El primero es la descarada y lamentable manera en que quedó exhibida públicamente la crisis que atraviesa el Fórum Cultural Guanajuato, institución que apenas hace unos meses celebró su primer década de vida y que hoy vive una evidente crisis no solo en su interior, sino en la relación con su público. Los testimonios de algunos protagonistas dejan ver que las diferencias dentro del organismo no son cosa nueva, y en cierto modo a nadie sorprende que existan rencillas, envidias y conflictos de poder al interior de un organismo público dedicado a la promoción de las artes. Sin embargo, como usuario fiel de los diferentes servicios del Fórum a lo largo de los 8 años que tengo viviendo en León, confieso que la ruptura que hoy es evidente para tantos había pasado desapercibida para el grueso de la población que frecuenta los diversos espacios del recinto cultural.
Somos muchos los que acudimos con regularidad al Museo de Arte e Historia de Guanajuato, a las funciones y transmisiones del Auditorio Mateo Herrera, a los espectáculos de los jardines del Fórum y la Calzada de las Artes, a las actividades que se realizan en la Biblioteca y, por supuesto, a las funciones de primer nivel que ofrece el Teatro del Bicentenario. Fuera del círculo rojo de las artes, los usuarios habituales del Fórum no solemos hacer distinción entre los espléndidos espacios que lo conforman; podemos juzgar mejor una propuesta concreta que otra, podemos hablar de mejores temporadas en un mismo recinto, podemos echar de menos ciertas iniciativas que no han tenido continuidad, pero al final valoramos inmensamente lo que el Fórum Cultural ha aportado a la vida de nuestra ciudad a lo largo de una década.
Por eso este primer efecto de la salida de Escalante es tan doloroso. Más allá de lo mucho que Alonso aportó, me inquietan las lesiones que su despido produce en un público que ahora se vive con sentimientos encontrados cuando observa la forma en que el Director General del Fórum y sus consejeros se expresan de alguien que ha contribuido de forma invaluable con el proyecto a través del Teatro. Los cuatro actos que conformaron la narrativa del despido constituyen una mala tragedia con tintes de melodrama latinoamericano: primer acto, un escueto comunicado firmado por el Fórum anuncia la el cierre del ciclo de Escalante agradeciendo sus aportaciones y anticipando que se le ofrecerá un reconocimiento por su labor; segundo acto, Arturo Joel Padilla -director general del Fórum- lanza en entrevista con un periódico los primeros señalamientos en contra de Escalante (soberbia, oscuridad, protagonismo); tercer acto, los consejeros complementan las acusaciones en un desplegado (sin firmas pero sí con logotipo de Gobierno del Estado) agregando elementos difamatorios, sin argumentos y en un tono cercano al berrinche aparentemente provocado por la reacción -que nunca anticiparon- de una ciudadanía indignada con la separación de Escalante; cuarto acto, mediante notario público se adelantan los tiempos previstos y se informa al director del Teatro de su separación inmediata con nuevas acusaciones que más allá de su cuestionable validez, contradicen lo expuesto en los actos previos.
El segundo efecto que tenemos justamente es la reacción no solo de miembros de la comunidad artística (local, nacional e internacional) sino también de un grupo de ciudadanos que nos sentimos vulnerados con lo sucedido. Encontramos un público dispuesto a alzar la voz, un público que se ha apropiado en el mejor sentido de sus espacios culturales y los ve hoy en peligro. Más allá de si su sentir es justificado o no, la muestra de que esa audiencia existe es muy valiosa. Para muchos de nosotros ha resultado inesperada la reacción de ciudadanos dispuestos a movilizarse para defender la continuidad de un proyecto cultural que consideran valioso. Muchos de ellos se han ido formando gracias a los esfuerzos y estrategias de difusión impulsadas por el Teatro y adoptadas poco a poco por otros espacios del Fórum; son ciudadanos que han ido aprendiendo y descubriendo sobre música, sobre teatro, sobre danza, sobre ópera; ciudadanos no solo agradecidos por lo que han crecido, sino orgullosos de saber que su Teatro está valorado por artistas de primerísimo nivel como uno de los más importantes de América Latina.
La controversia entre defensores de Escalante y los operadores de su salida, ha traído un tercer efecto que me parece central y que, lamentablemente, se ha discutido poco. La crisis del Fórum en su relación con el Teatro deja en evidencia la ausencia de un proyecto cultural integral por parte del Estado de Guanajuato y el Municipio de León. El trabajo de Escalante y su equipo no era perfecto, por supuesto; como toda empresa humana era perfectible, tenía ángulos cuestionables pero estaba dando, sin duda, resultados tangibles que han sido ya señalados por muchos pero conviene tener en mente: la programación de actos nacionales e internacionales de primer nivel, la generación de producciones propias de ópera a gran escala con resultados muy superiores a sus equivalentes en el resto del país y la formación de públicos en una región con poca historia en la materia.
Entre las acusaciones que he escuchado de los detractores de Escalante destacan tres: consideran que dirigía un teatro "subutilizado", "elitista" y sin apoyo a nuevos talentos locales. Solo la ignorancia de lo que significa gestionar un recinto de esa naturaleza puede ayudar a defender la idea del Bicentenario como un "elefante blanco" o un espacio "subutilizado". Si se revisan los números y se analizan en relación con el costo de proyectos de la misma índole, se verá que Escalante hizo milagros considerando los recursos financieros destinados al recinto por el Gobierno del Estado de Guanajuato. Uno quisiera ver, por supuesto, una programación más nutrida, pero eso implica recursos y esa es una de las controversias que hoy sabemos han estado en juego. El asunto del "elitismo" se suele acusar en dos líneas: por el contenido de la programación y por el precio de sus espectáculos. Lo segundo es ridículo si tomamos los precios de las entradas (precios que, cabe decir, se definen por un tabulador interno con criterios completamente objetivos) y los comparamos con el precio de los boletos que cobran las productoras que arrendan el Teatro Manuel Doblado o los precios de los partidos de "la Fiera" en el "Nou Camp". La acusación de elitismo pasa también por alto iniciativas como Ópera Picnic, las celebraciones del Día Internacional de la Danza o las presentaciones de las orquestas infantiles y juveniles de la región.
La otra dimensión del "elitismo" (vinculado al tipo de actividades) se liga con la acusación de no impulsar jóvenes talentos locales. Aquí es donde a mi juicio queda en evidencia la falta absoluta de un proyecto cultural integral para la región. ¿Es esa la vocación del Teatro del Bicentenario? ¿Debería el Bicentenario orientar sus recursos a ese fin? ¿Eso contribuiría a su supervivencia, permitiría su mantenimiento y continuidad? ¿Cuál sería entonces el papel del Instituto Cultural de León? ¿Cómo deberían articularse los esfuerzos estatales del Fórum (y sus diferentes recintos) con la política local del ICL? ¿Qué papel juegan los empresarios privados que quisieran invertir en las artes, qué incentivos podrían generarse para ellos?
Cierto que en León se gestan poco a poco iniciativas ligadas a las artes escénicas, pero son aún muy incipientes. (Para muestra, justamente los resultados cada año de la convocatoria que hace el Teatro del Bicentenario con motivo del Día Internacional de la Danza, o los resultados de las convocatorias que en esta materia publica cada año la FeNaL. En ambos casos, las "academias" privadas terminan dominando los programas con entusiastas y valiosos esfuerzos pero con pocas aportaciones creativas). Muchas de esas iniciativas surgen y operan al margen de las instituciones públicas que están completamente rebasadas en ese renglón. Imaginemos por un momento que la vocación del Bicentenario estuviera en el apoyo a nuevos creadores a través, por ejemplo, del uso del Teatro Estudio. ¿Con qué presupuesto, con qué recursos financieros? ¿O acaso se busca un modelo basado en el arrendamiento, como el que "sustenta" hoy al Teatro Manuel Doblado? Basta una mirada a la desastrosa vida del Doblado durante los años recientes para comprender que lejos de "fortalecer" al recinto, una gestión de esa naturaleza solo ha
sumido a nuestro teatro histórico en un abandono cada vez más doloroso.
De acuerdo con el Sistema de Información Cultural, hoy la ciudad de León tiene seis teatros. En realidad solo 4 de los recintos que aparecen en ese censo pueden ser considerados como tales. Además del Teatro del Bicentenario, están los dos que opera el Instituto Cultural de León -el citado Manuel Doblado y el Teatro María Grever, inaugurado en 2000- y el Teatro Ignacio García Téllez que administra el IMSS y que lleva años siendo sede para festivales y actividades escolares. ¿Por qué cuando una obra de teatro "comercial" viene a León se presenta en el Manuel Doblado? ¡Porque no hay alternativas! Está claro que el teatro no es negocio sencillo en esta ciudad. ¿Qué incentivo tendría hoy un particular más allá del amor al arte para invertir en esta materia? Así, el Doblado, con toda su heroica historia a cuestas, hoy malvive igual recibiendo un show de albures que una franquicia basada en una serie animada para niños.
La vida cultural de León está en ciernes y en ese contexto la apuesta del Teatro del Bicentenario ha sido innegablemente ambiciosa. Pero lo grato es que está dando resultados. ¿Por qué no tomar lo valioso de ese modelo y usarlo para mejorar no solo la gestión del recinto sino para trazar un proyecto cultural de largo plazo para la región? Es obligación del Consejo Directivo del Fórum diseñar un proyecto cultural integral, transparente y articulado con el Instituto Cultural de León, más allá de motivos particulares y ambiciones políticas. Y es obligación de los ciudadanos vigilar ese proyecto, someterlo a una evaluación crítica, pedir cuentas a los consejeros e incluso exigir en caso necesario la revisión del marco jurídico que lo sustenta.
Quien llegue a la dirección del Teatro del Bicentenario enfrentará un contexto adverso, fracturado. Si el recinto queda en manos de una dirección "a modo", mucho queda en riesgo. (Algunos creemos que lo más sano para el Fórum sería que se destituyera también a su actual director, a fin de asegurar que el organismo y su público no sean rehenes de intereses personales.) A un año de la renovación del gobierno estatal y municipal, sería una formidable noticia que el proyecto cultural estuviera en la agenda de los temas prioritarios. Se corre, por supuesto, el riesgo de llenar el asunto de "politiquería", pero se juega la apuesta de incluir a la cultura como un eje vertebral en la reconstrucción del tejido social, en la revisión profunda de nuestra identidad local en el contexto global y en el impulso de las artes como factor crucial para la construcción de una ciudadanía crítica.
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N.B. La vida cultural de una ciudad no se construye solo en los teatros, por supuesto. Me he centrado en ello por el acontecimiento que ha dado pie a la controversia del Bicentenario, pero hay mucho más por revisar, así como hay importantes iniciativas que deben replicarse. Tal es el caso de los Consejos Culturales Comunitarios que promueve el ICL. El asunto, nuevamente, es tomar estas iniciativas exitosas para construir una auténtica política cultural integral y de largo plazo en favor de la sociedad.
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P.D. Han pasado varios días desde que escribí esto. Por mucho mi texto más leído en años (o al menos más visto). Y ahora lanzo uno nuevo, que quizá no gustará tanto a algunos y será menos reproducido. Pero me parece justo compartirlo: El affaire Escalante Parte II.)
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P.D. Han pasado varios días desde que escribí esto. Por mucho mi texto más leído en años (o al menos más visto). Y ahora lanzo uno nuevo, que quizá no gustará tanto a algunos y será menos reproducido. Pero me parece justo compartirlo: El affaire Escalante Parte II.)
Foto tomada de la página web del Teatro del Bicentenario |
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