Y no hablo de nada que sea como para celebrar: desde que incursioné en la blogósfera no había pasado un mes tan pobre en entradas como fue éste. Con esta son seis las "posteadas" de julio. El récord mínimo estaba en 8, empatados agosto de 2008 y junio de 2009. Este nuevo límite inferior no ha sido consecuencia de una sequía de ideas ni producto de la falta de ganas. Ha sido simplemente resultado de uno de los meses más atribulados de mi vida. Uno de esos periodos sin pies ni cabeza en los que a ratos me desconozco frente al espejo. Diría uno que se han juntado muchas cosas. Me causa gracia esa expresión pero quizá es la que mejor refleja mi estatus presente.
En los días recientes me ha sido imposible terminar la divagación que arranqué hace más de una semana a partir de mis contemplaciones fílmicas y teatrales. No he tenido oportunidad de contar sobre mi acercamiento a la acupuntura y la experiencia vivida en mis dos primeras sesiones de agujas electrificadas. Me ha faltado contar mis nuevas restricciones alimenticias y describir lo complicado que ha resultado seguir ciertas indicaciones médicas a raíz de mis altos niveles de colesterol y triglicéridos. Sobre la cuestión laboral, mejor ni hablar: este mes ha sido una auténtica montaña rusa. Y no le veo el final. (A la montaña, claro, porque al mes le llega en un par de horas.)
Así las cosas, pues. Si quieren un termómetro de los últimos días, aquí a lado tienen las actualizaciones recientes del Twitter, que a falta de tiempo para bloguear me ha servido para breves intentos de desahogo repentino en 140 caracteres.
Compromisos para traer la próxima semana al blog: (1) cerrar mis divagaciones sobre cine-teatro-vocación, (2) aplaudir la reciente puesta en marcha de nuevos programas de transporte público en esta ciudad, (3) compartir el arranque de algunos nuevos proyectos. Con eso basta y sobra para aplicarme en los próximos días, ¿cierto?