañana en que supe de la muerte de Jaime Sabines. El amoroso Sabines. Hoy hace diez años de su partida. Pero el gran poeta chiapaneco, aunque sea un lugar común afirmarlo, vive a través de las palabras que compartió entonces y sigue compartiendo con quien tenga oídos para oírlo. 

Alguna vez desde Barcelona dediqué una entrada en el antiguo blog al maestro Sabines, incluyendo un puñado de textos leídos por él mismo en el Palacio de Bellas Artes. Entre ellos, mi preferido, que hoy transcribo aquí, como humilde homenaje y urgente recordatorio de este extraordinario hombre.
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

Apunte. Y hablando de años y memorias... Ayer tuve oportunidad de comer y charlar largo y tendido con una amiga de hace muchos años. Nuestros cálculos arrojan que hace casi una década que no nos veíamos. Ayer hubo oportunidad de actualizarse y de recordar. Un encuentro de esos que dan pauta a seguir con lo que vengo llamando el "proceso de recuperación de mi pasado".

miércoles, 18 de marzo de 2009

Juguete nuevo

Como si no tuviera ya suficientes distractores y pretextos para la evasión, esta semana ando como niño con juguete nuevo explorando mi suscripción al Met Player de la Metropolitan Opera de Nueva York. Una maravilla cargada de horas en audio y video de las producciones que han engalanado ese mítico escenario. 

Estrené el nuevo artilugio gozando la producción de Franco Zeffirelli para La Bohéme, mi all-time-favorite-opera. Impactante por su majestuosidad, su intensidad, su emotividad, su precisión... Para mí, escuchar —y aún más observar— La Bohéme es garantía de llanto y piel de gallina. Y por supuesto el montaje en cuestión no fue la excepción. 

Ahora mismo estoy deleitándome con Lucia de Lammermoor, de Donizzeti, con Joan Sutherland y Alfredo Kraus en una producción de 1982. Se trata de una de esas obras de las cuales sólo conocía fragmentos y que ahora, en las voces de estos dos intérpretes míticos, se incorpora a mi repertorio de imperdibles. 

Ya he estado echando vistazos a la Tosca de Puccini en manos de Zeffirelli, y tengo en fila la Flauta Mágica de Mozart dirigida por la genial Julie Taymor, y todo el ciclo del anillo de Wagner en las producciones de la temporada 1989-1990. En pocas palabras, ópera para rato... y distracciones para dar y regalar.

martes, 17 de marzo de 2009

Saturación

En el ámbito digital resulta que ya todo se expande... Memoria de tanto en RAM, expansible a tanto; disco duro de equis expansible a zeta; velocidad de ene expansible a no sé cuánto... Pero en la vida real el tiempo y la energía física tienen sus límites. La capacidad de mi cerebro, por más que no esté siendo usada en todo su potencial, está topando con sus límites de facto; la energía de mi cuerpo, las horas de vigilia, el entusiasmo para enfrentar las faenas diarias, encuentran sus fronteras. Es, nuevamente, momento de replantearse una que otra cosa. 

Postdata. En medio de todo esto, la entrada que publicó Amaya hace un rato me vino como anillo al dedo.

Desde la colina...

viernes, 13 de marzo de 2009

Eisenstein en México

Con frecuencia, mi manía de comprar películas hace que muchas se queden intactas en las repisas por meses... incluso por años. De pronto me encuentro con uno de esos filmes que, dicen, uno no debería perderse, o con alguna película de aquellas que siempre me han intrigado. Ambos motivos me llevaron hace tiempo a comprar ¡Que Viva México!, la película inacabada de Sergéi Eisenstein. La edición restaurada que distribuye Kino Video es una auténtica joya que apenas hoy vi, para comprobar la fuerza y el poder de la mirada del cineasta ruso sobre nuestro país.

Eisenstein llegó a México en 1930. No pudo concluir la filmación de su experimento por falta de recursos. Su patrocinador, el estadounidense Sinclair, se quedó con las cerca de 24 horas de material que había filmado el equipo ruso y llegó a editar su propia versión de la cinta. Los rollos originales se quedaron en Nueva York hasta que en 1979 fueron recuperados por Grigory Alexandrov, colega de Eisenstein, quien a partir de las notas y bosquejos del director, montó la versión más cercana a la visión de su creador.

La estética del consagrado director ruso captura con genialidad los rostros de México. Más allá de algunas interpretaciones de su aproximación a las tradiciones mexicanas que resultan cuestionables —aunque comprensibles a la luz de la década de 1930—, Eisenstein logra retratar el alma de un pueblo por el que resulta evidente su admiración, tal como dejan ver algunos de los textos que acompañan a las imágenes.

La edición en DVD es una joya, pero no es fácil de conseguir. Afortunadamente es posible acercarse a esta versión "definitiva" a través de YouTube —al menos mientras no sea sacada de circulación por cuestiones de derechos de autor—. 

miércoles, 11 de marzo de 2009

Quijote 2.0

«Internet addiction is the extreme form of information overload. [...] The increasing power and attractiveness of the Internet for purposes like escape and self-expression is part of the problem for some young people. The Internet's interactive quality leads some Digital Natives to prefer their "second life" to the first. For some, the Internet allows for escape from the frustrations of real life.»

John Palfery & Urs Gasser, Born Digital.
La analogía me parece tan obvia que seguro ha sido desarrollada por más de uno; aún así, la pongo sobre la mesa porque en los días que corren me ha perseguido con insistencia. 

Es comprensiblemente ordinario que cada nueva tecnología que transforma nuestras formas de percibir y procesar la información desate reacciones apocalípticas por doquier. Sucedió con la imprenta en su momento, y lo propio ocurrió ante el cine, la radio o la televisión, del mismo modo que se da hoy de cara a Internet. Herederos e imitadores de Casandra han elevado sus voces una y otra vez: los unos, incapaces de detener las tragedias; los otros, imaginando desgracias cuyas magnitudes terminan por opacar el auténtico desastre vaticinado por los primeros. 

El caso es que, frente a advertencias como la que aparece en el epígrafe de esta entrada, las reacciones suelen dividirse entre quienes se arrojan al vacío aterrados por el final de los tiempos, y aquellos que se sientan a reír ante las ensoñaciones de esos profesionales de la catástrofe. 

Si el personaje creado por Cervantes fuese nuestro contemporáneo, no hubiesen sido los libros de caballerías los responsables de sus locuras; ni siquiera las películas de Hollywood o los reality shows le hubieran hecho confundir rascacielos con temibles gigantes; seguramente hubiese sido la navegación a través de la llamada Web 2.0 la culpable de construir en su interior un sinfín de vidas paralelas, a partir de las cuales podría vivir una incansable cantidad de aventuras.

Decía al inicio que la comparación entre las novelas que leía Alonso Quijano y las posibilidades de la Web 2.0 me ha perseguido en estos días. La adicción a las redes y las plataformas interactivas (blogs, chats, wikis) se han venido convirtiendo en una manía que por momentos me lleva  a olvidar que pertenezco al mundo de los átomos; un mundo que sigue su trayectoria.

Al final del día, vendrán extensiones que llevarán más lejos las posibilidades que hoy ofrecen estas redes digitales. Y la evolución que de la mano vivirán sus usuarios, hará a las futuras generaciones evaluar como inverosímil e ingenuo el relato de algún sujeto que perdió la razón navegando entre millones de gigabytes. 

martes, 10 de marzo de 2009

Apego

«El apego es forjador de ilusiones, 
y sea quien sea el que pretenda lo real 
debe ser un desapegado.» 

Simone Weil
La gravedad y la gracia

lunes, 9 de marzo de 2009

Duda resuelta

«Doubt can be a bond as powerful and sustaining as certainty.»
Finalmente, después de semanas de frustrados intentos, este fin de semana resolví una de las dudas cinematográficas que tenía pendientes. Recomendaciones, críticas y nominaciones me enfilaban hacia Doubt, protagonizada por la siempre eficaz Maryl Streep, un contundente Philip Seymour Hoffman, una sorprendente Amy Adams y una arrebatadora Viola Davis.

Basándose en la obra de teatro que él mismo escribió —y por la que obtuvo el premio Pulitzer—, John Patrick Shanley dirige un implacable duelo de actuaciones en torno a la búsqueda de la verdad en un mundo plagado de incertidumbres. Los personajes trazados por la pluma de Shanley reflejan la complejidad de los seres humanos y constituyen una inusual provocación para replantearnos la dimensión que la duda y nuestra sed de certeza pueden jugar ante los dilemas morales que enfrentamos ordinariamente. 

La película, conservando la intención del montaje que le dio origen, evita cautelosamente caer en cualquier tipo de posición moralista o aleccionadora. Su objetivo no es resolver ningún misterio ni despejar las interrogantes sembradas en el espectador desde los primeros minutos. Al final, no se trata de darle la razón a nadie. No pretende señalar a nadie en particular. Muy al contrario, nos invita simplemente a colocarnos ante el espejo de nuestra propia alma.

La duda propuesta como detonador de la cinta no se resuelve. Paradójicamente, para mí algo sí queda en evidencia: la duda puede ser un vínculo tan poderoso como la certeza.

domingo, 8 de marzo de 2009

Un bello día...

Es casi un cliché afirmar que la música de Giacomo Puccini habla directamente al corazón. Un cliché comprensible, legítimo, pero insuficiente. Las notas del compositor toscano sacuden el alma, acarician la piel, encantan la mente. Hace poco menos de una década que escuché por primera vez en vivo la interpretación de una ópera de Puccini. Desde entonces, no he dejado de explorar y maravillarme descubriendo el mundo del bel canto. Pero en medio de todas mis expediciones operísticas, Puccini permanece como mi favorito. No importa qué tan trilladas puedan juzgarse algunas de sus arias más representativas, estoy convencido de que su popularidad es más que justificada.

Ayer, gracias a los avances de la tecnología en el mundo del entretenimiento y la cultura, tuvimos oportunidad de presenciar en vivo la representación de Madama Butterfly en el Met de Nueva York. Las casi tres horas y media que duró la transmisión —vía satélite, con audio y video de alta definición, auténticamente impecables— constituyeron una experiencia maravillosa.

La producción del fallecido Anthony Minghella y su esposa Carolyn Choa, es una auténtica joya visual, acompañamiento perfecto para la magistral partitura de Puccini. La pantalla gigante HD instalada en el Auditorio Nacional nos permitió ser testigos de una producción inmaculada con las interpretaciones de un magnífico elenco. La Cio-Cio San que nos regaló Patricia Racette, resulta de una potencia indescriptible: de la risa al llanto, de la esperanza a la tragedia, termina siendo imposible contener las lágrimas. La declaración de amor entre Butterfly y Pinkerton al cierre del primer acto, así como el final de la segunda parte dominado por el esperanzado silencio de Cio-Cio San y su hijo, a lado de Suzuki, son dos de los momentos de mayor contundencia, reforzados por imágenes de una fuerza descomunal. 

Por supuesto, las dos secuencias más poderosas resultan la ingenua fe de Cio-Cio San en "Un bel di..." —en una de las mejores interpretaciones que he visto y escuchado— y la escena final, a partir de la despedida de la madre hacia su hijo. Y aquí otra de las genialidades de esta producción del Met (estrenada en 2007): el empleo de títeres siguiendo una de las tradiciones del teatro japonés. El hijo de la desafortunada pareja es interpretado por una marioneta manipulada por tres actores: resulta increíble la forma en que, segundos después de su primera intervención, uno olvida a los hombres que manipulan esas extremidades, para involucrarse emocionalmente con ese niño de madera.

Para redondear la experiencia, antes de que se levantara el telón y en los dos intermedios, la soprano Renée Fleming hacía las veces de anfitriona, entrevistando a parte de la producción y haciendo algunas referencias al montaje que presenciábamos. ¡Y todo esto por entradas que iban desde los 40 hasta los 160 pesos!

