viernes, 13 de enero de 2012
Nota al margen
Sabía que al publicar mi entrada anterior corría algunos riesgos. Sabía que podía provocar molestia o que al menos no todos mis amigos estarían de acuerdo. Sin embargo no esperaba las respuestas, mismas que agradezco infinitamente. Desde que apareció el primer comentario en la entrada, me puse a pensar si sería conveniente responder, particularmente por respeto a la persona a quien dediqué esas palabras, mismas que, creo, recibió con afecto y buen agrado.
Al final, decidí que sí necesitaba responder o, mejor aún, dialogar. Primero, porque me da la impresión de que en cierto modo fui mal interpretado, mal entendido. Claro que si eso sucedió, en buena medida se debe a que no supe expresarme con puntualidad, lo asumo. Segundo, porque incluso si logré explicarme con claridad, el desacuerdo y los comentarios recibidos me han conducido, como suele suceder, a revisar mis ideas y reformularlas. Creo que pocas cosas hay más valiosas que esa posibilidad de pensar y repensar las cosas. Yo sabía que al compartir mi sentimiento me podía meter en problemas, así que ahora intentaré navegar entre ellos buscando clarificar mis propias ideas.
Pero antes de responder en la sección de comentarios de la entrada anterior, preferí abrir una nueva entrada sobre esto, ya que me gustaría que ese espacio no fuera el testigo de un debate sobre la importancia de creer en Dios o el papel de la religión. Me gustaría que esa entrada quedara como lo que intentó ser: un abrazo para alguien que atraviesa un momento difícil y a quien esperaba así dar un pequeño aliento, nada más.
Entrando ahora sí al asunto...
Anónimo dice algo muy interesante y me gustaría retomarlo por un momento. Advierto sin embargo que me cuesta trabajo dialogar con alguien sin saber con claridad de quien se trata, pues la falta de contexto nos puede llevar a hacer comentarios poco atinados. Pese a ello, asumo el riesgo de comentar el tema, pues el concepto de Dios no es para usarlo a la ligera y evidentemente no era mi intención hacerlo. Entiendo que bajo ciertos criterios, Judíos y Cristianos hablan del mismo Dios. Es más, a la luz de ciertas consideraciones, ese Ser de los Mil Nombres, como suele llamarle alguien a quien admiro mucho, es el mismo al que bajo diferentes rostros se ha dirigido buena parte de la humanidad. En ese sentido, acepto que mi referencia era muy apresurada, pues solo aspiraba a un sentido simbólico y de ninguna manera literal. (Con eso no descarto que para algunos teólogos, conceptualmente, el Dios del Antiguo Testamento se distingue en varios aspectos del Dios del Nuevo Testamento, sin que eso signifique que sean dos seres o entes distintos. En fin, son temas de una enorme complejidad que no pretendían ser materia de mi reflexión anterior.) Sobre el comentario de Anónimo, respeto la percepción de que mis palabras parezcan un bla bla bla y acepto que quizá son solo eso. La verdad es que con lo que escribo a ratos no pretendo mucho más. Trataré, sin embargo, de ser cuidadoso para no enviar mensajes equivocados.
Lunita expone su punto de vista, su convicción, y la respeto también, aunque como decía yo en mi texto, lo que me hace sentir incómodo es que la gente se aferre a convencernos a los demás de que si no creemos lo mismo estamos mal, pues eso de alguna manera nos puede señalar como responsables de males que son completamente ajenos a nuestra voluntad, o al menos eso creo yo. Y en eso difícilmente estaré de acuerdo. Sin embargo, no quería con mis palabras atacar a las religiones, aunque en lo personal pueda estar de acuerdo con LM en muchos sentidos. Mi intención en este caso particular era otra. Incluso quise ser un poco irónico con la visión de quienes asumen la filosofía del optimismo y el pensamiento positivo casi como una religión (sobre este tema, que me parece digno de la mayor atención, he escrito algunas cosas hace tiempo, aunque no sé si al evocarlas desate alguna reacción iracunda). Y lo mismo diría para quienes asumen incluso a la Ciencia como única verdad, criticando cualquier viso de espiritualidad por adelantado. No dudo que, como afirma mi amiga Luna, la vida se vea distinto desde la posición que ella propone. Pero no creo que sea sano para nadie convertir eso en argumento para imponer una verdad. La historia está llena de ejemplos que algo nos dicen sobre el tema. (Recuerdo ahora a Locke, por ejemplo, que en su tratado sobre la tolerancia da escasa muestra de esta virtud al referirse a los católicos, que tampoco es que se la pintaran de muy ecuménicos.)
En fin. Quien crea, bien. Quien no, también. Ambas cosas, siempre que nuestras convicciones no se conviertan en un impedimento para la convivencia armónica, respetuosa y constructiva de nuestras vidas en los individual y en lo colectivo. Al menos en esto último, estoy seguro que Amaya está de acuerdo conmigo.
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4 comentarios:
Respetable siempre, pero no se puede dialogar (mucho menos discutir y argumentar) con alguien que prefiere dejarle el curso de su vida a Dios, y no ponerse a pelear y luchar por el.
Lamentablemente coincido contigo. Algunas excepciones conozco a esa regla, pero son eso, excepciones. Saludos.
Estimado Ernesto.
Creo que estos temas son delicados, pues al comentar de la fe, o hablar de "lo que dice la Biblia" hay que conocer lo que está escrito en ella, pues si no, solo soltamos palabras sin fundamento. Pero es entendible lo que estas argumentando, aunque te diré que Dios no hace mal a nadie, aunque no se crea en Él, sus misericordias se renuevan cada mañana y si alguien dio palabras de aliento, es precisamente por las experiencias que se tienen por dejarse guiar y cobijarse por Él.
Gracias Anónimo 13/01/12 18:14. Creo que tienes mucha razón. Debo decir que, pese a lo que pueda parecer por mis dos reflexiones previas, me considero una persona espiritual y creo en la existencia de ese Ser de los Mil Nombres, que por cuestiones prácticas llamamos Dios. Como creyente en ese Dios, sé que no hace ni desea nunca el mal de nadie. Sé también y celebro las palabras de aliento de quienes tienen una fe más firme que la mía.
Lo que provocó mi malestar hace unos días, fue que en nombre de esa fe se quisiera exhortar (a mi juicio de manera excesiva) a que una persona manifestara explícitamente una cierta convicción religiosa como condición para superar una condición determinada. No solo es el caso de mi amiga Amaya. Lo he vivido con amigos y familiares que han padecido cáncer y llegado el momento han fallecido. Me ha dolido escuchar a quienes afirman que determinada persona no vio mejoría en su salud porque no quiso abrazar una fe concreta.
Espero con esto haber enriquecido o complementado mi comentario. Por lo demás, reconozco que llevas mucha razón: los temas teológicos merecen un diálogo estructurado y no conviene manejarlos a la ligera.
Saludos.
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