Se acaba el año. Un año difícil. Extraño.
Cierto. De alguna manera todos lo son. Todos tienen sus complicaciones, sus peculiaridades. Pero el estar ante el ocaso de éste en concreto, resulta casi inevitable ser particularmente severo con sus 365 días.
Es un cliché decir que el tiempo se va cada vez más rápido. Un cliché y un absurdo. El tiempo transcurre indiferente a la percepción que tengamos de él.
Cierto. Nuestra percepción hace que el tiempo resulte relativo. Rápido, lento. Qué más da. El hecho es que se escapa un año que en muchos ámbitos me parece un tanto vacío. Puedo estar siendo injusto, lo reconozco, pero de pronto parece que el año pasó en vano.
Y sí, soy injusto. Porque muchas cosas han sucedido. Mucho seguramente que no alcanzo a ver ante la neblina propia del pasado reciente.
Muchos pendientes. Y yo aquí divagando. De alguna manera debo sacar el mayor provecho posible a las horas que restan de este año. Y, sobre todo, trazar una ruta para 2010.
Cierto. Puede parecer que de nada sirven las rutas cuando el tiempo y la geografía misma cambian a cada momento. Pero no hay que confundirse. La ruta no tiene por qué ser inflexible. Se trata de una forma de ponerle nombre al destino y contar con elementos relativamente seguros para navegar. Ya la realidad se irá imponiendo. Y se irán ajustando las velas. Por lo pronto, extiendo el mapa para trazar cierto sentido a este año que ya se nos viene encima.
Para los próximos días, los recuentos de 2009 y algunos cambios —sí, cambios otra vez— en esta libreta virtual.
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