Ya ha transcurrido la primera semana del mes y yo sin dar señales de vida por este espacio. Ya se sabe, no han faltado las ganas, sino la capacidad de organizarse. En las últimas semanas he recorrido ya cientos de kilómetros yendo y viniendo de una sede a otra, desquitando sin duda las horas de carretera para procesar poco a poco todo lo que me está sucediendo. La terapia de la autopista sigue siendo una vía eficaz para el tratamiento de mis males, que son muchos. No termino de descifrar las implicaciones de las decisiones recientes, pero al menos logro convivir llevaderamente con las nuevas circunstancias.
Sigue habiendo un sinfín de cuestiones por atender en mi nuevo trabajo. Los retos son muchos y significativos. Los enfrento con buena cara, pero a ratos me confieso, muy para mis adentros y consciente de las dificultades de los demás por comprenderlo, que estoy cansado de esto. Cansado como estoy de tantas cosas. Cansado, sobre todo, de no lograr responderme un buen número de preguntas sobre mí mismo. Anhelando un poco de espacio, un poco de aire.
Si he logrado dedicarme justo ahora unos minutos de cara al ordenador —y de cara a mí mismo— es porque este fin de semana cerré dos pendientes importantes.
El sábado terminó la materia que estuve impartiendo los fines de semana a un entusiasta grupo de directivos de ICEL. La experiencia rebasó con mucho mis expectativas y, por la retroalimentación de mis alumnos, creo que al menos cumplió lo esencial en las del grupo. Echaré mucho de menos las sesiones de viernes por la noche y sábado por la quasi madrugada.
El segundo asunto se cubrió ayer domingo por la noche cuando por fin envié el artículo con el que en unos días buscaré obtener la "suficiencia investigadora" que me permitirá arrancar formalmente con la tesis doctoral. Algunos paréntesis vespertinos de la semana pasada y buenos trechos de este fin de semana estuvieron consagrados a meterle tijera a una de mis investigaciones del semestre con el fin de pulir un texto de 15 cuartillas que sintetizara reflexiones y conclusiones preliminares de uno de los temas que me ha venido ocupando la mente en los últimos meses. Disfruté como enano este quehacer, e irremediablemente me invadió la nostalgia por aquellos días a la orilla del Mediterráneo, abocado a la reflexión y la exploración intelectual. Hace un rato me confirmaron la recepción del documento, lo cual me permitió sentir cierto grado de liberación. Toca ahora preparar la presentación y defensa para el día 22. Y, claro, hacer las maletas para estar del otro lado del Atlántico dentro de unos días.
Ya estaré reportando.
1 comentario:
¡Ánimo amigo!
Esa defensa será un éxito y yo, una vez más, estaré muy orgullosa de ser una de las privilegiadas de compartir contigo algunas tardes de café.
Te quiero mucho y sé que todo saldrá bien.
¡A defender la alegría!
Publicar un comentario