miércoles, 30 de septiembre de 2009

Antes de ir a descansar

Pensaba ya irme a dormir. No es que sea muy tarde, pero las horas de cansancio se siguen acumulando y mañana será un día largo y lleno de asuntos por atender. En realidad los últimos días todos han sido así. Llega un momento en que la saturación es tal que me paralizo, me bloqueo como hace mucho tiempo no me sucedía. Mil cosas me ocupan la mente. A ratos dudo de lo que he venido decidiendo recientemente y me quedo en el aire, como suspendido, incapaz de mirar en dirección alguna.

Quizá por eso decidí que valía la pena escribir aquí algo. Aunque fuese sin orden, sin una finalidad concreta. Como hace también ya un largo tiempo no hacía. Una entrada menos meditada que de costumbre, pues. Y aquí estoy. A punto de despedirme de un mes más. Un mes lleno de ires, venires, sabores y sinsabores. Los últimos días en particular han sido pesados por diversas circunstancias. El entusiasmo que deberían generar alguna cuestiones se ha visto opacado por noticias que me llegan de aquí y de allá, cargadas de dolor, de tristeza, de soledades. Y de pronto eso ha hecho reacción con la melancolía que yo mismo venía acumulando desde hace varios días. El resultado ha sido una tarde gris a pesar de los treinta grados de temperatura.

De pronto me he sentido muy lejos de tantas cosas. Como si el alejarme geográficamente hubiese confabulado en la generación de pequeños huecos en el alma de gente de la que me gustaría estar hoy cerca. Y los bits y la conexión a internet me han ayudado a extender una mano, pero no ha sido del todo suficiente. Y me he quedado una vez más con mis propios huecos. Pero he de ser justo. Al mismo tiempo estos medios han puesto oídos a mi alcance. Y aunque sea por un rato me vuelvo a descubrir y reconozco que es necesario levantar la mirada y echar pa'delante.

En esas ando. Haciéndome lavado de cerebro. Apoyándome en el cariño que sé que existe pese a su discreto silencio. Porque basta una palabra de aquí o de allá para recordar que en el mismo barco andamos de alguna forma todos. Cada uno en su manera. Y así, me debato entre la suma de tristezas propias y ajenas y el conjunto de esperanzas y posibilidades. Incapaz de articular con claridad cómo me siento. Buscando tiempo y espacio.

PD. Tengo pendientes algunos relatos. París. Montserrat. Barcelona. Y a ellos se suman algunas lecturas recientes que me tienen con mil cosas en la cabeza. Sigue en pie mi compromiso de volver sobre ello. Pero no será hoy, que el cansancio ya me vence.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Recuento antes de partir nuevamente

Unos cuantos días y mucho a lo largo de ellos. Ires y venires, pequeños y grandes pasos, encuentros y re-encuentros, calles redescubiertas, aires que hacían falta y que de inmediato han sido asaltados por estos pulmones ansiosos de recuperar tantas cosas. Ha sido ahora, en este regreso después de diez meses, que he comprendido qué poco he sido capaz de conservar de todo aquello que construí dentro mientras estuve aquí. Y bueno, entiendo que es normal. Las cosas —y menos las personas— no cambian de la noche a la mañana del todo. Mucho se sembró mientras estuve aquí la última vez; tanto, que no resultaba sencillo alimentarlo como uno hubiese querido. Pero el encuentro con lo que había dejado de mí mismo en este lado del mundo, me ha ayudado a renovar ciertos compromisos conmigo, que además me vienen muy bien en estos días de tantas cosas nuevas que me esperan a la vuelta.

Un par de semanas han bastado para reencontrarme con mis dualidades y contradicciones, con esos desfases entre lo que digo, lo que pienso, lo que hago. Y del reencuentro ha surgido de inmediato la aceptación de nuevos retos para hacerme frente y dar la cara al mundo que sigue ahí avanzando.

Han sido tantas cosas en tan pocos días que bien hubiese querido dedicar una entrada a cada idea. Algunas cosas las fui anotando como solía hacer, en papeles por ahí o en las notas digitales del PDA. Tres en especial no dejan de revolotearme en la cabeza y el corazón: la escapada relámpago a París para estar un par de jornadas con mi hermana, mi ya ritual subida a la montaña y monasterio de Montserrat en esta época y todo lo que naturalmente ha habido en torno al banderazo oficial de salida para la Tesis Doctoral, una vez demostrada la "suficiencia investigadora".

De eso espero ir contando a mi regreso, en los espacios que el regreso al nuevo trabajo y la nueva ciudad me dejen. Por lo pronto, me preparo el equipaje que mañana por la madrugada estaré camino al aeropuerto para, una vez más, despedirme por un tiempo de esta ciudad.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Reencuentro

Creo que hace un año estaba más inspirado para escribir. Diversas circunstancias se habían conjuntado y, quizá por ello, cuando me decidí las palabras comenzaron a correr sin dificultades. Hoy las cosas son distintas. Los sentimientos esenciales con respecto a esta fecha y nuestro modo tan peculiar de conmemorarla permanecen, pero se suman nuevos tintes y me enmarca otro contexto. Por segundo año consecutivo, me toca "dar el grito" lejos de México, estando nuevamente en Barcelona. De entrada, creo que será complicado explicar lo que ha cambiado, pero igual lo intentaré pues puede que ayude a la catarsis que seguramente me viene haciendo falta desde hace tiempo.

Como hace doce meses, fui a la verbena organizada en el Poble Espanyol para la comunidad mexicana y simpatizantes de la misma. Nuevamente, la paradoja de gritar "vivas" a "los héroes que nos dieron Patria" en una plaza que intenta emular lo más típico de aquellos de quienes comenzaríamos a independizarnos oficialmente hace casi dos siglos. Nuevamente la contradicción de decenas —quizá cientos— de mexicanos que han emigrado de nuestro País con ganas de nunca volver, pero que al mismo tiempo ondean banderas tricolores y se desgarran con el Mariachi de fondo.

En el escenario algunas novedades. Primero, más gente que hace un año. El aumento de visitantes —seguramente previsto por la estadística— se tradujo en dos cosas particularmente: (1) una mejor organización para la multitud congregada, lo cual implicó también más puestos de vendimia ofreciendo tacos, tamales, chelas, micheladas y tequilas; y (2) la presencia del Alcalde de Barcelona, quien segundos antes de la arenga del Cónsul, no dejó pasar la oportunidad de sumarse al festejo —y adornarse ante la comunidad mexicana en Barcelona— lanzando también sus "visca Barcelona" y "visca Catalunya". [Está claro que eso de la política es igual en cualquier parte, ¿no?] Otra variante con respecto al año anterior fue que esta vez los visitantes noctámbulos tuvimos oportunidad de acceder a los diferentes espacios del Poble Espanyol, para descubrir el absurdo desequilibrio en la representación de las diferentes regiones —Comunidades Autónomas en términos políticos— que componen España: como si Cataluña y Andalucía constituyeran el 80% del Estado, dejando a algunas regiones el beneficio de ser fachada de uno que otro local comercial.

Una última diferencia es que no anduve solitario entre la gente: la noche mexicana fue marco para mi reencuentro con mi amiga M después de 10 meses; las calles de esa España-ficción en miniatura sirvieron de escenario para actualizarnos al menos un poco —aunque para variar creo que acaparé el micrófono, apenas dando tiempo a que ella también me pusiera al día—.

Más allá del contexto, también en mi interior las cosas se iban procesando de modo distinto. En la celebración anterior, mi estancia en Barcelona se había prolongado un año, con un par de viajes a México. El hecho es que entonces no había "regresado a México" en sentido estricto; esta vez, en cambio, el festejo coincidió con mi llegada a las costas mediterráneas después de diez meses de estar en mi tierra. A eso habría que agregar todavía el caos que por un sinfín de razones aún reina en mi interior, impidiéndome terminar de procesar los cambios que se han venido generando en mi vida a lo largo de las últimas semanas. Esto último ha sido quizá lo más intenso en esta vuelta a España.

De pronto, como hace dos años, me vuelvo a topar conmigo, me observo, me escucho e intento descifrarme. A ratos, sin embargo, me descubro como un completo extraño ante mí mismo. Me observo caminando estas calles como recuperando algo que hace meses hubiese dejado extraviado por aquí; la inspiración en muchos sentidos está de vuelta y, entonces, me doy cuenta de que a pesar de haberme sentido transformado en mi regreso a México, ese cambio resultó incompleto, pues ni fui capaz de llevarme todo lo que había hallado de mí mismo y que me en noviembre pasado pretendía haber incorporado a mi andar como por arte de magia. Encuentro hoy que aún falta mucho. Y busco el modo de aprovechar al máximo estos días para meter en el equipaje toda esa claridad que aquí, lejos y solo, me parece tan natural. Esta vez no puedo dejar la luz de esta lado, pues ahora más que nunca me resulta necesaria y, además, no estoy seguro de cuándo será la próxima vuelta. Así que, aquí ando, reecontrándome.

