En estos días me he sentido con unas ganas y una necesidad inmensa de escribir. Aquí, allá, en cualquier parte. Y no he logrado hacerlo. Por unas u otras razones he terminado evadiendo semejante llamado. Puedo argumentar muchísimo trabajo, cansancio, mala organización, falta de inspiración. Todo ello es cierto, pero no sé si sean suficientes motivos. Sé, sin embargo, que lo he intentado sin éxito.
Hoy estoy más sereno. Muchas cosas, muchas ideas, muchas posibilidades, se acumulan dentro y a mi alrededor. Pero me siento sereno. Agradecido. Con ganas de descansar, pues la semana ha sido ardua, intensa, demandante. Pero al mismo tiempo ha resultado gratificante, estimulante, alentadora.
Los cables se están cruzando mucho en esta cabecita. Pero no puedo dejar de decir que varias cosas han sumado notas enriquecedoras a las páginas intangibles del diario registrado en mi alma. Decía arriba que me siento agradecido. Y es que, pese a ciertas contrariedades, estoy obligado a reconocer una vez más que la vida me ha tratado bien. Más que bien. Agradecer que en mi camino ha puesto a gente de un valor inconmensurable.
Comparto dos piezas del rompecabezas de esta semana. El miércoles cenaba con un querido ex-alumno, hoy amigo, cuyas palabras y reconstrucciones en torno a su propia biografía cimbraron nuevamente las raíces de todo lo que me ha mantenido en el mundo educativo a lo largo de una década.
Un segundo componente de las jornadas recientes: mi repentina entrada como relevo de un chico de preparatoria en el montaje de una adaptación al Scapin de Moliére. El lunes recibí el libreto; tres días de ensayo y hoy una gran función. Por unos días, en medio de aplicar exámenes, calcular promedios finales y atender las demandas ordinarias —y extraordinarias— del colegio, me convertí en uno de estos chicos. Me divertí horrores con ellos. Y el resultado fue una deliciosa comedia callejera que sin duda se suma de inmediato al archivo de la historia personal de este individuo en construcción permanente.
Si alguien sigue ahí, leyendo las barbaridades que aquí se publican, gracias también, pues de una u otra manera, eres parte de esta historia.
Envío. Me adelanto por cuestiones de horario, pues en el viejo mundo es ya 20 de junio y amanecerá pronto. Envío, pues, un abrazo amoroso a la hermosa Tía Catarina, que cumple años. Te amo hermana. Aquí estamos, soñando y explorando un mundo saturado de bellezas en espera de ser disfrutadas.
1 comentario:
Hooola mi querido Ernesto, después de tanto tiempo de no leerte, el volverlo a hacer, me emociona, no sólo es o bien que escribes, si no el sentimiento que le pones a cada palabra...y no creo en ningún momento que escribas barbaridades, al contrario....y aquí sigo con mucho gusto leyendote y viendo cómo ha cambiado aquel Ernesto en Barcelona que conocimos hace unos meses....
Te dejo un abrazo enjundioso y unos cuantos teclazos de un bb de casi ya seis meses hbjjhkkl byeppppp
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