Traigo un carnaval en la cabeza. Las ideas andan sueltas, desatadas corriendo de un lado a otro. Quisiera sentarme un segundo y encontrarles algún orden. Pero entre el cansancio y la falta de claridad, semejante tarea resulta inalcanzable. Y, sin embargo, ahí están. Alcanzo a verlas mientras cruzan mi mente en ida y vuelta. Confío es que no escaparán y me permitirán venir en algún momento a darles sentido. Ansío un par de horas cargadas de serenidad y una buena dosis de voluntad. Y comenzar entonces la tarea de convertir uno que otro sueño en realidad. Mientras tanto, agradezco a la vida y al creador el milagro de cada camino y la posibilidad de andarlo.
Pensando en los caminos recorridos en los últimos días, vinieron a mi mente un par de ideas citadas por Jan Masschelein en "Pongámonos en marcha" (un maravilloso texto para repensar la pedagogía). La primera es de Walter Benjamin, sobre la autoridad que nos impone un camino cuando se le recorre a pie:
«La fuerza de un camino varía según se lo recorra a pie o se lo sobrevuele en aeroplano. Del mismo modo, el poder de un texto es diferente cuando se lo lee que cuando se lo copia. Quien vuela, sólo ve cómo el camino va deslizándose por el paisaje y se desdevana ante sus ojos siguiendo las leyes del terreno. Tan sólo quien recorre a pie un camino advierte su autoridad y descubre cómo en ese mismo terreno,que para el aviador no es más que una llanura desplegada, el camino, en cada una de sus curvas, va ordenando el despliegue de lejanías, miradores, espacios abiertos y perspectivas como la voz de mando de un oficial hace salir a los soldados de sus filas.»
La segunda, también sobre el caminar, es del Sub-Comandante Marcos; una frase extraordinaria para recordar que generalmente el destino es lo menos importante cuando viajamos: "No caminamos para llegar a la tierra prometida, sino porque caminar es, en sí mismo, revolucionario". Sobre esto me gustaría volver en los próximos días. Veremos si lo logro.
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