sábado, 12 de septiembre de 2009

AICM - J26

Ésta es la entrada número 100 en esta bitácora digital. Y la celebro a unos minutos de abordar el vuelo que me llevará nuevamente al viejo mundo, para dar un nuevo paso en la trayectoria académica y personal que me propuse hace un par de años. Se dice tan fácil. Hace 24 meses estaba yo en plena empacada de cosas y con los nervios a tope, con una visa de estudiante, un billete de avión recién comprado, una reserva para 7 días en un hostal a las afueras de Barcelona y con mil cosas en la cabeza y en el corazón. Unos meses después, ya más adaptado a mi nueva vida, nació ErnestoEnBarcelona, ese diario virtual que pronto daría nuevos colores, sabores, sonidos y texturas a mi vida. En noviembre pasado, con mi regreso a México, suspendí en 201 el número de entradas de mi primer blog. Y nació con esa misma entrada éste, que lees ahora.

100 registros no son quizá gran cosa. Pero contienen mucho más que cien ocurrencias, cien locuras o cien confesiones. Son una radiografía del Ernesto que volvió aquel noviembre y que hoy, diez meses después, vuelve a Catalunya a reencontrarse con los fragmentos que pudo haber dejado en el camino. A seguir construyéndose. A seguir explorando y descubriendo. En unos minutos nos llaman para abordar. Dios mediante en unas horas estaré reportándome desde el otro lado del charco. Gracias a tod@s por ser y estar ahí.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Cuentos

Ayer la Directora de Primaria me pidió si podía apoyarla redactando un "Prólogo" para la antología de cuentos escritos por los chicos del colegio el ciclo escolar pasado. Con tantos pendientes acumulados no logré cumplir la misión anoche y hoy prometí que estaría listo a primera hora de mañana. Así que hace rato intenté desconectarme de las millones de inquietudes que me invaden y elaboré un pequeño texto de presentación para la susodicha edición. Mientras probaba ideas recordé un apunte de Michael Ende sobre el sentido de los cuentos; le di una releída y lo usé como punto de partida para mi reflexión. Una vez concluida la tarea, revisé mi texto y decidí compartirlo aquí, porque en buena medida ayuda a lanzar al viento una de tantas cosas que uno necesita liberar para alimentar la propia esperanza de un mundo distinto.

Había una vez un mundo donde las personas habían dejado de contar historias y se habían olvidado de soñar… La frase parece el principio de un cuento, pero lo cierto es que cada día se asemeja más a la realidad. Tantos años de exaltar a la razón y la ciencia, nos han hecho olvidar el sentido de echar a volar la imaginación. En el mejor de los casos, hemos relegado el mundo de los cuentos a los niños, a grado tal que señalamos como indicio de “madurez” el momento en que dejamos de creer en tales historias. El escritor alemán Michael Ende —famoso sobre todo por sus narraciones fantásticas para niños— afirmaba que para comprender cabalmente el valor de la realidad contenida en los cuentos sería necesario «cambiar toda la dirección del pensamiento de nuestra civilización». Suena complicado. Pero cada vez que nos adentramos en los mundos imaginados por nuestros niñas y niños, descubrimos nuevamente que en todos habita la semilla de ese otro mundo que también es posible. Estas páginas son evidencia de ello. Con cada relato de estos pequeñas y pequeños, se abre una posibilidad. En buena medida es tarea de nosotros —lectoras y lectores urgidos de una buena dosis de fantasía— procurar que se conserve viva esa otra dimensión de tantos niñas y niños ansiosos por alimentar su alma con un poco de imaginación. Llegará así el día en que la madurez se mida también en función de nuestra auténtica capacidad para soñar.