Al entrar, junto con el programa de mano, nos entregaron la programación de transmisiones HD para la temporada 2009-2010; mientras no sea posible ir directamente al Met, es maravilloso saber que uno podrá estar desde acá. 

Apunte. No me canso de preguntarme: ¿por qué en México somos tan conservadores al momento de montar una producción de ópera? Seguimos jugando a los montajes acartonados, como de set de televisión, que pretenden imprimir un sello pseudo-realista a las historias, terminando por volvernos terriblemente repetitivos y monótonos. En contraste, el montaje de Minghella es una muestra de auténtica creatividad y genialidad artística.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Reacción tardía

Estoy en una biblioteca. Dispuesto a dejar correr el lápiz sobre el papel y las manos sobre el teclado. Buscando inspiración para materializar en palabras lo mucho que revolotea en ideas dentro de mí. Silencio. Demasiado silencio. Por un lado, es lo que buscaba. Aislarme de todo. Dejar a un lado las tentaciones de la cocina, de la sala, de los libros pendientes en el buró. Pero, lo sé bien, para que el proceso ideas–palabras se concrete, necesito música. Cierta música. Por salir corriendo de la oficina olvidé ahí el iPod. En el camino me consolaba: "Traigo la lap-top y en ella todo el repertorio del iTunes". Me he sentado hace unos minutos. Y mientras acomodaba mis cosas, el silencio a mi alrededor me hacía caer en la cuenta: "¡Diablos! ¡Con el iPod dejé los audífonos!" 

Voy para afuera. A buscar un espacio que me permita aislarme, como este módulo individual de biblioteca, pero donde pueda poner a correr —a un volumen razonable— algo de música.

domingo, 1 de marzo de 2009

Varia

  • Muchos proyectos se conjuntan en el trabajo. Algunos más atractivos que otros, sin duda. Todos demandantes. Todos exigiendo su espacio, su tiempo. El martes pasado presentamos la obra de teatro de los chicos de secundaria y preparatoria; el resultado me pareció digno, y para algunos fue un avance con respecto a los dos años anteriores. Comienza la cuenta regresiva para la open school de pre-escolar y el Modelo de Naciones Unidas con los mayores; entre ambos, clases abiertas de inglés en la primaria y un par de proyectos que no sé en qué hora se me fueron a ocurrir, para los chicos de 5o y 6o de primaria. Cuando me doy cuenta, estoy más que involucrado en todo ello. Así que habrá que apechugar. Y mientras tanto, sigo metido en un par de lecturas que, entre tanta ocurrencia, avanzan pausadamente. Me urge acabar para compartir algunas reflexiones y arrancar con algunos de mis tantos libros pendientes. Al mismo tiempo, me he comprometido conmigo mismo a retomar esta semana mis proyectos de investigación. Más me vale llegar al viernes con un avance significativo para enviarlo a mis tutores en la UB.

  • Esta mañana nos escapamos Mariana, Monch y yo a San Ildefonso para recorrer la exposición Delirios de razón, del fotógrafo David LaChapelle. Cuesta trabajo encontrar palabras para describir las impresiones que sus imágenes pueden producir en uno. Habremos quienes nos identificaremos más que otros con la estética de este polémico artista, pero lo cierto es que resulta muy difícil quedar indiferente ante las provocaciones que lanzan sus imágenes. Todo muy bien. Sólo un reclamo, que con las exposiciones en este bello museo se está volviendo tradición: ni una postal, ni un afiche, ni un catálogo... nada que uno pueda llevar como evidencia de su paso por ahí.



  • Ayer celebramos 75 años sobre este mundo del querido tío Henry, hermano de mi padre. Ayer mismo tuve oportunidad de dar este abrazo en persona, pero hoy lo envío a través de bits, con mucho cariño y especial agradecimiento por ser uno de los más fieles seguidores de mis ocurrencias digitales. Qué mejor modo de celebrarte —a ti, más que digno representante de una generación de inmigrantes digitales que ha sabido ir a la vanguardia tecnológica, superando a muchos que según el calendario son y somos un poco más jóvenes— que enviando este abrazo a través de la Web 2.0, cuyas redes han venido a acercarnos más que los mismos átomos.