Pensaba escribir sobre mis inútiles esfuerzos por organizarme y enfrentar los retos impuestos por la fragmentación del tiempo y el exceso de límites que se dibujan ya en el horizonte de mis agendas. Pensaba escribir sobre mis agobios, mis saturaciones informativas, mis divagaciones sobre las lamentables manifestaciones de la dimensión negativa de la naturaleza humana ante la tragedia. Pensaba escribir sobre mi añoranza de aquella aparente libertad y aquellos días de inconsciente e irresponsable independencia frente a los criterios compartidos por las mayorías. Pensaba escribir sobre algunos de mis efímeros pero intensos entusiasmos, producidos por trivialidades maravillosas como una canción, una imagen o un verso.
Y me di cuenta de que empiezo a parecer disco rayado. Me descubrí repitiéndome a mí mismo hasta el cansancio. Me di cuenta de lo urgente que resulta renovarme, sacudirme el polvo, cambiar un rato de carril. Un instante de lucidez me dejó ver que necesito alzar la mirada. Ver más allá de mi nariz. Acabar con uno que otro fantasma. Y dejarme escapar de algunas de las prisiones que me he venido construyendo.
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