¿Por qué no está la ingenuidad en la lista de los pecados capitales, siendo causante de tantos males no solo en quien la padece sino también en quienes le rodean? Supongo que el problema con la ingenuidad es que el sujeto que la encarna difícilmente se da cuenta de ello. (Aunque, si lo pienso dos veces, me parece que ese mecanismo de negación funciona con cualquier otro vicio.)
No sé bien cómo acabé tan enredado en la controversia en torno a la crisis que atraviesa el Forum Cultural Guanajuato. Supongo que me condujo a ello mi amor por las artes, mi pasión –como espectador, no más– por la música y en años recientes por la ópera. El Teatro del Bicentenario se convirtió en mi oasis personal a tal grado que quizá verlo en peligro me hizo cegarme por un momento y caer.
No tengo claro dónde, pero hoy pienso que caí. Y caímos muchos, motivados por un auténtico deseo de encontrar continuidad en un proyecto tan importante como ha sido el Forum Cultural Guanjuato con su Teatro del Bicentenario. (A eso, sumemos seguramente nuestra posmoderna necesidad de un poco de fama, ya no medida en minutos, sino en menciones y tendencias en redes sociales.)
Soy ingenuo, quizá, pero nunca he sido complaciente. Testimonio de ello, me parece, son algunas de las reseñas que he logrado documentar en estos años como espectador del Bicentenario. En ellas comparto, por ejemplo, mi convicción de que Violeta Dávalos ha sido sobrevalorada y programada con innecesaria frecuencia; mi apreciación de que el Ramón Vargas que hemos tenido en León es acaso la sombra del Vargas que fue y que nos siguen vendiendo pese a todo; mis observaciones sobre tropiezos y excesos en diferentes aspectos de las diversas producciones que hemos visto nacer en nuestro teatro. Y eso por referirme solo a lo escrito, que representa una pequeña parte de lo que siempre quisiera contar y dejar registrado.
Digo lo anterior para dejar claro que nunca he creído que un funcionario o gestor cultural sea la respuesta salvífica para nuestras artes. ¿Por qué entonces he dicho tanto sobre la salida de Escalante? El asunto me inquietó primero por la incertidumbre que generaba en un ámbito que considero valioso; me lastimó después por la desagradable suciedad con que se terminó concretando; me entristeció finalmente, sobre todo, por las reacciones e impacto que vi en quienes desde nuestra ingenua ignorancia vimos de pronto a nuestros refugios culturales envueltos en una trama digna de musicalizarse y llevarse a escena. (Vale, exagero en esto último, se requeriría mucho genio para lograr una buena obra con una trama tan burda.)
A la grosera ventilada que armaron los consejeros del Forum y su director general, siguieron las reacciones de un coctel de artistas y público que pronto empezó a dejar colar visiones y rencores de diversa índole: antecedentes políticos, grillas del gremio cultural y la mezcla de ambos terrenos han venido a aprovechar la preocupación de quienes solo deseamos conservar un recinto no solo digno sino de clase mundial en el terreno de las artes escénicas.
Muchos nombres han ido apareciendo en el panorama. Muchos vimos en la reciente cercanía de Arturo Joel Padilla con Gerardo Kleinburg una señal de que ahí podía estarse gestando el relevo de Escalante. (Por lo pronto, queda como coordinador del teatro para asegurar que la producción en curso, Carmen, llegue a feliz término). Ahí han estado también la presencia de Sergio Vela en la defensa de Escalante y el discreto perfil asumido por José Areán, concentrado en la dirección musical del montaje inmediato del Bicentenario. También ha llamado mi atención el papel que ha jugado Anne Delécole en la gestión de las iniciativas digitales en defensa de Alonso.
Hasta hace poco, para mí todos los nombres citados en el párrafo anterior eran referentes aislados. Encontraba, sí, algunas conexiones como espectador. Kleinburg y Areán, por ejemplo, conducen el programa Escenarios de Canal 22, donde se han proyectado algunas de las óperas producidas en León, en alguna ocasión incluso con la presencia de Alonso Escalante en el estudio. A Sergio Vela lo identifico como presentador de óperas en Opus 94, estación de radio del IMER, además de reconocer su labor como director de producciones de ópera (la más reciente, por cierto, dirigida para el Bicentenario hace un par de años y transmitida hace no mucho en el citado programa del 22).
Lo divertido es que revisando sus trayectorias, encontraremos otro importante elemento común: todos ellos (Vela, Escalante, Kleinburg, Areán y, sí, también Delécole) han sido funcionarios públicos ligados a la cultura con cargos de alto nivel, siempre conectados entre ellos de alguna u otra manera. Personalmente, debo decir que a todos les he admirado en algún momento. Ignoro si entre ellos las cosas marchen bien o si los años han traído rivalidades y rupturas, pero lo cierto es que en algún momento, como funcionarios, todos han estado metidos en controversias y han sido víctimas de acusaciones delicadas. Una sencilla búsqueda de estos nombres en internet deja claro que algunas historias se repiten como malos melodramas, dejando claro que esa es una faceta aparentemente ineludible de nuestra desastrosa política nacional. Quizá muchos lo han sabido siempre, pero yo reconozco que desde mi ingenuidad desconocía que todos estos nombres estuvieran envueltos a tal grado en semejantes marañas.
Sigo creyendo en lo que escribí hace unos días: el momento es ideal para pensar en un verdadero proyecto cultural, más allá de politiquerías e intereses personales. Esta ciudad ya ha perdido mucho. "No queremos que el Bicentenario se convierta en otro Teatro Doblado", repetimos muchos con justo temor. Celebramos iniciativas valiosas pero las seguimos considerando aisladas, coyunturales. Necesitamos un proyecto a largo plazo y de altas miras.
Sí, quizá la ingenuidad me invade de nuevo, pero así es uno, qué le vamos a hacer. Espero despertar en mi interior cierto grado de malicia para ayudar a que mis ingenuos anhelos se materialicen.
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P.D. Algo debe agradecer mi yo egoísta a esta "crisis" cultural: me ha regresado la necesidad de escribir en estos espacios.
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