«Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.»
Así inicia el relato de El túnel, novela que mostró al mundo la genialidad de su pluma cuando el siglo XX casi completaba su primera mitad. No puedo ser objetivo al referirme a esta obra: quienes mejor me conocen saben bien que es mi novela de cabecera y que de cuando en cuando vuelvo a ella para recordarme el significado de vivir atravesando mi propio túnel.
Es de sobra conocido el reconocimiento público de Albert Camus a esa primer novela de Sabato. No es gratuito que el autor de El extranjero y La peste reconociera de inmediato el angustioso existencialismo contenido en el relato del argentino. En la novela y en el ensayo, Sabato supo explorar la condición humana como pocos: con claridad, profundidad, contundencia y belleza.
«Las primeras investigaciones revelaron que el antiguo Mirador que servía de dormitorio a Alejandra fue cerrado con llave desde dentro por la propia Alejandra. Luego (aunque, lógicamente, no se puede precisar el lapso transcurrido) mató a su padre de cuatro balazos con una pistola calibre 32. Finalmente, echó nafta y prendió fuego.»
Así inicia Sobre héroes y tumbas, una novela que en muchos aspectos no podría ser más distinta a El túnel y, sin embargo, refleja las mismas inquietudes universales ligadas a la existencia del hombre.
El pesimismo que algunos descubren en su narrativa, suele compensarse con el optimismo de muchos de sus ensayos. Como evidencia de ello, baste citar el bellísimo párrafo que abre La resistencia, publicado en 2000:
«Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días.»
Líneas más adelante escribe una de las frases más sencillas y poderosas que he leído jamás:
«Nos pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre.»
Suelo usar esas primeras páginas de La resistencia en mis clases, igual con chicos de secundaria o bachillerato como con estudiantes de maestría. El llamado de esas palabras me resulta siempre tan urgente.
El 19 de septiembre de 2008 publiqué en mi primer blog un texto titulado "Valentía y Resistencia". Hoy lo releo y trato de buscarle nuevo sentido en medio del dolor que sigue —en muchos modos con más fuerza— aquejando a mi País. [Y mientras recupero la urgencia de esa capacidad para resistir y crear encuentro la nota que entonces dejó Jake en mi entrada, relatando el envidiable mensaje mecanografiado que recibió de Sabato ante la declaración de "amor intelectual" que ella le había enviado previamente.]
Otro ejemplo de la urgencia de ese llamado contenido en La resistencia: el 24 de junio de 2009, cuando Sabato cumplía 98 años, tomé un fragmento de su ensayo como núcleo de mi mensaje de graduación a la generación que terminaba la preparatoria en el colegio donde trabajaba entonces.
«Cada hora del hombre es un lugar vivo de nuestra existencia que ocurre una sola vez, irremplazable para siempre. Aquí reside la tensión de la vida, su grandeza, la posibilidad de que la inasible fugacidad del tiempo se colme de instantes absolutos...»
En una de esas horas de esta madrugada murió Sabato a los 99 años. Hacía unos cuantos que esa muerte se volvía cada vez más impostergable y él lo sabía. Se reconocía decepcionado del mundo que le rodeaba y en su hogar, en Santos Lugares, se dedicaba a pintar. Santos Lugares. No se me ocurre mejor nombre de un lugar para morir. Poco debe sorprender una muerte a los 99 años. Y aún así, la muerte aunque no sorprenda siempre duele.
Tocayo, se te echará de menos.
1 comentario:
lo posteo a tu link en miFB......
sí, se lo extrañará!
jake mate de signodepregunta.blogspot.com
lejos de mi PC
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