lunes, 23 de noviembre de 2009

Hay días...

Reconozco que la idea con la que llegué aquí esta vez es una obviedad. Venía con la intención de decir que hay días de todo. Días geniales, de esos que se van rápido, sin darnos cuenta; que llegan de vez en cuando y nos dejan con ganas de más. Días difíciles, de esos que pasan lento, casi insoportablemente; que llegan y se estacionan sumiéndonos largo rato en la nada. También días sin gracia, que no terminan de tener rostro; días que casi podríamos borrar —y con frecuencia borramos— de nuestras biografías. Y, por supuesto, días que tienen de todo un poco. Días inclasificables.

Los últimos han sido para mí días de estos últimos. Con destellos de entusiasmo y toques de hastío. Con largos minutos vacíos, también. Anoche quise explorar un poco el asunto. Pero una de las cosas que han caracterizado a estos extraños días ha sido la inmensa dificultad para escribir. Dificultad que contrasta, por supuesto, con las tremendas ganas de exponer al mundo lo que pasa por aquí dentro. Mientras divagaba, me fui topando con un puñado de canciones que me ayudaron a explorar, como tantas veces, a partir de las palabras de otros. Sin mucha presentación, pero sí con referencias mínimas, aquí cuatro que terminaron siendo curiosa síntesis de estos días extraños.

Conocí esta canción a mediados de los noventa en una versión de Annie Lennox. Desde el primer momento me pregunté cómo había hecho Paul Simon para describir algo que me parecía tan mío. Seguro es un sentimiento frecuente, de modo que quien lo ha vivido entenderá el lugar que la canción ocupa desde entonces en la banda sonora de mi vida.


Un par de años antes, la misma Annie Lennox me cautivó con su clásico primer sencillo como solista. Me encanta todo lo que hace esta mujer. Pero nunca nada ha alcanzado, para mí, la genialidad de ese primer destello. Me parece siempre una canción tan nueva. Cuando ayer me vino a la mente, quise lanzarla por el Twitter y me topé con esta versión en vivo con puro piano. Así, desnuda, la canción se me mostró con toda su fuerza. Y me deshizo.



Una querida amiga llegó, sin saberlo, a rescatarme de la depresión absoluta al colgar en su Facebook un recordatorio de que "sucede también" que hay cosas que nos "rescatan del naufragio".



La tarde/noche estaba ya enfilada en la melancolía. Llegó otra persona cercana a mi alma para rematarme al arrojarme, sin advertencia previa, una canción —y un video— que hace años marcó mi adolescencia. Con esta evocación las interrogantes contenidas durante un par de días empezaron a desbordarse. Aún sigo recolectando fragmentos aquí y allá. Espero volver pronto a compartir aquí algunos de mis hallazgos.

No hay comentarios: