miércoles, 14 de abril de 2010

iPad

Cuando, hace más de dos meses, se hizo el anuncio oficial sobre el lanzamiento del iPad, mi primera reacción fue de entusiasmo. El artefacto sonaba por demás atractivo, como bien saben hacer los de la manzana mordida. Me gustó pero desde el inicio dije que, si caía, sería ante la salida de una segunda generación de la dichosa tableta. Eran también días en los que dudaba entre animarme o no a comprar un lector de e-books, y el iPad sólo vino a alimentar mi incertidumbre.

De pronto, pasaron dos meses y llegó el 3 de abril. Nunca imaginé que la aparición en el marcado del iPad me agarraría cerca de una de las más famosas tiendas de la manzana: sí, la que, valga la redundancia, está en la Gran Manzana. Un día antes, haciendo conexión en conocido aeropuerto texano, me llamaron la atención las portadas de Time y Newsweek, ambas dedicadas al mentado invento. La segunda se mostraba especialmente optimista: "What's so great about the iPad?", se preguntaba en la portada para responder en una palabra: "Everything".

No compré ninguna de las publicaciones, pero aproveché mi primer conexión a la red para consultar los artículos en línea. El de Newsweek me llamó mucho la atención, pero no logró cambiar la opinión que me venía formando en los días previos, a saber: está padrísimo pero, ¿para qué diablos lo querría? El texto de Time se mostraba, al menos de entrada, con un poco más de escepticismo, aunque al final reconocía que las cualidades de la tableta terminarían cautivando al consumidor. Este segundo texto me hizo dudar. ¿Y si de verás me atrapa?

Dejé pasar unos cuantos días para acercarme a una tienda Mac. Los primeros días las filas eran impresionantes y la gente se arremolinaba en torno a las mesas que exhibían el artilugio. En conocida esquina de la 5a Avenida, decenas de personas sonreían para tomarse fotos frente a la cristalina fachada con su nueva adquisición para de inmediato sentarse en las aceras y ponerse a explorar el nuevo juguete.

Finalmente fue en un Best Buy donde, sin proponérmelo al inicio, logré mi primer contacto directo con el iPad. Igual alguien dirá que mi valoración está viciada por mi falta de 500 dólares para comprar aquello, pero creo que no es el caso. La imagen que me hice del iPad está lejos de lo que significó mi interacción con él (¿ella?) un rato. Me pareció demasiado grande, incómodo de manipular. Poco ergonómico, diría. ¿Cómo se acomoda uno con esa cosa? Todo indica que es necesario sentarse con los pies sobre algo y colocarlo en el regazo si uno quiere usar su teclado. "La idea es que no se use tanto el teclado", me dirán. Y eso puede ser cierto. Habrá para ello que esperar que la experiencia de navegar (y la de los libros y aplicaciones que se diseñen para el iPad) evolucione en los próximos meses, haciendo innecesario apoyar la tableta en las piernas o colocarla en una posición tal que el usuario tenga que elegir entre una tortícolis o una sexy joroba. Un último asunto que no ayudó a convencerme es la luminosidad de su pantalla, cosa que temía de entrada y que pude corroborar con las reacciones de algunos de esos que jugueteaban con su iPad en las aceras.

Todo terminaba nuevamente en la misma pregunta, ¿para qué quiero eso? ¿Qué puedo hacer con un iPad más allá de presumir que ya lo tengo? Igual en un par de meses tengo otra respuesta pero, por el momento, mi respuesta es "nada".

PD. Una cosa más. Pese a mi percepción, ha sido evidente el éxito comercial del iPad de acuerdo con todos los reportes oficiales. En su primera semana se rebasaron las estimaciones proyectadas por Apple en los medios, aunque el lanzamiento internacional ha seguido retrasándose y ya se anuncian cambios en el sistema operativo para permitir que se puedan usar algunas aplicaciones simultáneas. El tiempo dirá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jaja!! Me encantó!! Y coincido, salvo para presumir que tienes el gadget de moda, no sirve para nada. Y como me niego a tener una sexy joroba, pues menos.

Te mando muchos saludos!

ADRC