PD. El texto de Ende al que hago referencia se titula "¿De qué hablan los cuentos?" y aparece en su Carpeta de Apuntes (Alfaguara, 1996). Aquí, para los interesados, la transcripción del mismo.
Los verdaderos cuentos no son unas historias fantásticas que el pueblo supersticioso e ignorante imaginara en tiempos remotos. El pueblo no se inventa tales cosas, pero las transmite textualmente de generación en generación porque percibe la verdad que contienen. Los cuentos auténticos informan sobre experiencias de un mundo real distinto (digamos, interior), dadas a conocer por autores anónimos que sabían exactamente, hasta en el último de los detalles, lo que decían. Como el hombre moderno, occidental, debido a su mentalidad abstracta se ve privado casi totalmente de la experiencia de esa otra realidad, interpreta esos informes -si es que los tiene en cuenta- o bien hisróricamente (la bruja, el hijo del rey, el dragón, la espada mágica, etcétera) o psicológicamente. Ambas interpretaciones me parecen erróneas o, al menos, insuficientes.
El cuento no habla de un mundo exterior social, y si se utilizan elementos de ese mundo, tan sólo es como metáfora de aquella otra realidad. Allí existe la bruja, el hijo del rey, el dragón y la espada mágica: y existirán siempte. La interptetación psicológica me parece insuficiente porque suele entender esas cosas sólo simbólicamente. Parte por así decir de la idea de que la imagen del cuento es lo impropio que mediante la interpretación ha de ser transformado en lo propio, o sea, en conceptos concretos, para poder llegar al núcleo del asunto. En la interpretación de los sueños también se procede de esa manera. Así se introduce una lógica causal, que tiene indudablemente una cierta justificación para la realidad exterior, en esa otra realidad en la que rigen otras reglas y otras leyes totalmente distintas. Y tampoco el tema de la crueldad, como en general la cuestión del bien y del mal, encaja allí con las ideas morales que son válidas en el mundo exterior.
¿No nos queda, pues, ninguna posibilidad de entender los cuentos? Pienso que sí.
En cada persona existe desde el origen la posibilidad de experimentar esa otra realidad. Allí es posible plantear preguntas y pasar pruebas. Eso presupone, desde luego, que no se obture por todos los medios el acceso a esa realidad, sino que se cuiden, se enseñen desde muy pronto los conocimientos relativos a ella. Pero eso significaría naturalmente cambiar toda la dirección del pensamiento de nuestra civilización, que está orientado exclusivamente hacia fuera.
Puede que en un futuro haya alguna vez escuelas en las que se enseñe el verdadero soñar.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Puesta al día

Ya ha transcurrido la primera semana del mes y yo sin dar señales de vida por este espacio. Ya se sabe, no han faltado las ganas, sino la capacidad de organizarse. En las últimas semanas he recorrido ya cientos de kilómetros yendo y viniendo de una sede a otra, desquitando sin duda las horas de carretera para procesar poco a poco todo lo que me está sucediendo. La terapia de la autopista sigue siendo una vía eficaz para el tratamiento de mis males, que son muchos. No termino de descifrar las implicaciones de las decisiones recientes, pero al menos logro convivir llevaderamente con las nuevas circunstancias.

Sigue habiendo un sinfín de cuestiones por atender en mi nuevo trabajo. Los retos son muchos y significativos. Los enfrento con buena cara, pero a ratos me confieso, muy para mis adentros y consciente de las dificultades de los demás por comprenderlo, que estoy cansado de esto. Cansado como estoy de tantas cosas. Cansado, sobre todo, de no lograr responderme un buen número de preguntas sobre mí mismo. Anhelando un poco de espacio, un poco de aire.

Si he logrado dedicarme justo ahora unos minutos de cara al ordenador —y de cara a mí mismo— es porque este fin de semana cerré dos pendientes importantes.

El sábado terminó la materia que estuve impartiendo los fines de semana a un entusiasta grupo de directivos de ICEL. La experiencia rebasó con mucho mis expectativas y, por la retroalimentación de mis alumnos, creo que al menos cumplió lo esencial en las del grupo. Echaré mucho de menos las sesiones de viernes por la noche y sábado por la quasi madrugada.

El segundo asunto se cubrió ayer domingo por la noche cuando por fin envié el artículo con el que en unos días buscaré obtener la "suficiencia investigadora" que me permitirá arrancar formalmente con la tesis doctoral. Algunos paréntesis vespertinos de la semana pasada y buenos trechos de este fin de semana estuvieron consagrados a meterle tijera a una de mis investigaciones del semestre con el fin de pulir un texto de 15 cuartillas que sintetizara reflexiones y conclusiones preliminares de uno de los temas que me ha venido ocupando la mente en los últimos meses. Disfruté como enano este quehacer, e irremediablemente me invadió la nostalgia por aquellos días a la orilla del Mediterráneo, abocado a la reflexión y la exploración intelectual. Hace un rato me confirmaron la recepción del documento, lo cual me permitió sentir cierto grado de liberación. Toca ahora preparar la presentación y defensa para el día 22. Y, claro, hacer las maletas para estar del otro lado del Atlántico dentro de unos días.

Ya estaré reportando.