Me descubro con dos síntomas contundentes —¿alarmantes?— del padecimiento (aún sin nombre claro) que me aqueja: adquisición acelerada y sin empacho de libros y libretas, acompañada de una absoluta incapacidad de sentarme a leer o a escribir.
En los últimos meses —pero sobre todo en las últimas semanas— he acumulado en el librero una inmensa cantidad de materiales (cuento, novela, ensayo, divulgación...) que me invitan a la lectura: unos cuyas portadas o títulos me atrapan sin pudor; otros que han quedado registrados como impostergables pendientes con las recomendaciones —y provocaciones— de sabedores amigos; unos más que han resucitado de mis empolvados libreros.
Al mismo tiempo, he ido reuniendo también libretas, libretitas y libretotas con la ilusión de ponerme —por fin— a escribir otra vez. Escribir de todo: de mis reflexiones como 'pedagogo', de mis ocurrencias como observador de un mundo que se mueve vertiginoso en torno a mi pazguato andar; de mis exploraciones en las profundidades de un mundo emocional que con frecuencia tiendo a evadir; de las historias que desde hace tiempo se acumulan en algún rincón de mi interior e intentan llamar la atención de mi yo consciente.
Pero las letras de esos libros permanecen ocultas y las páginas de esas libretas siguen en blanco. Y yo perdiendo el tiempo. Hojeando a veces unos y otras. Pero nada más.
Hoy comencé a explorar lo que puede haber detrás de mi enfermedad. Y empiezo ya a toparme con algunas causas. Por lo pronto, me propongo terminar el último libro que empecé a leer en 2009, para sentir que esa dimensión del año está cerrada y publicar aquí el recuento correspondiente. Quizá así alcance la cura y pueda comenzar mi rehabilitación.
1 comentario:
Esto me suena a una terrible epidemia, creo que puede ser peor que la A Hache Uno Ene Uno. Somos varios con los mismos síntomas y nada de curas. Si tienes alguna pista o vacuna, házmelo saber por favor. Mientras tanto, muchos abrazos.
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