miércoles, 16 de septiembre de 2009

Reencuentro

Creo que hace un año estaba más inspirado para escribir. Diversas circunstancias se habían conjuntado y, quizá por ello, cuando me decidí las palabras comenzaron a correr sin dificultades. Hoy las cosas son distintas. Los sentimientos esenciales con respecto a esta fecha y nuestro modo tan peculiar de conmemorarla permanecen, pero se suman nuevos tintes y me enmarca otro contexto. Por segundo año consecutivo, me toca "dar el grito" lejos de México, estando nuevamente en Barcelona. De entrada, creo que será complicado explicar lo que ha cambiado, pero igual lo intentaré pues puede que ayude a la catarsis que seguramente me viene haciendo falta desde hace tiempo.

Como hace doce meses, fui a la verbena organizada en el Poble Espanyol para la comunidad mexicana y simpatizantes de la misma. Nuevamente, la paradoja de gritar "vivas" a "los héroes que nos dieron Patria" en una plaza que intenta emular lo más típico de aquellos de quienes comenzaríamos a independizarnos oficialmente hace casi dos siglos. Nuevamente la contradicción de decenas —quizá cientos— de mexicanos que han emigrado de nuestro País con ganas de nunca volver, pero que al mismo tiempo ondean banderas tricolores y se desgarran con el Mariachi de fondo.

En el escenario algunas novedades. Primero, más gente que hace un año. El aumento de visitantes —seguramente previsto por la estadística— se tradujo en dos cosas particularmente: (1) una mejor organización para la multitud congregada, lo cual implicó también más puestos de vendimia ofreciendo tacos, tamales, chelas, micheladas y tequilas; y (2) la presencia del Alcalde de Barcelona, quien segundos antes de la arenga del Cónsul, no dejó pasar la oportunidad de sumarse al festejo —y adornarse ante la comunidad mexicana en Barcelona— lanzando también sus "visca Barcelona" y "visca Catalunya". [Está claro que eso de la política es igual en cualquier parte, ¿no?] Otra variante con respecto al año anterior fue que esta vez los visitantes noctámbulos tuvimos oportunidad de acceder a los diferentes espacios del Poble Espanyol, para descubrir el absurdo desequilibrio en la representación de las diferentes regiones —Comunidades Autónomas en términos políticos— que componen España: como si Cataluña y Andalucía constituyeran el 80% del Estado, dejando a algunas regiones el beneficio de ser fachada de uno que otro local comercial.

Una última diferencia es que no anduve solitario entre la gente: la noche mexicana fue marco para mi reencuentro con mi amiga M después de 10 meses; las calles de esa España-ficción en miniatura sirvieron de escenario para actualizarnos al menos un poco —aunque para variar creo que acaparé el micrófono, apenas dando tiempo a que ella también me pusiera al día—.

Más allá del contexto, también en mi interior las cosas se iban procesando de modo distinto. En la celebración anterior, mi estancia en Barcelona se había prolongado un año, con un par de viajes a México. El hecho es que entonces no había "regresado a México" en sentido estricto; esta vez, en cambio, el festejo coincidió con mi llegada a las costas mediterráneas después de diez meses de estar en mi tierra. A eso habría que agregar todavía el caos que por un sinfín de razones aún reina en mi interior, impidiéndome terminar de procesar los cambios que se han venido generando en mi vida a lo largo de las últimas semanas. Esto último ha sido quizá lo más intenso en esta vuelta a España.

De pronto, como hace dos años, me vuelvo a topar conmigo, me observo, me escucho e intento descifrarme. A ratos, sin embargo, me descubro como un completo extraño ante mí mismo. Me observo caminando estas calles como recuperando algo que hace meses hubiese dejado extraviado por aquí; la inspiración en muchos sentidos está de vuelta y, entonces, me doy cuenta de que a pesar de haberme sentido transformado en mi regreso a México, ese cambio resultó incompleto, pues ni fui capaz de llevarme todo lo que había hallado de mí mismo y que me en noviembre pasado pretendía haber incorporado a mi andar como por arte de magia. Encuentro hoy que aún falta mucho. Y busco el modo de aprovechar al máximo estos días para meter en el equipaje toda esa claridad que aquí, lejos y solo, me parece tan natural. Esta vez no puedo dejar la luz de esta lado, pues ahora más que nunca me resulta necesaria y, además, no estoy seguro de cuándo será la próxima vuelta. Así que, aquí ando, reecontrándome.

No hay comentarios: