Aquí vamos. Arrancando un mes más. En el trabajo, la recta [casi] final del ciclo escolar. Algunos andan más inquietos que otros. Todos esperando ya el último día. La cercanía del verano pone sobre la mesa la necesidad de revisar algunos planes a corto y mediano plazo. Hay varias ideas en juego. En un par de semanas habrá que recuperar también los proyectos para el doctorado. Muchas ideas siguen trabajando en la cabeza. Muchas ilusiones en torno a ello. Entre que uno se traza planes y vive el día a día, algunas cosas valen la pena tenerse presentes. Una de éstas me la recordaba mi tío H. el sábado con palabras de Machado que alguna vez decoraron mi blog barcelonés: «se hace camino al andar». Y en este hacer camino, como siempre, la belleza es una estupenda compañía. Ayer le dejé acercarse a través de algunas imágenes de Miyazaki y algunos sonidos de Gorecki.
En el primer caso, después de muchísimo tiempo, he ido acercándome a los mundos animados de este creador japonés. No hace muchas semanas que por primera vez me regalé un par de horas para explorar Sen to Chihiro no Kamikakushi (El viaje de Chihiro). Siguiendo con el entusiasmo generado en esa primera aproximación, ayer gocé de Hauru no Ugoku Shiro (El increíble castillo vagabundo). Ya me daré chance para reseñar ambas cosas con calma.
Y en la música, he aprovechado algunos ratos de organización de mi audioteca para viajar con la delicada Sinfonía de las Canciones Tristes de H. Gorecki. Tengo claro que en general no se reconoce particularmente por ser una pieza para levantar los ánimos en tiempos difíciles, pero es sin duda una de esas partituras que elevan el espíritu. Como sucede con este tipo de obras, es una sinfonía que debe escucharse serenamente, de principio a fin. Sin embargo, para introducirse en el mundo de Gorecki, ayuda el segundo movimiento de la sinfonía, que sin duda es lo más conocido del compositor.
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